Cristina se despoja de una careta de Francisco de la Torre para atender a la prensa. Sus facciones no engañan. Apenas supera los 23 años. Dice que si pudiera se dedicaría a otra cosa, pero que no le ofrecen alternativas. Hace poco fue multada por comer pipas en uno de los polígonos industriales. Es lo que sus compañeras consideran el colmo de una ordenanza municipal que ha generado un descontento casi sin precedentes en el colectivo. Tanto como para exhortarlas a manifestarse en época de elecciones, rodeadas de propaganda de campaña, aunque con pocas expectativas de que su situación forme parte de las promesas que describen el calendario inmediato de los políticos.

Las mujeres se han unido en una asociación, Amtttse. Cuentan con el apoyo de instituciones como la Universidad de Málaga y numerosos colectivos. Muchos de sus miembros acudieron ayer a la convocatoria de la plaza de la Constitución y se prestaron a lucir las máscaras y participar en una perfomance tan divertida como dramática. Acoso e inseguridad. Para ellas forma parte del día a día. Daniela relata que desde que entro en vigor la normativa, hace ya cinco meses, la clientela se ha reducido en un 80 por ciento. Y lo que es peor, las mujeres que ejercen la prostitución se han convertido en las depositarias de unas multas en principio concebidas para disuadir a los clientes. Los datos así lo indican. El 90 por ciento de las sanciones interpuestas hasta el momento han recaído en las trabajadores. La cuantía no es, ni mucho menos, frívola. Ente 750 y 1.500 euros. Lo suficiente para representar una losa en la economía de un colectivo que se expone a este tipo de iniquidades para sobrevivir y alimentar a sus familias.

A Daniela no le convence el argumento, repetido como un mantra entre las administraciones, de que el espíritu de la normativa abraza propósitos tan nobles como acabar con la explotación sexual. «Para poner fin a la trata de mujeres lo único que hay que hacer es regularizarnos como trabajadores del sexo», replica.

La portavoz de Amtttse, de origen latinoamericano, asegura que la respuesta de las mujeres nunca ha sido cerrar las puertas al diálogo. Puntualiza que el colectivo se ha puesto en contacto en numerosas ocasiones con el área de Participación Ciudadana para buscar una solución a sus problemas, que incluyen el aumento de la inseguridad. «Somos agredidas, insultadas y robadas», precisa.

La última propuesta de las mujeres demuestra su voluntad de acabar con la polémica. Están dispuestas a constituirse en cooperativa y alquilar una parcela ubicada junto a los antiguos terrenos de Repsol para poder ejercer. «Urbanismo se ha comprometido a consultar cuál es el propietario para negociar», puntualiza.

Clara sostiene que la presión policial de los últimos meses está llegando a cotas que califica de insólitas. Las que trabajan en España sin tener al día su documentación denuncian el uso de métodos coercitivos para alejarlas del oficio. Los colectivos que respaldan su causa van más allá y critican el contenido de una ordenanza que, sostienen, restringe la utlilización del espacio público al paseo y el consumo. Al igual que Cristina, Clara y Daniela también aceptaría cambiar de profesión, pero insiste en que la norma no ha ido acompañada de ayudas que pudieran representar una alternativa. A Cristina le preocupa, además, la multa, que asciende a 751 euros, aunque asegura que ha recurrido. «Estábamos sentadas comiendo y aún así nos multaron», reseña.

La reivindicación del colectivo sigue siendo la misma que en el momento en el que se empezó a discutir la ordenanza. La habilitación de un espacio seguro para dedicarse a un trabajo que en la mayoría de los casos descansa sobre la obligación de encontrar un modo de ganarse la vida. «Nos han propuesto sitios que son muy peligrosos y los que nosotras pedimos tampoco se han aceptado», comenta Daniela. Y mientras tanto, prosiguen las multas.

Una performance para expresar la situación. Las prostitutas integradas en la asociación Amttse participaron ayer junto a miembros de colectivos sociales en una performance destinada a mostrar las dificultades que atraviesan a diario. Las trabajadoras demostraron buen humor y contaron con caracterizaciones y caretas del alcalde y de sus concejales.