Con una ineludible limitación temporal, la visita que los cruceristas realizan por Málaga debe comenzar temprano. Su barco permanecerá atracado en el puerto sólo unas horas y no tienen tiempo que perder. Tras vestirse y desayunar, ponen pie en tierra a las 9.30 horas. A pocos metros del barco, un autobús les espera para dar un paseo rápido por la ciudad. La plaza de la Solidaridad y los jardines de Pablo Ruiz Picasso suelen ser algunos de los primeros enclaves que observan a través de la ventanilla.

Este rápido recorrido va acompañado de las explicaciones que el guía turístico que los acompaña les da a través del micrófono. Una de las que suele darles el guía Carlos Carrera al pasar por el Puente de Tetuán es la peculiaridad de un río que no siempre lleva agua.

Después, el autobús atraviesa la Alameda Principal, continúa por el Parque, rodea la plaza del General Torrijos y coge el Paseo de Reding para subir a Gibralfaro. Al castillo edificado en el siglo XIV, estos turistas llegan alrededor de las 10.10 horas. Entran al museo ubicado en su interior, donde Carrera les explica sobre una maqueta que la fortaleza cumplía la misión de torre vigía que controlaba a los barcos que llegaban a la ciudad. Algo que terminan de comprender cuando salen y comprueban con sus propios ojos todo lo que se ve desde allí.

«En un día muy claro, se ve la costa hasta Torremolinos», comenta Carlos, quien les enuncia los puntos turísticos más importantes de la Costa del Sol. La plaza de toros e incluso el mismo crucero en el que han llegado a Málaga son otros de los escenarios que aparecen como fondo en las fotos que a los cruceristas les da tiempo hacerse allí antes de continuar con su excursión.

Poco después de disfrutar de la vista aérea más típica de la capital malagueña, el autobús baja a estos visitantes hasta la calle Alcazabilla. En este punto, la familia Machenzie -que ha llegado a Málaga en un crucero que antes ha pasado por Barcelona e Ibiza y que al día siguiente atracará en Gibraltar- abandona el grupo y emprenden su propio camino. Esta familia escocesa no pudo resistirse a subirse a un coche de caballos, algo nuevo para ellos.

El resto de los turistas comienza su ruta a pie detrás de Carrera. Para que no haya lugar a despistes, este guía de la agencia Julià Travel alza una raqueta de madera con el número seis. El mismo que los cruceristas llevan en un círculo azul pegado al pecho. Se detienen un momento frente al Teatro Romano y la Alcazaba, según cuenta Carlos, este último es uno de los monumentos que más atraen la atención de los visitantes. Después, el guía los lleva a un pequeño rincón secreto: una higuera de más de 200 años, que aún da frutos, ubicada detrás del Museo Picasso.

Tras esa original parada, los turistas y su guía atraviesan calle Císter para desembocar en la plaza del Obispo a las 11.25 horas. La familia Machenzie se une de nuevo al grupo y tras una breve explicación sobre el Palacio Episcopal, siguen junto al resto a Carlos hacia el interior de la Catedral. Cuando el reloj del templo toca las campanadas de las 11.30 horas, el guía pisa el primer escalón del Patio de Los Naranjos. Puntualidad inglesa para quitarse el sombrero.

La Catedral es el punto de la visita que más le ha gustado a Neeru Gupta, natural de India. «La arquitectura es maravillosa y los cuadros son muy hermosos», opina esta joven, a la que acompañan otros tres miembros de su familia.

Breve tiempo de descanso

A partir de las 12.25 horas, los cruceristas pueden disfrutar de un descanso de 45 minutos. La mayoría lo aprovechan para tomar un helado o un refresco, ya sea en la terraza de un bar de la plaza del Obispo o sentados en un escalón, eso sí, a la sombra. Algunos optan por ir de compras, aunque son los menos. «Cuando el crucero termina en Málaga sí compran más», asegura el guía turístico.

El puertorriqueño Hiram Ortega y su mujer Sonia aprovecharon el receso para comer una paella y planificar cómo llegar hacia Marbella. Su barco no zarpaba hasta las 20.00 horas y no querían irse sin visitar esta localidad, que conocen por la telenovela La reina del Sur, de producción española, que siguen desde su país.

Los demás turistas prefieren almorzar en el crucero, así que siguen a Carlos hasta el autobús, estacionado en la calle Strachan. El guía los cuenta y en diez minutos emprenden su camino de vuelta al barco. A través de sus ventanillas, echan un último vistazo a la plaza de la Marina y al Muelle de Heredia y luego entran el puerto hasta llegar a la Estación Marítima.

Con pasos iguales de ligeros que los dados a lo largo de su recorrido, se suben al crucero. Para algunos Málaga se ha quedado en esa visita, pero otros preguntan al guía cómo ir hacia la playa. En el barco tienen piscina, pero no pueden bañarse en el mar que ven otean desde su camarote.