La primera vez que pisó la Universidad de Málaga fue el 23-F. Dice que en todas partes se oían marchas militares y que, por un momento, pensó que se trataba de costumbres de la localidad. Treinta años después continúa en la cátedra de Ecología, coronando, si las nuevas políticas de jubilación no lo evitan, una carrera a todas luces brillante, tanto en la enseñanza como en la investigación. Conversar con Xavier Niell es un estímulo. También por su sentido del humor. «Soy un pesimista activo», confiesa.

Destrucción de los polos, aumento de la temperatura, cambios en la fauna y la flora. En los últimos años se ha hablado de muchos escenarios futuros a propósito del cambio climático. ¿Cuál le parece el más realista?

Personalmente mantengo al respecto una postura estrictamente tomasiana. Lo que veo es lo que creo. Está claro que hay evidencias del cambio climático. La subida del nivel del mar, los glaciares. Muchas de ellas las trabajamos en el laboratorio, pero se deben tomar con calma. Hace falta tiempo y que se consoliden los resultados. Quizá la debilidad de la teoría es que los métodos que se utilizan para estudiar el fenómeno no siempre son los más consecuentes. En 1965 Forrester calculaba que la población actual rondaría los 4.000 millones de personas. Fíjese si se ha equivocado. El problema es que el cambio climático se ha politizado, se ha sacado de las manos científicas y se manipula políticamente.

¿Con qué objetivo? ¿Acaso utilizarlo como cortina de humo?

En 2011 preguntarse por el significado de la actitud de los políticos es sumamente arriesgado. De momento, ha servido para obtener subvenciones y generar miles de conferencias. Hace un tiempo estuve en una de ellas y fue decepcionante. Se ofrecieron en las conclusiones cosas que ya se sabían desde 1936. Lo que quiero decir con esto no es que sea, ni mucho menos, escéptico, sino que hay que abordar el fenómeno con sensatez y profundidad, no como ahora, que se mide la incidencia en un cuerpo de la subida de tres grados de temperatura, como se ha hecho toda la vida, y en lugar de influencia térmica se habla de medidor de cambio climático.

Convendrá, al menos conmigo, en que la preocupación de los políticos ha aumentado...

Ahora hay mayor conciencia social, especialmente entre los jóvenes. Sobre todo, porque hace cuarenta años no había ningún tipo de freno a la destrucción del entorno, pero la preocupación no es de los políticos, sino de la sociedad, que fue quien la generó, o más bien lo que entonces se consideraba un puñado de locos, entre los cuales me incluyo. El sistema no ha tenido más remedio que incorporar esa inquietud, aunque con un gran defecto ejecutivo. Es lo que pasa siempre que los revolucionarios se hacen jefes de algo. Nada cambia, en el fondo.

Se supone que el compromiso medioambiental forma parte de la agenda de las administraciones. ¿No le parece un avance?

Sí, sólo faltaría que no se hubiera mejorado en nada... Lo que ocurre es que el concepto es diferente. Lo que se busca es el uso de la naturaleza, se respetan los espacios en función de su rentabilidad y del servicio que pueden prestar, pero no por lo que son. Es un problema educacional. Yo me pregunto, ¿qué utilidad tiene la catedral de Burgos? ¿Acaso no sería más provechoso poner un aparcamiento en su lugar? En esto es básicamente lo mismo. Se llegan a extremos en los que los ecólogos tienen que investigar para demostrar a la administración que un espacio es rentable y merece continuar, lo cual es perverso. Esa lógica condena a los espacios que no llegan al punto de belleza exigido y se necesita que sobrevivan. Las reservas actuales son ridículas tanto en su tamaño como en su explotación. No se deja tranquila a la naturaleza.

Dicen que Málaga es paradigmática en destrucción de espacios como el litoral. ¿Tanto daño ha hecho el urbanismo?

La expansión urbanística de Málaga constituye un ejercicio terrible de desconsideración hacia el ser humano. Se han diseñado barrios enteros de alta densidad de población, con una cantidad de metros cuadrados totalmente injustificable. Desde luego no se logra la armonía por la vía de la avidez, aunque se gana dinero. El problema es que el urbanismo representa uno de los pocos caminos de crecimiento económico de la zona. No hay alternativas reales, se utilizan epígrafes como el de la innovación para uso político y público, a todo se le denomina innovador y eso es frívolo.

¿Cree que la ley puede evitar nuevos excesos? Lo digo por la polémica acerca de la legalización de viviendas consideradas fuera del planeamiento...

Eso ha sido un gran desengaño. Cuando se redactaba la ley parecía que se iba por buen camino, pero volvemos a la dificultad para ejecutar las cosas. Se trata de medidas difíciles, probablemente también impopulares, pero lo que no se puede hacer es no aplicar lo que se aprueba y gastar el dinero en muros y cartelería. Muchas de las casas ilegales, y no me refiero sólo a la Axarquía, están, además, mal construidas, son inhabitables y puede que algún día se conviertan en un monumento siniestro a la organización del turismo. Fíjese por ejemplo en algunas de las casas de la falda del monte San Antón , que están construidas en lugar en el que no hay seguridad geofísica, en condiciones desfavorables y que, obviamente, se pueden venir abajo. Sin ir más lejos, siempre que se registra un temporal, se detectan desprendimientos.

¿Qué opina de la continuidad de los chiringuitos?

Es un tema complejo, en el que confluye la tradición y un tipo de innovación legislativa muy racional. Lo lógico sería apostar por sanearlos, corregir los excesos y ayudarles a que puedan adaptarse a la ley. Eso comporta vigilancia exterior, por lo que calculando los costes, imagino que existe el riesgo de que la cuestión se demore en el tiempo. Esperemos que no se convierta en una nueva discusión inútil. Si los chiringuitos incumplen la ley eso se puede medir, lo que ocurre que sería generar un problema económico.

Cada vez que llueve con intensidad, los pantanos abren las compuertas. ¿No hay ninguna alternativa para aprovechar el agua?

La política hídrica no es unánime y resulta francamente mejorable. La directiva marco de la Unión Europea es, sin duda, inabarcable, difícil de entender y de poner en práctica. Para responder a su pregunta, quizá lo primero que había que pensar es en la propia naturaleza de los pantanos. Nadie dijo que los embalses fueran la mejor solución, o al menos, no en exclusiva. Probablemente habría que priorizar otras vías, acaso más interesantes que almacenar o hacer acopio del agua. Me refiero principalmente al uso, al aprovechamiento que se hace de los recursos.

¿A qué se debe la frecuencia de los ciclos de sequía y los temporales de los últimos años? Hay quien lo achaca al cambio climático.

Podría estar en relación con el cambio climático, pero habría que ser más pacientes a la hora de cotejarlo y ver si las cifras son tan extremas y extraordinarias. En cualquier caso, es necesario distinguir entre periodos de sequía y de escasez de agua. Quizá la clave esté en la presión demográfica, que es terrible. Ése probablemente sea el mayor desafío, tanto para los recursos como para la continuidad de los espacios.

¿Qué propone para solucionarlo?

La solución es complicada. Yo, particularmente, no la tengo. El mundo está en una situación muy estable dentro de la saturación actual. Estamos usando tanta energía en mantener este modelo productivo que es muy posible que lo hagamos salir de la crisis sin que nada haya cambiado. Eso comporta mantener las desigualdades, porque estamos hablando de un sistema en el que resulta imposible que otros vivan como vivimos en esta parte del mundo. Algunos malviven y otros viven mal. Salvo que se tenga un sueldo de miembro de consejo de administración.

¿Considera que la aceleración del cambio climático es producto de los errores del sistema?

Sin duda, pero a veces no se analiza con la misma óptica. Estamos muy preocupados por los cambios que se producen en la naturaleza, pero no reparamos en los cambios sociales y educativos que son más importantes, entre otras cosas porque determinan la propia naturaleza. Tenemos a los estudiantes mal preparados, un sistema educativo roto y eso es esencial.

Una curiosidad, ¿qué le pareció aquello del primo de Aznar y su escepticismo acerca del calentamiento global?

La verdad es que no me gusta hablar de personas que no me merecen crédito ni consideración. Lo del primo fue completamente pueblerino, pero no sólo es cosa suya, sino de todos los políticos, incluidos los que no son españoles.

En corto

Nuevos tiempos, nuevas preocupaciones, pero muchos de los llamados sectores estratégicos se quejan de falta de respaldo económico. ¿Es el caso de la investigación?

La investigación, junto quizá los funcionarios, es el sector más afectado por los recortes de presupuesto que se han aplicado en los últimos años. El dinero que se destina anualmente a la investigación se ha limitado drásticamente, especialmente en lo que respecta a proyectos de conservación. Podría parecer un problema sumamente actual, pero en realidad cuenta ya con recorrido. La investigación está mal asistida, España no tiene una dirección clara, al margen de epígrafes vagos. Para comprobarlo no tiene más que contrastar lo que se estudia en muchos cambios, que es exactamente lo mismo que hace veinte años con la salvedad del cambio climático, que incluye muchos aspectos que ya estaban prefigurados anteriormente. Añada a esto la política de becas, que es absolutamente mezquina, ridícula en sus presupuestos.

No le veo excesivamente entusiasmado con la gestión de las universidades...

La universidad se ha deteriorado enormemente, entre otras razones, porque la educación secundaria también está deteriorada. Las carencias de los alumnos son cada vez más amplias. Sin duda, la educación es uno de los mayores problemas actuales. No se puede hablar de universidad de excelencia y luego no asignar recursos. Seguramente, los gestores objetarían que se ha gastado mucho y comenzarían a contar millones, pero lo interesante es ver qué se ha hecho con ese dinero. La universidad, como dice un buen compañero mío, poco a poco se ha llenado de mediocres. Los criterios de selección de personal son muy discutibles y esconden mucha medianía. Fíjese, por ejemplo, en la elección de los rectores, que se hace por votación en lugar de por méritos profesionales. La universidad se está convirtiendo en un instituto de secundaria. Y además, de los malos.

.¿Cree que algún día será posible evitar la fuga de cerebros?

Últimamente se habla mucho de la recuperación de investigadores, pero la verdad es que cuesta mucho convencer a alguien que ha logrado hacer carrera en el extranjero. Especialmente, por el sistema español, que es completamente atávico y no permite a los científicos convertirse en catedráticos hasta, como mínimo, los 40 años, con independencia de su valía.