¿Se cree los datos ofrecidos por la Evaluación General de Diagnóstico, que vuelve a colocar a Andalucía en la cola de la educación en España?

Tengo un poco de miedo a la cultura de los titulares. La educación es un fenómeno de extraordinaria complejidad, donde dos más dos quizás no son cuatro. No es que quiera restar credibilidad a esta evaluación, pero los resultados a veces dependen también de la dificultad de las pruebas; e incluso de la motivación de los alumnos a la hora de completarlas. Porque, qué repercusión tiene para ellos que se esfuercen por hacerlas bien, cuando no va a influir en sus calificaciones. Los informes, por tanto, no pueden convertirse en un fin, sino en un medio para mejorar. Ni tampoco pueden ser una piedra que se arroje contra los adversarios ideológicos, políticos o estamentales en la educación. Estos informes han de servir para pensar, dialogar y tomar decisiones para mejorar lo que se está haciendo, pero nunca para generar confusión a través de análisis interesados y parciales.

El informe relaciona las notas de los alumnos con el nivel socioeconómico de su familia o con el número de libros que haya en casa. ¿Está de acuerdo?

Sí, porque es bastante razonable. Lo del número de libros es, sin embargo, reduccionista. No es tanto el número de libros sino el contexto familiar y las expectativas que haya en casa sobre lo que van a hacer en el futuro los hijos. Hay familias que no tienen horizonte. Los padres ayudan a los hijos, los motivan y hacen que valoren lo que es el estudio y el aprendizaje, tienen espacios en casa para hacer los trabajos de clase en silencio, los padres están encima, preocupados por los estudios de los hijos, hablan con el tutor... creo que ese contexto familiar, donde estudia el alumno, es un elemento importante que correlaciona seguro con los buenos resultados académicos.

¿Qué habría que hacer para mejorar los resultados de nuestros escolares? ¿Mejorar sus familias? ¿O es que las familias andaluzas son peores que las del resto de España?

Ni son peores las familias, ni los alumnos son más torpes, ni los profesores menos comprometidos que, por ejemplo, los de Castilla y León. Lo que tiene que haber es una lectura autocrítica. ¿Para qué se hace la prueba entonces? Para detectar los problemas y tratar de mejorar. No sólo debe servir para establecer un ranking haciendo después comparaciones de las cosas que son incomparables, como comparar La Rioja con Andalucía, que no tienen nada que ver, ya no en lo cualitativo, sino en lo cuantitativo.

¿Hasta cuándo va a estar Andalucía escudándose en que partía de una base más baja que el resto?

Las explicaciones, a veces, son meras excusas, es cierto. No es casualidad que una vez tras otra, Andalucía ocupe uno de los últimos puestos. No es casualidad, pero no es fácil decir el factor al que hay que atribuir este puesto retrasado en el ranking, porque en la educación intervienen múltiples variables: el tamaño de las aulas, el contexto social y cultural y, por qué no decirlo, la gestión de la educación que hace la administración. Insisto en que esto nos tiene que hacer pensar, a cada estamento en la medida de su responsabilidad y es interesante de que se creen espacios que favorezcan el debate educativo y la reflexión. Así conseguiremos que los ciudadanos adquieran un compromiso por la educación. Y eso nos hará ser mejores. Pero hay que superar el morbo de ser los últimos o los primeros.

El informe también sostiene que hacer que un escolar repita de curso es contraproducente. ¿Qué hay que hacer entonces para que se ponga al nivel de sus compañeros?

Lo he dicho muchas veces y es bastante previsible. ¿Qué le pasa al repetidor? Que se le desplaza de sus compañeros, se le pone la etiqueta de torpe y encima le repites lo mismo otra vez. Lo lógico es que no se produzca esa mejoría que sería deseable. Y así lo dicen las pruebas: que los repetidores tienen peores niveles que los del grupo que repiten. ¿No sería mejor hacer algo específico para ellos, que les ayude? En educación establecemos el mismo currículum para todos los alumnos, organizamos el mismo tiempo, hacemos las mismas evaluaciones, usamos los mismos medios y aplicamos los mismos estímulos, pero la psicología del aprendizaje dice que cada alumno tiene su ritmo. Habría que adoptar medidas para que en el propio curso pudiesen avanzar, sin propiciar que se estrellen, tarde o temprano, contra una pared.