El Instituto de Estudios Portuarios acogió ayer la presentación del libro Guadalmedina, un río invisible, editado por el CEDMA y que recoge las propuestas realizadas por 55 alumnos y más de una veintena de profesionales sobre el futuro del río Guadalmedina y su cuenca. Este trabajo colectivo ha sido coordinado por la Fundación Rizoma, con José María Romero como cabeza visible.

El gran debate de futuro de Málaga gira en torno al río Guadalmedina. Pero, más allá de los argumentos políticos, está el conocimiento y estudio de la cuenca del río, de 52 kilómetros y una gran desconocida para el gran público. El libro Guadalmedina, un río invisible trata de poner un poco de orden en el marasmo del debate y acercar un cauce de una gran riqueza y variedad, como asegura el coordinador de la obra, José María Romero.

¿De dónde surge la iniciativa de escribir este libro?

A raíz de un curso propuesto por Paco Puche para conocer el Guadalmedina. Participaron 55 alumnos y más de veinte profesores y profesionales. El objetivo era estudiar el cauce desde el origen hasta la desembocadura, porque el río son los 52 kilómetros que tiene de largo, no los últimos seis kilómetros.

¿Qué objetivos se busca con este libro?

Es un libro muy visual que tiene un objetivo pedagógico y donde todas las propuestas son abiertas, porque creemos que las propuestas las deben plantear los técnicos, pero los ciudadanos deben tener capacidad de decisión. Además, se contempla el río en todo su cauce, no sólo una parte, porque es un espacio de gran valor desde su origen hasta la desembocadura.

¿Hacia dónde van las propuestas que se recogen en el libro?

Son muy variadas, pero en realidad se puede hablar de una única propuesta que no es cerrada. Lo que se busca es que se trate al Guadalmedina como una unidad. El libro analiza el río por zonas, pero con idea de acercarlo en su globalidad y no sólo se vea como un espacio de encauzamiento.

¿El encauzamiento es una opción adecuada?

El río es un accidente geográfico que le da un carácter a la ciudad. Si se hace desaparecer, se le quita personalidad a la ciudad. Lo importante es que un río funcione como tal y que lleve agua cuando tenga que hacerlo. No hay que olvidar que el Guadalmedina es un río mediterráneo, que a veces lleva agua y a veces, no.

¿Qué solución se puede plantear para su recuperación?

El cauce necesita una reforestación para evitar las correntías. Es una solución que no necesita mucho dinero y que, antes o después, se tendrá que hacer. Pero no se puede plantear como se hizo en los años 80. Hay que apostar por árboles que son variedades mediterráneas, como el quejigo, la encina o el alcornoque.

¿Sería suficiente con la reforestación para eliminar el riesgo de inundaciones?

El Limonero se quedaría para evitar que llegue a una avenida, pero su uso principal sería dejar pasar agua para que hubiese en el cauce y recuperase su valor ambiental. Encauzar un río es cargárselo, exterminarlo. Esta solución sólo interesa a las empresas de construcción, pero es una solución muy cara y con una inversión descomunal. Afortunadamente es un gasto desproporcionado y ahora no hay dinero.

Pero se sigue insistiendo en esa alternativa.

En 15 o 20 años será un delito embovedar un río. La Directiva Marco Europea sobre el Agua plantea que para 2015 todos los ríos deben funcionar con su caudal ecológico, que es el que pueden llevar.

¿Qué zona del cauce le gusta más?

Hay espacios muy variados. A la altura del arroyo Chapero se ha recuperado muy bien, pese a ser una zona artificial, hecho por la mano del hombre. También destacaría su origen en la sierra de Camarolos.