A Miguel Sánchez le avala la experiencia. Después de cientos de batallas en el sector, ya no necesita mirar por la ventana para saber si son molinos o gigantes las nubes que se avecinan sobre la Costa del Sol, donde este verano se presume un cielo turísticamente despejado.

El presidente del Consejo de Turismo de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA) no juega a adivino, sin embargo, y analiza las claves que marcarán el escenario de la provincia de Málaga durante los próximos años. «La apuesta debe ser la innovación y la calidad», puntualiza.

Dicen que este verano ejemplificará la reactivación económica. ¿Son esas las perspectivas que manejan los empresarios?

Los números así lo indican. Los pasados meses de mayo y junio se han zanjado con un comportamiento turístico bastante positivo. Ahora mismo resulta complicado establecer previsiones para la temporada alta porque, una vez más, se está contratando con muy poca antelación. Por el momento, las reservas se limitan a la primera quincena de junio, pero aun así esperamos que, efectivamente, se registren números que permitan pensar en la recuperación y la vuelta paulatina a los niveles de crecimiento anteriores a la crisis.

¿Qué lección debería extraer el sector de todo este estropicio?

Lo que enseñan las crisis es a no volver a incurrir en los mismos errores durante la época de bonanza. Estamos en un sector en el que nunca puedes confiarte, constantemente renovado por nuevos retos y competidores, en el que jamás hay que dejar de buscar la satisfacción del cliente. Los buenos resultados, que casi hicieron desaparecer algo tan acusado actualmente como la estacionalidad, nos llevaron a descuidarnos y no debemos hacerlo nunca más. En este sector no se puede bajar la guardia, ni siquiera en los mejores días.

¿En qué otros aspectos se ha equivocado la industria en todos estos años?

El error, especialmente en Andalucía y en la Costa del Sol, ha sido prestarle demasiado atención al boom inmobiliario, que relegó al turismo vacacional a un segundo término. La industria dejó de representar uno de los ejes de la economía, como nosotros reclamamos, para supeditarse a las exigencias de la construcción. La parte residencial, el negocio inmobiliario, se convirtió en la prioridad de las administraciones y de las asociaciones y, con ello, se perdió celo en la promoción, además de en elementos como la atención al turista o ornamentación de los municipios.

¿Los excesos son ya poco subsanables?

Digamos, más bien, que al sector turístico le ha costado recuperar la confianza y lograr que el turista vuelve a fijar su atención en la Costa del Sol. Especialmente, tras los episodios de inseguridad urbanística, que han afectado a todo lo demás. No obstante, todo esto también ha traído efectos positivos. El auge residencial hizo, por ejemplo, que se multiplicarán las líneas aéreas con Málaga y eso abre nuevas puertas para el sector, al igual que la ampliación del aeropuerto y la mejora general en comunicaciones. Lo que tenemos ahora es que trabajar con ilusión y hacer bien los deberes, no sólo en los hoteles, sino en todo lo que conforma la industria, desde los taxis a las agencias, los comercios o la amabilidad.

¿Es cierto que esta ha sido la crisis más dura de la historia del turismo?

Lo que puedo decirle es que yo he vivido tres crisis; la de principios de los ochenta, la de los noventa y ésta, que es, sin duda, la más grave, porque ha afectado a todo y a todos. Veníamos de un periodo de expansión desorbitada, repleto de facilidades, en el que los bancos te empujaban y financiaban todo, incluidas las vacaciones, lo que ha hecho que esta crisis nos agarre con un exceso de deudas y de inversiones. Además, esta vez ha sido de un día para otro. Sin avisos. En los años noventa, por ejemplo, recuerdo que los operadores empezaron a detectar previamente una caída de las reservas y hubo más tiempo para reaccionar.

El negocio, supongo, también era otro...

Sin duda, antes estaban muchísimo más localizados los emisores y receptores, pero cuando estalló la crisis la industria ya había cambiado. Estamos en un negocio en que cualquier rincón pelea por recibir turistas y en eso nos encontramos con competidores con costes más baratos. Se trata de ciclos, pero tenemos que tener en cuenta nuestras ventajas competitivas. Somos un destino seguro, y, además, pocos pueden presumir de tener unas infraestructuras complementarias tan desarrolladas; la Costa del Sol ya no es sólo playa, se ha puesto en marcha una industria paralela con segmentos como la cultura o el deporte.

Se ha hablado mucho de la pérdida de rentabilidad de las empresas turísticas. ¿Qué magnitudes alcanza?

Teniendo en cuenta todo lo que le decía a propósito de los nuevos competidores, puede hacerse una idea. Estamos vendiendo todavía a precios de hace cinco años, la rentabilidad se ha derrumbado y esto ha llevado a la descapitalización. Sobre todo, porque carecemos de apoyo financiero. Todavía restan uno o dos años de desequilibrio y las ayudas de la administración se han dirigido más a la inversión que a contribuir a que cuadre la cuenta de resultados. Algo que está resultando de poca utilidad porque, con este contexto, son pocos los que pueden invertir.

¿Están descontentos con la administración? ¿No cumple todo lo que propugna?

La Consejería de Turismo ha hecho un esfuerzo extraordinario en materia de promoción y marketing. El presupuesto se ha mantenido, pese a la crisis, y se han desarrollado planes interesantes consignados a la innovación como Andalucía Lab. Todo esto lo ha hecho Turismo, pero se echa en falta un esfuerzo similar por parte de otros departamentos como Medio Ambiente u Obras Públicas. Se han hecho mejoras en las infraestructuras de las playas y en la ornamentación de los municipios, pero sólo a través del Plan Qualifica.

Lo que sí se ha logrado es la aprobación de la Ley del Turismo...

En eso estamos bastante satisfechos. Hemos dedicado mucho tiempo y esfuerzo a la negociación y, sin duda, se ha logrado una ley mejor que la anterior. Todavía quedan puntos por resolver, especialmente en lo que respecta al aprovechamiento del suelo turístico, pero esperamos que se solventen en el Parlamento Andaluz. La norma permitirá aclarar el modelo turístico.

¿Qué me dice del saneamiento integral?

En ese punto sí que quedan cosas por hacer. Resulta francamente inconcebible que el tema esté todavía sin resolver. Ya no sabemos qué hacer. Se creó un foro que ha funcionado muy bien, se han llevado a cabo reuniones con todas las administraciones y todavía sigue siendo una asignatura pendiente. Los arroyos siguen recogiendo los residuos y arrojándolos al mar. Necesitamos un saneamiento terciario, pero no se logrará hasta que las buenas intenciones se acompañen de presupuesto y de inversión.

El turismo se muestra cada vez más sensible a los cambios. ¿Existe alguna manera de blindar al sector frente a los caprichos del futuro?

La única fórmula, sin duda, es invertir en innovación. El sector turístico no sólo es cambiante, sino que también ha multiplicado su exigencia. La informática permite decidir y planificar las vacaciones al instante y eso comporta un nuevo reto. Está claro que es difícil y costoso, pero hay que hacer un esfuerzo para no perder competitividad frente a los destinos emergentes, aunque eso sí, por la vía de la sostenibilidad y de la tecnología, llegando a un buen equilibrio entre la calidad de la oferta y su precio.

A propósito de la competencia, ¿confía la Costa del Sol en fagocitar a los turistas que este año no viajarán a los países en conflicto del Magreb?

Es obvio que el turismo caiga en los países afectados por las revueltas y que algunos de esos países habían experimentado un notable crecimiento en los últimos años, hasta el punto de convertirse en nuevos competidores para destinos más consolidados como la propia Costa del Sol. Probablemente nos aprovechemos de la situación, siempre que entendamos por esto recibir a turistas que, como dice, ya no viajarán a esas zonas. Personalmente no me gusta ganar turistas por los problemas de los demás, pero es evidente que se va a notar. La seguridad, hoy en día, es un factor que marca la diferencia.

"La fórmula del todo incluido se extenderá a velocidad de vértigo"

La Costa del Sol es de los pocos puntos turísticos que resiste la fiebre del todo incluido. ¿Una cuestión de carácter o de potente hostelería?

Es cierto que todavía son minoritarios en la provincia, pero es una fórmula que cada vez va a más. Especialmente, porque es lo que demandan los touroperadores, aunque sí es verdad que no todos los destinos valen para adaptarse a esta modalidad. En el Caribe, por ejemplo, ya abarcan casi el cien por cien de la oferta. En Canarias y las Baleares el incremento ha sido brutal. No sería extraño que en otras partes, incluida Andalucía, ocurriera lo mismo y, además, a una velocidad de vértigo. Al fin y al cabo, se trata de satisfacer al cliente y éste apuesta por estos formatos, en los que sabe perfectamente lo que va a gastar y se olvida de hacer cuentas.

¿Confía en que la tendencia a reservar en el último momento se revierta este verano?

De momento no ha ocurrido así y no parece que vaya a suceder en los próximos meses. Son muchos los factores que intervienen en eso. Influye, incluso, la manera de gestionar las vacaciones, que cada vez tiene menos que ver con la visita a la agencia y más con la contratación inmediata a través de internet. Obviamente no son los mejores momentos para que se dé un cambio de tendencia especialmente pronunciado, sobre todo, porque son muchos los turistas que todavía no saben si podrán ir de vacaciones o no. Viajar se ha convertido en una necesidad, pero la incertidumbre sigue ahí.