«Hace dos semanas vino una familia a pasar un día de campo con los niños y cuando vieron esto, después de recorrer todo el parque tuvieron que irse porque no se atrevían a que los niños estuvieran correteando por ahí», cuenta Francisco Leal, de la asociación de vecinos del Palo.

Da la impresión de que el parque del Lagarillo Blanco, en la falda del Monte San Antón, en el que el Gobierno central se gastó 561.000 euros en 2009, ha sido visitado por un ejército de hunos y por otro de afectados por el síndrome de Diógenes. Vallas de madera arrancadas, cristales, barbacoas rotas, decenas de pinos secos e ingentes montañas de basura dan buena cuenta, no sólo de la intensidad del vandalismo y el incivismo, sino también de una clara falta de mantenimiento municipal.

«Es verdad que hay vándalos, pero esto es una dejación de funciones por parte de la administración y son personas que delegamos en ellas y que nos representan para que gestionen nuestros problemas de forma adecuada. No cumplen con su trabajo», destaca Santiago González, presidente vecinal del Palo.

A su lado se encuentra Rafael Morales, un jubilado del barrio que se encuentra dando un paseo y se muestra asombrado por la suciedad. «Esto es un pulmón para Málaga, un sitio envidiable y es una vergüenza el abandono en el que está».

Francisco Galindo, de la asociación de vecinos, critica que desde que se terminó el parque «no se sabe, como siempre, quién tiene que arreglarlo y vigilarlo, se hace sólo para gastar unos dineros que había que gastar» y añade que «sin vigilancia y mantenimiento es dinero perdido».

Quizás lo más llamativo es la preocupante acumulación de basura, que evidencia que el nuevo parque lleva mucho tiempo sin ser visitado por los servicios de limpieza, algo que corrobora Manuel Morales, que indica que hace meses que la basura se acumula. A este respecto, Antonio Rodríguez, dirigente vecinal, señala que la respuesta que han recibido del distrito los vecinos «es que no caben los camiones de Limasa».

«Eso es echar balones fuera y no asumir la responsabilidad», destaca, al tiempo que recuerda el compromiso que adquirió el Ayuntamiento, cuando se concluyeron las obras, de mantenerlo. Además, Antonio Rodríguez llama la atención sobre los cubos de basura cuadrados que hay en esta zona verde de más de 20.000 metros cuadrados, en varios niveles. «Son papeleras y aquí lo que hacen falta son contenedores, hacen falta ponerlos además para que no venga el gato, el perro o los bichos a comerse la basura».

Los vecinos también lamentan que los pinos plantados, todos secos, hayan sido «dinero tirado». Francisco Leal cuenta que «los árboles tenían que haber sido cuidados por lo menos un año para mantenerles la humedad, ya fuera por goteo o con una persona».

Con respecto a las zonas de barbacoa, con numerosos ladrillos desprendidos, además de contar con parrillas arrancadas, señala que aunque los ladrillos son reflectantes para mantener el calor, «el cemento no es el adecuado y por eso se despega».

El próximo 23 de enero se celebrará en este paraje la tradicional Romería de San Antón, a la que esperan acudir unas 5.000 personas. La asociación de vecinos reclama que el Ayuntamiento no se limite a limpiar el Lagarillo Blanco para la ocasión y que se haga cargo, todo el año, de la zona verde.

Ayuntamiento

La concejala de Parques y Jardines, Teresa Porras, señaló a La Opinión que se trata de un parque periurbano «y si se genera basura orgánica en principio la recoge Limasa», mientras que su área se encarga de la zona forestal, de la que comentó que mandaría un técnico para ver el estado de los árboles.

Araceli González, concejala de Medio Ambiente, detalló por contra que al ser un parque periurbano, «la limpieza depende de Parques y Jardines, que debe depositar la basura en contenedores y es Limasa la que retira los contenedores». A este respecto añadió que Limasa, «es un servicio de limpieza urbana, no periurbana».

El dicho se hace realidad en el Lagarillo Blanco: unos por otros y la casa sin barrer.