«Estamos impresionados por su currículum, pero no hay vacantes». En el correo electrónico de Rocío Sánchez Quesada se acumulan las felicitaciones. Una y otra vez la misma respuesta, precedida de frases admirativas, la mayoría procedentes de directores de empresa que se justifican, al modo de los viejos capitanes, por no poder estar a la altura de las circunstancias. Palmadas en la espalda, elogios, consejos y hasta promesas, pero el resultado sigue siendo el mismo que el de los otros mensajes, los que le dicen que la empresa con la que se comunica ya ni siquiera funciona. Rocío sigue sin trabajo.

Que Rocío dedique sus mañanas a tocar puertas, algunas de ellas ausentes y desvencijadas, refleja algo más que el sinsentido en el que ha devenido el mercado laboral. Recuerda, incluso, a la distopía de café en la que siempre aparecen cirujanos y astrofísicos al sol, con las manos en los bolsillos, lejos de las estrellas y del laboratorio. Sánchez Quesada tiene dos licenciaturas, Filología Inglesa y Comunicación Audiovisual; habla seis idiomas, entre ellos alemán, inglés y francés; cuenta con el curso de adaptación para impartir clase. ¿Apabullante? Mucho más si se coteja con su experiencia. A sus 29 años, ha trabajado en muchos campos: traducción, intérprete, productora audiovisual, profesora. «La verdad es que frustra, no paro de mover mi currículum», señala.

En los últimos años, Rocío se ha visto obligada a reajustar la lupa, a cambiar de traje, a moverse entre sectores que, en el mejor de los casos, tangencian temporalmente con sus expectativas, centradas en los medios. Confiesa que lo que más le atrae es el ámbito audiovisual. Ha sido becaria de la Málaga Film Office y coordinadora de figuración de la serie de televisión Reina del Sur. Además, cuenta con varios cortometrajes; incluso trabajó en un videoclip de Frida Gold, una de las cantantes más populares de Alemania, jurado de la última edición de Eurovisión. «Entre las productoras de Málaga hay ahora mismo poco movimiento. Muchas han desaparecido», indica.

La versatilidad no es un obstáculo para un perfil como el de Rocío. Desde hace ocho años, compagina las clases particulares de inglés con oficios tan diversos como comercial internacional, relaciones públicas o profesora de idiomas para firmas financieras. El pasado año hizo asimismo de azafata. Y con un esguince. Todo, para no quedarse fuera de una rueda laboral tan caprichosa como demoledora, injusta, ensimismada. «Necesito trabajar y, sobre todo, necesito un poco de estabilidad. Un puesto que permita saber, por fin, lo que voy a hacer los próximos meses», precisa.

Su caso es más intrigante que paradigmático. Un ejemplo que invita a reflexionar sobre el modelo productivo, el mundo que se hace y que se hereda, igualmente equivocado. A los 12 años le dijo a su madre que quería aprender alemán. Ha vivido con becas en Estados Unidos, en una universidad que compite en su escuela técnica con Princeton. Su biografía concordaría con un futuro brillante, holgado, pero permanece enredada en la misma telaraña que consume a antiguos operarios de la construcción, a camareros, a jóvenes licenciados; la crisis, la inevitable crisis. «Sé que las cosas están mal y puede que no haya cambios muy pronunciados en los próximos años. Hay problemas económicos de base», razona.

¿Salir de Málaga? No lo descarta. Su búsqueda de trabajo incluye otras ciudades españolas, además de otros países, aunque reconoce que en este momento no le atrae especialmente la posibilidad de irse lejos, a la manera de la generación anterior de emigrantes. Las condiciones, sin embargo, no ayudan. Vuelve a agitarse el fantasma de la fuga de cerebros, nunca aplacado, al menos, del todo. «Hablo con mis compañeros de universidad de Estados Unidos y se sorprenden. A ninguno de ellos le falta trabajo».

Licenciada por partida doble, políglota, experimentada, con arrojo y en paro. El perfil se repite, pero no deja de ser extraordinario. La enésima constatación de la profundidad del desplome, de la nueva cara del paro, en la que surgen rasgos de carreras en otro tiempo consideradas una garantía de bienestar, de riqueza. Abogados, ingenieros, escritores, sanitarios. Con los desempleados de una provincia se podría crear una nueva ciudad que no echara de menos ningún cargo, ninguna especialidad. O casi. «Da la sensación–intercede Rocío– de que el trabajo intelectual no está muy valorado en España. Es cosa del exceso de demanda», reseña.

A pesar de la crudeza de los tiempos, Rocío no se desalienta. Sigue tocando puertas, con energía, como si alguien estuviera al otro lado y esta vez sí dispuesto a no dejar pasar la oportunidad de contratarla. El desempleo por exceso de preparación, de virtudes. Un mundo ilógico, falto de objetividad, sin correspondencia entre el esfuerzo y el resultado. Aunque con la esperanza de que las cosas cambien. Rocío no pierde las ganas «Hay que seguir buscando», resalta.