­Durante años, 63 para ser exactos, el bar de El Lele fue el guardián de la plaza de la Higuereta, la que mira a la vega de Churriana. Francisco López Angulo, nacido en este barrio de Málaga en 1937, ha recopilado en un libro, titulado En la puerta de El Lele, las anécdotas escuchadas cuando ayudaba a su familia en el bar.

Porque Francisco, además de churrianero y trabajador del vecino aeropuerto de Málaga durante 35 años, es nieto del fundador del establecimiento, Francisco López Lorente. «Mi abuelo lo hizo de madera en el año 20, era un lugar de encuentro y de tertulia, por la mañana acudían los trabajadores del pueblo a desayunar y luego se iban a trabajar a la vega, unos andando, otros en moto, en carro o carreta», recuerda Francisco, que estuvo ayudando en el bar familiar desde que cumplió 13 años hasta que se marchó a hacer el servicio militar con 19.

Sin embargo, él no vio a su abuelo en activo, pues a los pocos años el negocio, según cuenta, pasó a los hijos de este, cinco hermanos, el mayor de los cuales era su padre, Pepe López Montes.

La importancia del bar de El Lele estriba además en que estaba situado en la plaza a la que llegaba y de la que partía el autobús de Málaga, y tenía enfrente la estación del tren, el que enlazaba la capital con Coín, con parada en Churriana. No es de extrañar que fuera uno de los lugares más frecuentados de este antiguo pueblo. Hacia 1955 el establecimiento abandonó las maderas por una estructura de obra con dos pérgolas que hizo las delicias de las numerosas tertulias que allí se reunían.

«En el bar se han contado cosas tan graciosas que me entretuve en copiarlas. En el libro recojo también la atribución de la anécdota», precisa.

Una de ellas, propia de una comedia cinematográfica (de hecho, existe una escena parecida) la protagonizó Pedro Sánchez Benítez. Su mujer le mandó a Málaga a comprar una barra niquelada para las cortinas y al regresar en el autobús Portillo con la barra, «la gente se cogía a ella». Cuando quiso bajarse en la parada junto a la base aérea, «él pedía paso para salir, la gente se apartaba pero no soltaba la barra». Al final tuvo que aclarar que la barra era suya, pero ya el autobús enfilaba hacia Torremolinos.

También hace referencia a las mañas comerciales de Luis, llamado el No ve usted, un hombre muy apreciado que en la posguerra organizaba espléndidas rifas en las que entre otros premios siempre sorteaba un pollo.

Lo cierto es que, antes de comenzar la rifa, el comerciante siempre entregaba el pollo a conocidas familias de Churriana, a las que quería tener contentas y cuando llegaba el mediodía se presentaba a comer. Una rifa con poco margen para el azar.

Francisco López Angulo cuenta que tras la presentación del libro en el año 2003, duró poco tiempo a la venta porque se agotó. «Me gustaría volver a sacar otra edición porque mucha gente se quedó sin él». El bar de El Lele fue derribado en1983, por dificultades burocráticas pero su recuerdo permanece en muchos churrianeros y en este libro lleno de buenos momentos.

El Letra, El máquina grande, El del cuadro o Pepe El Chaqueta

«Los apodos los he ido recopilando con el tiempo, tengo casi 700 y a la mayoría los conozco», destaca Francisco López Angulo, quien a comienzos de año presentó el resultado de su trabajo en Churriana apodo por apodo, una obra en la que aparecen por orden alfabético estas curiosas señas de identidad, tan comunes a tantos pueblos de España y que evidencian, precisamente, el pasado de este antiguo pueblo, que no se unió a la ciudad de Málaga hasta 1905.

Los apodos tienen los orígenes más diversos y las familias los heredan. El mote familiar del autor (El Lele) tiene para él un origen desconocido. «Ese lo trajo mi abuelo pero no sabemos de dónde», explica. Tampoco sabe el origen de El Chaqueta. «Pepe El Chaqueta vino con su familia de Guaro», precisa. El Letra está más claro: «Le llamaban Pepe El Letra porque se encargaba de cobrar las letras». Origen parecido es el de El del cuadro, con un familiar que se encargaba de vender cuadros. Uno curioso, El Litri, porque presumía de ser torero o El magüa, originalmente un jefe indio cuyo nombre utilizaba en sus juegos infantiles un churrianero.