La empatía es la identificación mental y efectiva con el otro, pero es una cualidad que escasea en una sociedad consumida por las prisas, los conflictos y el individualismo. En Málaga hay 35 personas que se dedican, precisamente, a lograr que las dos partes de un proceso penal lleguen al punto medio, el preferido de Aristóteles, o por lo menos alcancen un acuerdo de mínimos facilitando así la tramitación de la causa y revalorizando el papel de la víctima, habitualmente olvidada en textos legales y procedimientos judiciales.

El pasado 28 de julio nació en Málaga la Federación de Mediadores Andaluces (Feman), un colectivo que aglutina a los voluntarios de tres asociaciones especializadas en la mediación: Amfima, Mediamos y Solucion@.

Aunque la mediación es una experiencia que se está aplicando con éxito en el ámbito de Familia y en otros partidos judiciales españoles, en Málaga Feman está siendo pionera, dado que está implementando un proyecto piloto en el ámbito penal, el más difícil a la hora de conciliar.

Nancy Fernández Bargiela, presidenta de Feman, asegura que se presentó el proyecto conjunto a la Administración autonómica «porque tenía sentido trabajar con un colectivo que tuviera más peso», mientras que Georgina Moreno, miembro de la federación, indica que es una forma de adquirir personalidad frente al resto de operadores jurídicos.

Una mediadora, según María del Carmen Santiago, es aquella persona que «crea un espacio de comunicación entre dos personas para tratar de que ellos resuelvan el conflicto. Nunca se les propone la solución».

Los profesionales que se dedican a esto son, en este caso, voluntarios, y gratuito y libre es el acceso a este servicio que no deja de ser un plus o un enfoque dinámico y novedoso del tradicional tratamiento que se da a los problemas por parte del juez. Es la cara más humana de la Justicia.

Son psicólogas, abogadas, trabajadoras sociales, médicos, etcétera –la mayoría son mujeres– con un máster o un curso de experto universitario en Mediación. Con diferentes técnicas comunicativas o psicológicas se busca propiciar un clima que permita a la víctima y al presunto agresor llegar a un acuerdo de mínimos, o de máximos.

De momento, son los jueces los que eligen los temas en los que se pide a Feman que medie y se está realizando la actividad, desde septiembre, en juicios de faltas, con la vocación de extender su área de influencia a los delitos. De momento, el protocolo durará un año. El tiempo dirá si hay éxito o no. Los juzgados que se han implicado en la experiencia son los siguientes: los de Instrucción 7, 14 y 13, y los órganos de lo Penal 8, 10 y 7.

«Buscamos que la persona se ponga en el lugar del otro, aunque no siempre tiene por qué haber un resultado positivo; puede que no se llegue a un acuerdo pero ha sido positivo, porque por lo menos las partes se han sentado a dialogar y están en vías de resolver el conflicto», dice la presidenta de la federación.

Ana Avellaneda, abogada y mediadora, incide en el papel de la víctima en el proceso penal español, el eslabón más débil: «Aquí tiene mucho que decir. La experiencia hasta ahora ha sido muy positiva, pero necesitamos que las administraciones le den publicidad para que la gente sepa que estamos aquí, que existe esa herramienta a su disposición».

Víctima y ofensor pueden levantarse de la mesa cuando quieran, al igual que el mediador si no hay respeto en el diálogo; «se le pide más al perjudicado, porque el otro va a obtener un beneficio», apunta Fernández Bargiela.

Es el togado quien elige el procedimiento y escribe una carta a las partes seleccionadas por si quieren participar en el proyecto piloto; los mediadores, acto seguido, hablan con ellas y, si su respuesta es positiva, pueden comunicarse en un espacio habilitado al efecto en la Ciudad de la Justicia. Después, se remite el asunto al juzgado. Eso sí, hay confidencialidad; si no se alcanza un pacto, el juez no tiene por qué saber el motivo. Si existe entendimiento, son ellos mismos quienes lo deben comunicar al togado, pese a que el proceso penal sigue su curso independientemente del éxito o el fracaso de la mediación.

Recompensa

La recompensa para el perjudicado es que puede hacer al otro saber cómo se ha sentido, mientras que el agresor puede obtener cierto beneficio en la pena como una atenuante, lo que conllevará una cierta mengua en la dureza del castigo ya sea en años de cárcel o en la multa.

La respuesta de la gente, por ahora, está siendo positiva. «La gente lo pide como algo que no conoce, como un complemento, y cuando se les dice de qué va se prestan a venir», apunta la presidenta.

Las asociaciones son Mediamos (656609606); Amfima (952102637 o 63988044) y Solucion@ (647777530), aunque es el togado quien informa, si lo entiende conveniente, al afectado.