El Archivo Histórico Provincial se puso ayer a tono con la estación y presentó como documento del mes, los intentos para levantar en la playa de la Misericordia un balneario para trabajadores. Ni a la de tres pudo ser.

El director general del Libro, Archivos y Bibliotecas de la Junta, Julio Neira, presentó esta selección de documentos veraniegos, acompañado por la directora del archivo, Esther Cruces y la responsable del Archivo Municipal, Mari Pepa Lara, que como explicó, un buen día se preparaba para escribir un artículo sobre los Baños del Carmen, «y terminé escribiendo una tesis doctoral sobre los balnearios».

La moral estricta, por cierto, impedía a mediados del XIX bañarse antes de las 10 de la noche, bajo pena de cuatro días de arresto. A la luz del día había que utilizar los balnearios en la playa de la Cortina del Muelle, con separación de sexos y baños de mar en estructuras cerradas. Este concepto siguió con los baños de Diana, Apolo y la Estrella, instalados primero en esa playa portuaria y a partir de 1887, «por cuestiones de salubridad pero también porque se iba a construir el parque y se iban a hacer obras en el puerto», se trasladaron a La Malagueta. Aunque los baños de Diana no superaron el siglo XIX, sí lo hicieron los de la Estrella (a la altura de la calle Arenal) y Apolo (enfrente del hotel Miramar), que duraron hasta 1943 y 1938, respectivamente.

Como detalló Mari Pepa Lara, el concepto de baños cambió en 1918 con el Balneario del Carmen: la separación de sexos seguía, pero había una zona familiar, campos de deporte y lo más importante, los baños eran ya al aire libre.

En Poniente también hubo balnearios para los obreros de fábricas como las de la Constancia o la Industria Malagueña en la playa de San Andrés, que a finales del XIX, con sólo 100 metros de largo, limitaba con los desagües del arroyo del Cuarto (hoy calle Jacinto Verdaguer) y la Acequia del Labrador (la actual calle Góngora). Añádase la vía del tren y dos fábricas de carbón y allí se emplazaban modestos balnearios como los de La Concepción o San Manuel, que como destaca la archivera, «eran simplemente dos albercas de agua para hombres y mujeres». Estuvieron en funcionamiento de 1891 a 1910 y hubo otros baños Diana de 1910 a 1918.

Habrá que esperar a los años 50 para que vuelva a resurgir el concepto de balneario de trabajadores, ya en la playa de La Misericordia, jalonada por fábricas como la central térmica, Los Guindos o Italcable, aunque a partir de 1954 aparecen iniciativas privadas que más que balnearios son restaurantes con casetas para cambiarse y duchas.

En 1959, la Obra Sindical de Educación y Descanso hace un primer intento para este balneario de trabajadores. Uno de los motivos: el evitar que se cambiaran de ropa al aire libre y fueran contra la moral pública. El proyecto preveía 76 cabinas para hombres y 70 para mujeres pero no se llevó a cabo.

El siguiente intento, de 1965, fue obra del arquitecto Fernando Rodríguez Ibáñez, que planteó el llamado Balneario de San Patricio, de 200 metros cuadrados. A pesar de la autorización de la Diputación, que cedió los terrenos, un despiste de los Sindicatos Verticales con el Registro de la Propiedad frenó la iniciativa. El mismo arquitecto, en 1969, presentaría el proyecto más ambicioso, inspirado en el balneario obrero de Huelva, con cabinas, guardarropa, zona infantil, piscina y restaurante. El problema fueron los materiales y hechuras: dos pisos de hormigón armado «cuando la ley de 1968 indicaba que la estructura de los balnearios tenía que ser desmontable», recordó Mari Pepa Lara.

En noviembre de 1970 la Obra Sindical tiró la toalla y los balnearios en Málaga siguieron siendo cosa de malagueños con posibles.

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