Es cierto que el color y las flores alegran la vista, pero el Centro es algo más que un escenario. No es el show de Truman, sino un barrio en el que viven y trabajan muchos malagueños, dispuestos a devolver la vida a una zona que hace apenas una década estaba casi muerta. La realidad, todo sea dicho, es que el Centro ya no es el que era. Se ha lavado la cara, los edificios se rehabilitan, surgen los negocios como setas y muchas familias han fijado en él su residencia, pese a los problemas de aparcamiento y abastecimiento.

Y en ello ha tenido mucho que ver el Ayuntamiento, por su apuesta decidida por el turismo de city break o la rehabilitación. Pero con eso no basta. La limpieza se ha convertido en un problema de graves consecuencias, la basura se acumula a escasos metros de los bares, esos bares con terrazas que aportan frescura y economía pero que invaden el espacio y dejan ruido hasta altas horas… El reto ahora es hacer posible la convivencia de residentes, negocios y turistas. Y no es fácil. Por eso quiero creer que el paseo de las cuatro ediles es sólo el principio anecdótico de un proyecto que el Consistorio debe tomarse muy en serio.