«¿Quién le va a cuidar mejor que yo, con tanto cariño y entrega?». Es la ventaja que esgrime el familiar que se convierte en cuidador de un paciente con alzheimer. Los médicos también ven ese punto a favor, el problema surge cuando se ignora la carga emocional de una enfermedad que puede prolongarse dos décadas. Entonces, el síndrome de estar quemado se torna en algo patológico. Es decir, el cuidador se convierte en paciente.

Más de la mitad de los familiares que se hacen cargo de un enfermo presentan niveles de ansiedad y depresión que constituyen un problema de salud mental. Es la conclusión de un estudio elaborado por el Instituto Andaluz de Neurociencia y Conducta, que se ha publicado en la revista científica norteamericana The International Psychiatry in Medicine el pasado enero. José María García-Alberca, uno de sus autores y director de la Unidad de Memoria y Alzheimer del instituto, apunta que el remedio a esta situación es ofrecer a los cuidadores cursos de formación y, sobre todo, hacerles conscientes de que la enfermedad es larga, costosa y dura emocionalmente, y que lo peor que pueden hacer es apartar la mirada hacia sí mismos.

«Estos cuidadores requieren de una intervención psicosocial, que mitigue el sufrimiento y la ansiedad. De lo contrario, pueden claudicar». Este especialista llama la atención sobre este problema, teniendo en cuenta que el 80% de los cuidadores de enfermos –en Málaga hay unos 12.000 pacientes– son familiares. El perfil más frecuente es el de una mujer de 61 años que se hace cargo de su esposo, o de algunos de sus padres.

La dedicación al ser querido es completa, todo el tiempo del mundo, pero eso no paraliza el avance de la enfermedad. Y surge la pregunta: ¿Cómo me comporto si repite frases, o si no sabe quién soy, o si se muestra agresivo? El doctor García-Alberca recomienda a los cuidadores, además de empaparse de la enfermedad, aplicar técnicas de neuroplasticidad, que consisten en entrenar aquella parte del cerebro en la que aún no ha incidido la enfermedad, para que un determinado grupo de neuronas sea capaz de aprender las funciones de las que han muerto. «Conseguimos así recuperar funciones, sobre todo en estadío leves y moderados de la enfermedad».

Y el consejo para el cuidador, fundamental en opinión del especialista, es que no descuide su vida social, sus aspiraciones, ni su salud física. Volver a mirarse a sí mismo.

Este trabajo se ha desarrollado a partir de una muestra de 250 personas, a las que se les hizo un seguimiento y entrevistas para analizar la relación cuidador-paciente. «Se nos olvida que la enfermedad es familiar, que el cuidador sufre tanto que acaba contaminándose», sostiene.

La progresión del alzheimer

Los especialistas inciden en el coste social y económico de la enfermedad (23.000 euros al año para los pacientes graves), y advierten de su progresión. En 2050 el 31% de la población tendrá más de 65 años. Retrasar la aparición de esta demencia, que aún no tiene cura, centra gran parte de las investigaciones. Hoy se sabe que un cerebro estimulado a lo largo de la vida tiene más capacidad de resistencia. También, que los problemas vasculares agravan el riesgo de sufrir la enfermedad. «Siempre es buen momento para entrenar el cerebro, estimularlo, y para estudiar », subraya García- Alberca.