«No se puede vivir sin ilusión», sostiene con razón esta extrovertida malagueña de adopción, nacida en Moratalla, Murcia, en 1931, aunque criada en Caravaca. De la Guerra Civil de su infancia recuerda «la impresión del miedo, el sufrimiento y la carestía», aunque pasó buena parte de la contienda en Santiago-Pontones, en Jaén, el pueblo natal de su padre, en casa de una tía abuela que fue un gran consuelo para ella.

De padre comerciante (Antonio) y madre profesora (Carmen) en su familia abundaban las maestras. «Desde pequeña oía hablar de niños y educación y yo ayudaba mucho a mi madre en el colegio», cuenta.

Ana, como el resto de sus hermanos, estudió Magisterio, en unos tiempos muy duros en los que además se decía eso de ganas menos que un maestro de escuela, así que el mérito fue doble.

Falleció su padre y Ana, con 22 años y en sus primeros tiempos como maestra, recibió el consejo de una amiga de la línea aérea TWA de que, por su aspecto y el dominio del inglés, trabajara en ese mundo. Finalmente, se presentó a una prueba para azafata de tierra en las Línea Aeropostal Venezolana (LAV) y fue seleccionada. «Me quedé en Madrid y pedí la excedencia», cuenta. Su sueldo casi se multiplicó por diez y Ana entró en un mundo laboral de gran prestigio y al alcance de pocos. «Las oficinas, supermodernas, estaban en la plaza de España en Madrid, junto a la Gran Vía y un sastre muy famoso que trabajaba en el edificio nos hacía el uniforme», recuerda.

Y el primer día que acudió a trabajar a Barajas, «creí que estaba en una película». De hecho, en su trabajo, al que acudían a verla sus paisanos de Caravaca, conoció a personajes como Ava Gadner, Xavier Cugat, Frank Sinatra o Douglas Fairbanks. «Los más simpáticos fueron Vivian Leigh y sir Lawrence Oliver, que me invitaron a sentarme con ellos y a tomar algo», rememora.

La fama de eficiencia de Ana voló hasta Caracas y el gerente de la compañía le pidió trabajar en la capital venezolana. Entre Caracas y Maracaibo estuvo casi una década. En ese país conoció a su marido, Eduardo Wannissian, un libanés de origen armenio con quien se casó en 1957 y tuvo un hijo, aunque pronto se divorciaron.

En 1964 regresa a España y al magisterio, para poder estar más tiempo con su hijo. Uno de sus primeros trabajos, una escuela de protección de menores, un trabajo duro del que conserva alguna cicatriz de las alumnas, señala. «Pero trabajé con mucho amor y las quise muchísimo», advierte.

En 1972, siguiendo el consejo de su madre, pide plaza en Málaga, donde vivían dos hermanas y estuvo 25 años en el colegio Ciudad de Mobile, en Martiricos. «He sido profesionalmente la mujer más feliz», confiesa. Ana Sola innovó sacando a los niños (párvulos) a la calle, publicando una revista de clase diez años o creando una asociación de padres. Con 65 se jubila y aunque al principio se sintió «desnortá», llegaron clases de pintura, teatro, colaboración en la revista Solera, un blog y un libro de relatos publicado por Bienestar Social en diciembre. Lo suyo es vivir la vida y aprovecharla siempre. Con ilusión y por supuesto, con maestría.

AnécdotasEl inglés en los años 50 y la visita de Mohamed V

No sabe muy bien por qué, pero a los 10 años Ana le dijo a sus padres que quería aprender inglés. En unos tiempos en los que en bachillerato se estudiaba latín, griego y francés, su padre replicó: «¿Inglés?, ¿dónde ha escuchado esta niña esa palabra?». Ante la novedad, Ana Sola fue con su madre a Madrid y allí, en una librería de viejo, localizó una estropeadísima gramática inglesa. «Y me sentí muy feliz con aquel libro», confiesa.

De vuelta en Caravaca, le dijeron que en el pueblo «había uno que hablaba un idioma extranjero que se llama inglés» y dio clases con él, aunque más tarde su hermana le regaló clases particulares con una profesora nativa en Madrid.

Tampoco olvida Ana Sola la invitación que le hizo un coronel para ver en la pista de Barajas la llegada del rey Mohamed V, del recién independizado Marruecos, que fue recibido por Franco. A escasos centímetros de los dos personajes, la joven azafata no pudo reprimir tocar a Franco en el brazo. Al día siguiente apareció la foto en los periódicos de ese instante, del que ella no fue muy consciente, y recibió la reprimenda del coronel. a. v. málaga

EstudiosEl piano no se olvida

Ana y sus hermanos pudieron estudiar todos una carrera en la posguerra. Además, ella y sus hermanas estudiaron piano. Su padre era un melómano que cantaba en la iglesia y Ana le acompañaba al armonio.

El blog

En el ciberespacio

Después de recibir unas clases, Ana Sola abrió su propio blog (anasolaloja.wordpress.com), con el subtítulo A mi edad y con un blog... Ha recibido 2.000 visitas en su primer mes, muchas de Hispanoamérica.

Familia

Con su hijo Eduardo

Del matrimonio con su marido de origen armenio nació su hijo Eduardo en 1959. Ana, que entonces vivía recién casada en Caracas, quiso que su hijo naciera en Málaga y vino al mundo en la clínica de la Encarnación.