A Pedro Portillo Franquelo nunca se le irá de la cabeza el olor de cocción de la malta, no en vano nació en la calle de Don Íñigo en plena fábrica de cervezas Victoria, pues su tío y padrino era Luis Franquelo, el creador de este negocio que surgió en 1928.

Aunque mejor hay que decir transformado, porque los Franquelo, una familia de origen genovés, llegaron a Málaga a finales del XVIII y hacia 1810 ya eran toneleros. Mucho sabe don Pedro de la tonelería, pues ha escrito un libro, todavía buscando editor, sobre la historia de estos negocios tan boyantes en el XIX. «Básicamente los toneles eran para vino y para aceite. La tonelería estuvo en el mismo sitio, donde hoy están los eucaliptos, ese era el patio de la tonelería», explica. Uno de estos eucaliptos, frente el Corte Inglés y la fuente de las Gitanillas, lo plantó él mismo en 1943, siendo un niño.

La empresa de los toneles vivió su última época durante la I Guerra Mundial, fabricando barriles de cerveza para Alemania, encargo que duró hasta 1920, pero los toneles no tenían futuro y la actividad cesa en 1926 y es entonces cuando dos años más tarde nace la fábrica de Cervezas Victoria. Aunque en las instalaciones quedarán algunas máquinas de la tonelería el grueso de la maquinaria llegará de Alemania.

El cierre de la frontera

En 1943, Luis Franquelo, el accionista principal de la fábrica, realiza la primera ampliación. «La maquinaria que vino de Alemania fue la última que pasó antes de que cerraran la frontera francesa», recuerda don Pedro.

Una de las máquinas, cuenta, era una moderna (y grande) lavadora de botellas porque cuando era pequeño, después de salir del colegio de los Agustinos, se iba a lavar botellas a la fábrica ayudando al portero. «Había una máquina para lavar de 12 en 12, pero si se quedaban sucias porque la gente las usaba para el aceite o el carbón, había que lavarlas a mano». Por esta labor se ponía a la cola todos los sábados por la tarde, cuando sonaba el pitido de la fábrica, y recibía con el resto de los trabajadores su paga. En su caso 2 pesetas. El sobrino de Luis Franquelo estudió perito industrial, armamento y construcción militar (estuvo cuatro años en el Sahara) y Económicas (de hecho tiene dos cátedras). El caso es que, con su formación, no había nadie mejor para una operación de altura: la fábrica de la calle Don Íñigo había que cerrarla porque por allí pasaba la futura Prolongación de la Alameda.

«La fábrica antigua hubo que trasladarla al polígono Guadalhorce, fue en el 68, yo fui parte del proyecto de aquello y lo hice físicamente». La vieja fábrica se echó abajo, algo que lamenta don Pedro: «Es una pena que la echaran abajo porque las calderas eran de cobre, había máquinas de vapor, el tren de embotellado, las bodegas y aquello se vendió como chatarra». Él profesor malagueño está convencido de que «si se hubiese conservado ese núcleo, hoy sería una auténtica exposición porque sería arqueología industrial».

Pero la vieja instalación desapareció y la nueva se construyó mientras se realizaba el traslado de una gigantesca caldera de cocimiento por toda Málaga, un paso del que don Pedro guarda numerosas fotografías.

Fallecido en 1947 su tío Luis Franquelo, la dueña de la fábrica era en esos finales de los 60 su prima hermana María. Pero el cambio no fue una buena idea. «La fábrica estuvo en funcionamiento hasta 1972 porque no era viable, aunque se hizo para 500.000 hectolitros no se hicieron nunca más de 100.000», cuenta.

Entre las razones de este final, la tremenda competencia. «Antes no podían entrar las marcas», aclara. Y aparte, el interés entonces excesivamente alto de los bancos. «Con aquello se entró en los bancos y los bancos se lo comieron», concluye.

Sin embargo, Pedro Portillo Franquelo sostiene que no fue un caso aislado. «Prueba de ello es que todas las pequeñas fábricas desaparecieron de Europa».

A partir de ahí, las Cervezas Victoria realizan un desfile por distintos propietarios, primero con Cruz Blanca, luego con Santander, Cruzcampo y en nuestros días, en el grupo Damm. Pero el resultado no satisface a don Pedro: «Hoy día se hace en Murcia y es muy mala, la Cerveza Victoria tenía un sabor especial porque estaba muy bien hecha». Eso sí, a don Pedro no le gusta tomarla pero sí verla todavía por Málaga. Sin duda es la cerveza de su vida.