El refrán que dice «uno no es de donde nace, sino de donde pace» adquiere toda su dimensión en la figura de Juan Antonio Lacomba Avellán, un andalucista de Chella (Valencia) pero vinculado familiar y profesionalmente a Andalucía, y en particular a Málaga, ciudad a la que llegó en 1966 y de la que ya no se quiso marchar. De hecho, es Medalla de Andalucía. «Fue todo un honor y todo un orgullo recibirla, y más aún, precisamente, por no ser andaluz de nacimiento», reconoce.

El Ateneo, la Universidad y Unicaja homenajean desde el jueves al que fue hasta 2008 catedrático de Historia Económica de la UMA con un ciclo de conferencias que se celebrarán hasta el próximo 4 de febrero, cada jueves y cada viernes. Como asegura el coordinador de los actos, el también historiador Fernando Arcas, Lacomba, una referencia académica, histórica, intelectual y hasta política, puede ser la excusa para debatir, en realidad, sobre Andalucía y la evolución de su autonomía, cuyos inicios vivió el homenajeado en primera persona y a cuya historia dedicó gran parte de su vida y carrera. Por eso, entre otras cosas, en la jornada inaugural participó el primer presidente autonómico, Rafael Escuredo. En aquel primer gobierno, Lacomba fue director general de Patrimonio Cultural. «No teníamos ni un duro, pero al menos sacamos adelante una plataforma legislativa para el futuro», recuerda. En este cargo, que considera que fue un reto y una «oportunidad que tenía que aceptar», sólo permaneció un año.

Sin duda pensaron en él por su dilatada trayectoria al servicio de la región, como historiador. Porque nunca ha pertenecido a ningún partido político. «Mi básico compromiso social, como historiador, lo que podía hacer por esta tierra que me acogió, era estudiar su historia, y descubrí cosas que me apasionaron, como el floreciente pasado industrial de Málaga, el poderío económico andaluz del siglo XVIII, que era toda una potencia, o Blas Infante», asegura. Si, efectivamente, conocer el pasado sirve para comprender mejor el presente y para diseñar el futuro, Lacomba, en la época tardofranquista, no podía entender «cómo la región había sido dejada de la mano de Dios».

Se unió entonces al Ateneo, del que llegó a ser presidente a principios de la década de los años 80, para seguir trabajando por esta tierra, para fomentar aún más su conciencia crítica, para incrementar su amor por Andalucía.

Lacomba es licenciado en Filosofía y doctor en Historia, investigador del andalucismo histórico y de la economía regional. Ha publicado numerosos obras relacionadas con la historia económica de Málaga, Andalucía y España. Entre ellas destacan La crisis española de 1917; Introducción a la Historia económica de la España contemporánea; Crecimiento y crisis de la economía malagueña; Regionalismo y autonomía en la Andalucía contemporánea y Una historia del Banco Hipotecario de España. Asimismo, coordinó la Historia de Andalucía, editada por Ágora en 1996.

Durante los últimos años Lacomba ha profundizado en el estudio y la investigación de diversos aspectos del andalucismo histórico. Así, en 2000 publicó Blas Infante y el despliegue del andalucismo y al año siguiente colaboró, junto a otros autores, en la elaboración del libro La identidad del pueblo andaluz, editado por el Defensor del Pueblo.

Llegó a presentarse encabezando la lista por Málaga del Partido Andalucista al Congreso de los Diputados en las Elecciones Generales de 1989, aunque no obtuvo acta. «Sabía que era muy difícil, pero tampoco podía negarme a estar en primera línea. Tenía que demostrar que no sólo teorizaba, sino que actuaba», añade.

Su experiencia le dice que Andalucía está pasando por una situación muy mala de la que le costará mucho salir. Y se basa para sostener esta afirmación en la elevadísima tasa de paro. «España tiene el doble de parados que la media europea y Andalucía el doble que la media española. Pero es que no hay empresas que sean capaces de crear empleo y riqueza, no hay inversión, no hay ahorro, no hay consumo, no hay demanda...», concluye.