Cifras, estadísticas, comentarios, valoraciones políticas, análisis y un sinfín de titulares. «La crisis hace estragos y ataca a la clase media». «Nuevo aumento del paro en la provincia de Málaga»... Y así un largo etcétera. La ciudadanía recibe un bombardeo diario de mensajes e informaciones sobre esta realidad que ya casi forma parte de la vida cotidiana. Pero detrás de estos fríos índices existen nombres, rostros, dramas personales y situaciones extremas que afectan a nuestros vecinos.

No hace falta siquiera cruzar la calle o cambiar de barrio. La desesperación la encontramos puerta con puerta y se instala en ciudadanos normales y corrientes que hasta ahora siempre habían sido fieles cumplidores de sus obligaciones fiscales y contributivas. Gente que se ha visto en la necesidad de pedir comida y de acudir a ONG y diversos colectivos para subsistir. Malagueños que nunca antes habían pasado por esta situación y que, ahora, sienten además vergüenza al tener que pedir ayuda, cuando realmente su coraje, lucha y valor es más que admirable.

Muchos de ellos no se esconden y quieren dejar constancia de la realidad que padecen. Nunca antes hasta ahora se habían visto en esta situación y, ahora, son la imagen de la pobreza.

Reparto de alimentos

La jornada de reparto de alimentos comienza temprano en la Organización Social de Acción Humanitaria (OSAH), cuyo ámbito de actuación se ha ampliado ante las necesidades de la sociedad malagueña, explica el presidente del colectivo en Málaga, Antonio Paneque.

La cola de personas que esperan su turno en la sede de la calle Virgen de la Fuensanta número 3 para recoger alimentos es variopinta, pero con un rasgo común: la tristeza. Paneque va saludando cada drama y se detiene un instante con cada uno de ellos para preguntar por su situación. La trabajadora social los va tachando de la lista conforme van recogiendo su paquete de alimentos procedentes del Banco de Alimentos de la Costa del Sol (Bancosol).

No son desconocidos, muy al contrario. «La organización ha tenido que dar un cambio. Somos una ONG de cooperación internacional, pero siempre prestamos asistencia social en el sitio en el que nos encontramos. Hace ya cuatro años que la mayoría de los recursos los enfocamos a la propia gente de aquí. El perfil ha cambiado mucho, ahora vienen los que se denominan pobres vergonzantes», explica.

Son 380 familias, más de 2.500 personas, las que atiende esta entidad. Los problemas económicos derivan además en conflictos en el seno familiar, dice. «Hemos detectado de nuevo algo que ya no se daba, como personas buscando comida en los contenedores de basura. Esto hacía años que no se veía. La gente acude también a las puertas de los supermercados para ver si pueden hacerse con comida que les sobre», declara Paneque.

El aumento en estos últimos años de los necesitados que acuden a esta organización a pedir algún tipo de ayuda o información ha sido del 50%; y el 40% de los demandantes son inmigrantes, un colectivo especialmente castigado por la crisis.

«La población está bastante mal. El perfil del beneficiario ha cambiado y el nuevo demandante no es una persona de un barrio marginal, sino de clase trabajadora, clase obrera que ahora no puede tirar. Es una persona que tiene su familia y que antes tenía su coche, que salía a comer por ahí, y que ahora se ve que no tiene nada que comer», lamenta Paneque. Pero OSAH no sólo les ofrece alimentos, sino que les ayuda laboralmente. «Le elaboramos el currículum, los asesoramos, pero es que no hay trabajo», dice. «Reclamamos un plan integral por parte de todas las administraciones que otorgan ayudas directas a estas familias, porque no se está actuando de forma coordinada. Las ONG estamos para parchear, tenemos unos recursos muy limitados», indica.

La filosofía de OSAH es ayudar al necesitado y, para ello, realizan todo tipo de actividades de autofinanciación. «Reciclamos jabón, hacemos una fiesta en fin de año. Contamos con 200 voluntarios, 70 de ellos que colaboran de forma permanente y que son el alma de esta asociación», resalta Paneque.

«El rostro de la pobreza te llega al corazón y te crea una impotencia muy grande, sobre todo cuando ves que esta gente tiene ganas e interés por luchar, por salir adelante. La dignificación de una persona pasa por un puesto de trabajo, no por una ayuda puntual», comenta.

Ascensión Bautista, Victoria Eugenia Torres y María Soler son tres beneficiarias de los alimentos y servicios que ofrece esta organización. Son el rostro de la nueva pobreza y han querido abrir las puertas de su drama a La Opinión de Málaga para dar a conocer su historia y para ver si así logran ayuda o trabajo.

Nunca se habían visto en una situación similar en sus vidas y las lágrimas se instalan en sus ojos al relatar el motivo de su profunda tristeza. Es imposible permanecer impasible ante estos relatos. Pero eso sí, las tres lo tienen claro y gritan fuerte y alto que no piensan perder la batalla contra la crisis.