Ahí está, rescatada del sueño renacentista ideado por Leonardo da Vinci. La antepasada de la bicicleta que dibujó este genio, pero que nunca hizo realidad, puede verse, a tamaño natural y hasta fin de mes, en el instituto Gaona, acompañada de otros cinco modelos de bicicletas históricas.

Las seis piezas tienen detrás las buenas artes y la paciencia de Emilio Espinosa, profesor de dibujo del instituto Gaona, que es un enamorado de las bicicletas y las motos antiguas. Además, este malagueño, nacido en Campillos hace 59 años, completa la exposición con una buena dosis de cajisturas de su invención: esculturas de madera repletas de cajones ocultos.

«Inquietudes artísticas he tenido desde pequeño, entonces quería ser escultor, pero al ingresar en Bellas Artes en Sevilla y ver cómo bajaban piedras enormes de la claraboya me dije dónde iba a meter esas piedras si vivía en un piso con cinco hermanos, así que me metí en pintura», bromea.

Una relación histórica de bicicletas

Su manejo de las herramientas de bricolaje y los cálculos técnicos le han llevado a convertir en reales unas antepasadas de las bicicletas de las que no queda rastro o sólo existieron en el papel, como es el caso de la ideada en 1490 por Leonardo da Vinci.

Una de las sorpresas de este modelo renacentista es que es de imposible manejo. «Uno de los defectos que tiene es que al no caer el eje de la dirección por delante de la rueda delantera la rueda gira para atrás», cuenta. Y es que, si Leonardo hubiera hecho realidad su prototipo ya habría tenido tiempo para mejoras.

Le sigue en antigüedad un celerífero de 1790, también de difícil conducción «porque no tenía ni dirección ni pedales». Una adaptación de este modelo es la draisienne, con apoyabrazos y asiento regulable, «aunque se sigue conduciendo con los pies». Habría que esperar a 1839 con el modelo de MacMillan, que Espinosa reproduce, para encontrar un sistema de bielas en las ruedas, como en los trenes. De 1863 es el modelo de Michaux con pedales, llamado la quebrantahuesos «a causa de las vibraciones». Por último, el modelo de Starley, de 1870 es la clásica bicicleta decimonónica con una rueda delantera mucho más grande que la trasera.

Enrique Pavón cuenta que trató de encontrar un carpintero que le hiciera las ruedas, «Pero como no encontré, las hice yo», destaca.

El artista utiliza maderas recicladas no sólo para las bicicletas sino también para sus cajisturas, unas creaciones basadas en su imaginación: «A veces, tiran cajones de ropero antiguo y los laterales son de pino curado, sin polillas. Los vecinos también me traen madera, es una pena que se tire tanta en tan buen estado».

Meninas, toros cretenses, bisontes de Altamira, un fastuoso dragón, flamencos de aires modernistas o un Nacimiento en el que el Niño Jesús se puede guardar dentro de la Virgen...y todas las piezas con resortes de los que surgen cajones perfectamente camuflados.

El mundo artístico de Enrique Espinosa, poblado de bicicletas sacadas del túnel del tiempo y criaturas fantásticas puede visitarse este mes de 18.30 a 20.30 (Gaona, número 7).