Algo se ha roto en Málaga con la crisis. El modelo de la ciudad no funciona y ha dejado a la capital a medio hacer, con fuertes desequilibrios entre distintas zonas, altas tasas de paro y empobrecimiento, así como pocas perspectivas de una recuperación de la construcción, que ha sido el motor económico durante la última década.

El Observatorio del Medio Ambiente Urbano ha actualizado los datos de la Agenda 21, que analiza distintos parámetros sociales y económicos de Málaga y su evolución en el tiempo.

El panorama muestra cómo la desenfrenada actividad de la construcción ha cambiado la faz de la ciudad en apenas 15 años. En ese tiempo se ha incrementado en un tercio el número de viviendas disponibles en Málaga, alcanzado casi el cuarto de millón. Esto se traslada en un fuerte proceso de ocupación de nuevos terrenos, en concreto de 2.100 hectáreas, lo que ha llevado a ocupar el 18% del suelo disponible en el municipio, cuando en 1995 estaba construido el 12,45%.

El litoral Oeste y Teatinos son las zonas que han acumulado este crecimiento de la ciudad, que ha tenido como efecto positivo una reducción de la densidad de la población, que ha bajado un 20% desde 1995 al repartirse la población por distintas zonas.

Esta distribución más racional de la población, con la ocupación de nuevas viviendas y la buena situación económica anterior, dio lugar a un mayor crecimiento del consumo eléctrico, muy por encima del equivalente a la población. Así, mientras Málaga incrementó su población un 6% entre 2002 y 2009, el consumo eléctrico lo hizo en un 58,7%.

Otro dato que se desprende de la Agenda 21 es que el aumento de la oferta dio lugar a un encarecimiento excesivo de su coste. Baste recordar que en el año 2000 se necesitaban, como media, 9,7 años de sueldo para comprar una vivienda, relación que ascendió a 28 años de sueldo en 2006, justo el pico de la época del boom. Con la crisis, la accesibilidad de la vivienda ha mejorado, aunque siga a niveles altos, ya que se estima que en 2009 eran necesarios 21,1 años de sueldo.

La caída de la construcción, en cambio, ha supuesto un duro golpe al empleo y a la actividad económica. Este sector había ido ganando peso en la actividad de la ciudad, pasando del 9% del PIB en 1995 al 14,6% en 2008. La paralización de su actividad supuso una caída del 4% en el PIB de la provincia. La capital no ha sido ajena a esta circunstancia y, más allá de los números macroeconómicos, hay una importante tasa de paro en la ciudad, con más de 70.000 afectados.

El incremento del paro ha dado lugar a un empobrecimiento acelerado de la ciudad. La tasa de asistencia a los centros sociales comunitarios para pedir ayuda habla por sí sola, ya que en 2009 atendieron a 53.271 personas, el 9,21% de la población, frente a las 47.800 personas del año 2007.

Población y consumo

El acelerado crecimiento del parque residencial en la última década ha dado lugar a que aparezcan desequilibrios en los equipamientos y zonas verdes disponibles. Hay zonas de la ciudad que disponen de menos de 5 metros cuadrados de espacio verde por habitante. Son los casos del entorno de la Rosaleda, la Prolongación de la Alameda, el Puerto de la Torre, Bahía de Málaga y el Litoral Este. En el lado contrario están aquellas partes de la ciudad que superan la media municipal de 6,46 metros por habitantes. Destacan Campanillas, Teatinos, Centro y Pedrizas, aunque con matices. La zona Centro es una de las menos pobladas y cuenta con amplias espacios verdes históricos, como el Parque o Gibralfaro, que tienen una vocación de servicio a toda la ciudad.

Si atendemos a la población, se aprecia que un 27,2% de los habitantes de la ciudad tienen una pequeña zona verde -de entre 1.000 y 5.000 metros cuadrados- a más de 300 metros de distancia de su vivienda, cifra que sube al 41% cuando se habla de parques de tamaño medio a menos de 500 metros.

La incorporación de nuevos espacios de la ciudad al núcleo urbano también ha alejado a importantes segmentos de la población de servicios básicos, como mercados, centro de salud, hospitales, centros de ocio o culturales, entre otros.

El caso más llamativo es la carencia de mercados, ya que un 63% de la población no dispone de uno de estos recintos en un radio de 500 metros de su vivienda, distancia que se considera su ámbito de influencia habitual.