El padre Manuel Gámez fundó hace ya cuarenta años la Coral Santa María de la Victoria, una labor de magisterio musical que ha sido reconocida con un homenaje que le han brindado en el Teatro Cervantes su agrupación y otras corales de la provincia. Ordenado sacerdote en 1950, su vocación nació de forma paralela a la musical. Dirigió la Schola Cantorum del Seminario, ha sido presidente de la Comisión Diocesana de Arte y Música Sagrada. Es canónigo maestro de capilla de la Catedral, académico de San Telmo, hijo predilecto de Fuengirola, hijo adoptivo de Málaga y Medalla de la Ciudad.

¿Quién fue antes: Manuel Gámez sacerdote o músico?

Los dos a la vez, pero antes que músico soy sacerdote. Sin embargo, mis vocaciones surgieron de forma paralela. Cuando era niño sentía una gran afición por la música y el cura de Fuengirola tocaba el piano, tenía muy buena voz y a los niños nos enseñaba canciones. Pensaba que por el hecho de ser sacerdote estaba unido a la música. Luego, en el Seminario, me di cuenta de que no, aunque allí también me encontraba como pez en el agua. Mi formación musical hubiera sido imposible si no llego a entrar en el Seminario, ya que el culto cristiano precisa de la música para las grandes solemnidades.

¿El que canta reza dos veces o es sólo una frase de San Agustín?

Lo decía San Agustín y es cierto. La buena música religiosa cultiva los sentimientos más nobles del alma. En la música litúrgica, lo más importante es poner de relieve el texto y cuando se comprende el latín, te elevas más a la oración.

Cuando en 1969 funda la coral Santa María de la Victoria no había ningún coro en Málaga. ¿Qué ocurría entonces en esta ciudad, con tanta tradición musical?

El obispo Herrera Oria me nombró director de la Schola Cantorum en mi último año de Seminario. Esta coral desapareció a finales de los 60, cuando trasladaron los cursos mayores del Seminario a Granada. Y Málaga se quedó sin ningún coro que se dedicara a la música polifónica, cuando la tradición musical de la ciudad tuvo que ser muy próspera, a tenor de la cantidad de obras compuestas que se custodian en el archivo de la Catedral, y que da a entender que tendría que tener un coro que las interpretara. Ahora, gracias a Dios, con todas las corales que han ido creándose por la provincia, estamos en una situación más que consolidada.

¿Quedan muchos tesoros sonoros por descubrir aún en el archivo catedralicio?

Afortunadamente todo se salvó de los incendios y está muy bien catalogado. Pero está claro que queda mucho por conocer y para eso hace falta mucho tiempo para encontrar nuevas obras e interpretar toda esa riqueza.

¿Entendería el padre Gámez la vida sin la música?

El hombre necesita la música. Hasta las culturas más primitivas inventaban sus propios instrumentos musicales.

¿Cuál es su sitio preferido? ¿El local de ensayos en Capuchinos o el coro de la Catedral?

El local es como el taller, pero en el coro de la Catedral siento una enorme satisfacción. Llevo cantando en él desde que era seminarista.

¿Qué música escucha el padre Gámez?

Toda la música que sea buena, los grandes clásicos. Bach, Mozart, Beethoven... de los contemporáneos me encanta Stravinsky, porque creo que marcó un avance enorme en la música sinfónica.

¿Y más allá de lo clásico?

No hay música mala ni buena, sino música bien o mal interpretada.

¿Se imaginará el Cielo lleno de ángeles que portan instrumentos musicales, con los que suelen ser representados en el arte?

La música expresa los sentimientos más espirituales del hombre y la felicidad yo la entiendo con la música. Por eso los ángeles portan y tocan instrumentos. Y cantan. Cantan muy bien. Lo dice el Evangelio. El primer anuncio a la Humanidad del nacimiento de Jesús a los pastores lo hicieron ángeles que cantaban. En el Cielo hay música así que en la tierra he entrenado el oficio al que me voy a dedicar eternamente.