Bohemio, aventurero, entregado a la pintura y al fomento del arte, Juan Antonio Durán Chicano, de nombre artístico Ché Durán, verá cumplido el próximo 12 de diciembre su última voluntad: ver publicado su libro El Manantial del Arte, una hermosa reflexión, llena de dibujos infantiles de sus alumnos, sobre el arte y su influencia en la infancia. La obra, editada por la Diputación de Málaga, se presentará a las 19.30 horas en el Ateneo de Málaga y allí estará presente Yoli Muñoz, su viuda, que hablará al público de La Fiesta de la Pintura y de la Escultura, la actividad dirigida a los niños que llevó a cabo su marido desde 1983 hasta su fallecimiento, en 2008, por todos los pueblos de la provincia.

Ché Durán nació en 1925 en Buenos Aires, hijo de una pareja de malagueños que había emigrado con su familia a Argentina a causa de los estragos de la filoxera. «Realmente era un malagueño, en su casa de Buenos Aires se comía pescaíto como aquí y hablaban como aquí», cuenta su viuda.

Aunque de profesión electricista, fue toda la vida pintor de vocación, y un pintor aventurero que recorrió en barco toda América, antes de desembarcar, en 1964, en la tierra de sus padres.

«Yo lo conocí en Torremolinos a mediados de los 60, había venido con mi marido, pintor, y mis cuatro hijos, pero luego él se marchó y me fui a vivir con Ché», cuenta su viuda, que precisa que lo de «Ché» se lo puso un amigo porque al llegar a Málaga tenía un marcado acento argentino.

La pareja tuvo dos hijos y fueron unos tiempos en los que, como recuerda su viuda, «empecé a vender su pintura y así estuvimos muchos años, buscándonos la vida sin un sueldo, en la bohemia».

Ché Durán ganaba dinero haciendo retratos y en 1970, tanto él como su mujer aparecían en el diario aperturista de la época, Sol de España, tratando de crear una asociación de artistas, junto a pintores como Brinkmann, Stefan von Reiswitz, Gabriel Alberca, Jorge Lindell o Barbadillo.

A comienzos de los 80 y gracias a Pilar Oriente, comenzó a dar clases en la Casa de la Cultura de Torremolinos, para luego colaborar con la Diputación a partir de 1983 con La Fiesta de la Pintura y La Fiesta de la Escultura. «Tenía un equipo con tres personas, primero contactaba con el concejal de Cultura o los maestros del pueblo y antes que nada, a los niños les pasaba diapositivas de pintura para motivarles, con ejemplos desde la Prehistoria hasta Picasso y otros pintores modernos, luego les daba material y primero lo dibujaban o pintaban en pequeño tamaño, para a continuación pasar a los murales o si era en interior, les daba papel», resume Yoli Muñoz.

Paredes, fuentes y muretes de los pueblos de Málaga fueron pintados por niños que descubrieron, gracias a Ché Durán, la magia de la pintura. «La persona que ha llegado a pintar ya sabe lo que es la pintura, no es cosa de palabra sino de sensibilidad», explica Yoli.

En las fotografías, el artista malagueño y bonaerense aparece en algunas de ellas sonriente, rodeado de niños y disfrutando de su trabajo.

Yoli Muñoz ha enviado una carta al Ayuntamiento de Málaga porque le gustaría donar algunos cuadros de su marido. «Quiero donarlos, ni siquiera venderlos, lo que quiero es que perdure la memoria de él», asegura. En un almacén de Torremolinos se conservan los cuadros de Ché Durán, llenos de fuerza y modernidad, reflejo de un artista que supo transmitir la ilusión por el arte a los niños. Su libro así lo refleja.