Una vez más, el dicho de que el fugitivo puede ser su vecino se ha cumplido. Fue el pasado jueves en Mijas, cuando una mujer que estaba viendo un programa de la BBC vio una foto de su vecino en la televisión junto a otros de los diez delincuentes más buscados de Reino Unido. Resulta que el hombre resultó ser Dominic Steven Powell, de 48 años, buscado por la policía de Gales del Sur para cumplir una sentencia de 16 semanas de cárcel por no haber notificado a las autoridades que iba a salir al extranjero. Era un requisito que tenía que cumplir a rajatabla al estar registrado como un agresor sexual potencialmente muy peligroso. Powell también era buscado en relación a otros delitos como intento de violación, agresión a menores y por hacer fotografías pornográficas de niños. Fue detenido por la Guardia Civil el mismo día que la lista era difundida a España.

Y no era la única cara conocida de la misma. Entre ellos están Anthony Downes y Kirk Bradley, dos prófugos que las autoridades británicas creen que iniciaron su fuga por la Costa del Sol. Ambos protagonizaron el pasado 18 de julio una fuga de película en Reino Unido. El furgón en el que viajaban como detenidos fue asaltado en una carretera de Salford poco después de abandonar la prisión de alta seguridad de Manchester. Sobre las 8.30 de la mañana, en plena hora punta y pleno atasco, varios individuos enmascarados se bajaron de sus vehículos armados con una pistola y mazos y se dirigieron hacia al furgón para obligar a los guardias a abrir la puerta trasera y dejar en libertad a Bradley y Downes. Uno de los policías resultó herido. Una de las principales razones por las que los investigadores británicos creen que están por aquí es que Bradley conoce a Kevin Parle, otro fugitivo de la lista al que la policía inglesa relaciona con dos asesinatos cometidos en Liverpool y al que también sitúan en nuestro país.

La estrategia de los últimos años es clara. Acosar, incomodar al delincuente. Que no se sienta a gusto hasta el punto de obligarle a la itinerancia. «Lo ideal es detenerlos. Y mientras tanto que se sientan muy incómodos», dice un alto mando. Esta puede ser la razón por la que en los últimos años las detenciones de fugitivos han descendido en los últimos años, pasando de los 173 fugitivos extranjeros arrestados en 2008 a los 55 que los agente de la Unidad de Droga y Crimen Organizado (Udyco) de la Costa del Sol detuvieron el año pasado para devolverlos a sus países de origen.

Esa presión está siendo incluso reconocida por las autoridades británicas. «España ya no es el refugio seguro que algunos creían y al que podrían huir los delincuentes británicos», dijo el secretario de Estado británico encargado de la prevención contra el crimen, James Brokenshire, durante la presentación de la Operación Captura. Pero no hay que fiarse, la Costa del Sol, como buena parte del Mediterráneo o Canarias, sigue ofreciendo más pros que contras para todo fugitivo que busca un buen escondite. Mucho hormigón y mucho residente extranjero durante todos el año. Las buenas comunicaciones con las que cuenta la provincia por tierra, mar y aire, la ausencia de fronteras en la Unión Europea y la proximidad con África siguen siendo la tarjeta de presentación para delincuentes de un perfil muy variado.

Perfil

Sicarios, violadores, pederastas, narcotraficantes, mafiosos, estafadores financieros o falsificadores de monedas son algunos de los títulos que los servicios de inteligencia de otros países otorgan a sus paisanos para solicitar ayuda a las autoridades españolas. La procedencia es igual de variada que la bandera que aparecen en sus pasaportes. Británicos, irlandeses, italianos, rusos, holandeses, franceses, alemanes, norteamericanos, latinoamericanos...

La experiencia dice que los más discretos son los más escurridizos. Fugitivos en bermudas que piden pescaíto frito y ceden el paso en el portal. Sin embargo, son muchos los que terminan cometiendo un error. «Los delincuentes más buscados también son personas. Tienen necesidades tan básicas como llamar por teléfono a su familia, ir al supermercado para poder comer o invertir parte de su tiempo en divertirse». Ocio. Un concepto clave en la conducta de un delincuente y, por consiguiente, en las investigaciones policiales. No son pocos los casos en los que los cacos, fugitivos o no, se delatan con actitudes tan ostentosas como injustificables para el fisco. «No es normal que un individuo no tenga oficio conocido y se gaste más de 3.000 euros en un par de visitas consecutivas a un prostíbulo», explica el agente, quien también recuerda un caso en el que un delincuente alquilaba las películas en el videoclub «de quince en quince» para salir de casa lo menos posible.

La otra palabra clave es «comunicación». Porque también tienen la necesidad de llamar por teléfono. Una acción clave para las policías de sus respectivos países cuando los fugitivos se ponen en contacto con su entorno más próximo, ya sea personal o profesional. Una localización aproximada pone en marcha toda la maquinaria policial española. El refugio en el litoral malagueño ha dado lugar a apelativos en función de la nacionalidad de los fugitivos. El primero nació en los años 90 en el Reino Unido y el segundo ha tomado más protagonismo en los últimos años ante la llegada de importantes mafiosos italianos de los que la Policía Nacional y la Guardia Civil han dado buena cuenta en los últimos años.