Hernández Pezzi en la contigüidad del atril y la tarima. Hernández Pezzi al lado de María Gámez, de la rectora. Hernández Pezzi en el sínodo de los socialistas. Son muchas las imágenes del arquitecto que se superponen, como un recuento nervioso, a la actualidad de la semana. En todas ellas, aparece con una expresión inexcusablemente reposada, lo que no deja de ser extraño y meritorio en un hombre más acostumbrado a la soledad del escritorio que a la tensión de las cámaras. El pasado martes, presentó su último libro, Ciudades contra burbujas, motivo de expectación por sí mismo, incluso, en esta ciudad habitualmente atropellada, pero que se convertiría a la postre en el preludio de la gran tronada de los últimos días, su inclusión, después muchos rumores, en la lista electoral del PSOE, donde ocupará el peldaño inmediatamente inferior al de la candidata.

La aceptación del cargo le convierte en el fichaje estelar de María Gámez, que se podrá apuntar el tanto, tan caro en esta época, de contar con un perfil radicalmente distinto al de los que ocupan desde hace ya casi dos décadas las galeras de los partidos. Hernández Pezzi siempre ha estado comprometido con la política. En los setenta, fue miembro del PC, con el que llegó a concurrir a las elecciones, pero no se puede decir que pertenezca al gremio. No habla como un político ni utiliza sus automatismos, lo que resulta, en estos tiempos tan dados al tópico, poco menos que una bendición estilística.

Hernández Pezzi es, ante todo, arquitecto y urbanista. Nacido en Madrid en 1949, llegó a Málaga de la mano de la primera corporación que sucedió al franquismo, ávida de contratar a profesionales con nuevas perspectivas. La ciudad no le era desconocida. Su madre, a pesar de la sonoridad del apellido, o precisamente por eso, había nacido aquí y el traslado se conjugaba con el precedente de visitas en las que había podido constatar las necesidades del patrimonio. Fue su primer contacto con la administración, pero no el último. En su ya larga trayectoria, Hernández Pezzi, doctor en la disciplina, ha ocupado cargos como el de director de la oficina provincial de planeamiento de la Diputación de Málaga o la presidencia del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, que le convirtió en el rostro de la profesión durante ocho años.

Miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Pezzi ha tenido tiempo de desempeñarse como urbanista. Suyos son numerosos planes de desarrollo. El Qualifica, por ejemplo, lleva su firma. Tampoco se ha olvidado de los rudimentos del oficio, que le han valido para alumbrar proyectos como el polideportivo universitario de Teatinos, el centro de visitantes de Sedella y el Torcal o el Centro de Ciencia y Tecnología del PTA. Hijo de un técnico de aduanas, el urbanista nació en una casa poco vinculada a la arquitectura. Dice que se decantó por la carrera por su condición de vórtice entre las letras y las ciencias, lo que ha podido comprobar en su manera de acomodarse a las diferentes facetas. «Como arquitecto he hecho un poco de todo», reconoce.

En esa totalidad se incluye una de las labores que más éxito le ha reportado, el ensayo. Hernández Pezzi ha publicado numerosos libros, algunos de ellos galardonados con premios nacionales, aunque pocos le han hecho tanta ilusión como el le concedió Unicaja por uno de sus títulos literarios. «Quizá porque no es mi campo y tuve el reconocimiento de un jurado formado por gente como Alfonso Canales». El encuentro con las letras no es casual. El arquitecto tiene un gusto que lo deja fuera de las referencias de compromiso que suelen farfullar, con escasa convicción, la mayoría de los políticos. Le fascina la poesía y el ensayo. María Zambrano. Dylan Thomas. Yeats. Antonio Colinas. Sus debilidades musicales tampoco entienden de zalamerías. En una conversación inquisitorial y a bocajarro, cita a Bernstein, Schoenberg, Olivier Messiaen. Todo un manual de salvación para cuando reposen los planos, y, a partir de ahora, los sinsabores de la política.