Tras la parada cardíaca, cada minuto sin actuar se reducen un 10% las posibilidades de supervivencia, según un estudio de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). Esto significa que los momentos inmediatos a un infarto son vitales para salvar la vida de las personas que lo sufren. Por ello, desde hace años, numerosos centros de trabajo y lugares públicos están ubicando en sus instalaciones desfibriladores semiautomáticos, cuyo uso multiplica por cuatro las posibilidades de supervivencia del individuo que acaba de sufrir una parada cardíaca.

Esta probabilidad se reduce un 10% sucesivamente cada minuto que pasa sin realizar comprensiones torácicas, debido a la falta de oxígeno a la que se ve expuesto el cerebro durante el tiempo que dura la parada cardiaca. «Están destinados para casos de muerte súbita en la calle, afecta a 40.000 españoles al año, puede salvar unas muchas vidas si se usa bien», asegura Ignacio Fernández Lozano, el presidente de la Sección de Electrofisiología y Arritmias de la SEC.

Según la institución, España tendría que multiplicar por cinco el número de desfibriladores para igualar al resto de Europa. Las cifras de desfibriladores instalados en lugares públicos en la mayoría de países europeos quintuplican a las de España, lo que nos posiciona a la cola de Europa. Para que los ciudadanos a los que sorprenda un episodio relativo al corazón sobrevivan, deberían implantarse desfibriladores en lugares públicos como centros comerciales, aeropuertos y polideportivos, así como en las empresas, puesto que las ambulancias no pueden llegar antes de 10 minutos al lugar del suceso por motivos obvios. «Debería ser obligatorio €asegura el doctor€ que explica que su uso se va a generalizar cada vez más «por lógica».

Y es que, según Fernández, ya son numerosos los espacios públicos que cuentan con varios de estos aparatos. «En el aeropuerto de Barajas hay más de 15, y en estadios como el Calderón hay cuatro», asegura. Han sido varios los casos de deportistas que han sufrido paradas cardiacas en pleno partido, como Antonio Puerta, del Sevilla CF. «Hace unos meses, celebramos un Congreso en Sevilla y le dimos un curso a los empleados del Betis y del Sevilla», cuenta.

Además, según el presidente de la SEC, «no sólo deberíamos multiplicar por cinco el número de desfibriladores disponibles, sino que resulta imprescindible, además, que enseñemos a la población a utilizarlos. Ya se está barajando la posibilidad de realizar una asignatura obligatoria en los colegios y en las autoescuelas».

Hay que recordar que no todo el mundo puede usar uno de estos aparatos. En el momento de adquirirlo, se imparte un curso a un número determinado de personas, que serán las encargadas de usarlo cuando se dé un caso.

Sin embargo, Fernández Lozano cree que todo el mundo debería saber usarlo. «Están destinados para que los use cualquiera, ha habido legislaciones en CCAA que han sido un disparate. No te pueden obligar a hacer un curso, algunas son muy reglamentistas, y es contraproducente, si no sabe hacerlo nadie, las tiendas, por ejemplo, no lo van a instalar».

Y es que cree que, llegada una situación de muerte súbita, cualquiera puede utilizar el desfibrilador. «Te dice lo que tienes que hacer, no te puedes quedar de brazos cruzados por no haber hecho el curso», asegura. «Hay que animar a que la gente lo use, una vida no tiene precio. Una ambulancia no llega en cinco minutos, es importante la concienciación».

Por eso, el doctor pide una ley que regule su instalación para salvar más vidas, del mismo modo que sucede con los extintores. «Es mucho más probable que un desfibrilador salve una vida que un extintor», dice, «es más barato y puede salvar más vidas y se implantan mucho más despacio de lo que nos gustaría». Así, pone como ejemplo que en Copenhague, donde la cifra de muertes súbitas es similar a la de España, hay un desfibrilador semiautomático por cada 4.000 habitantes.

Una de las empresas que se dedican a la distribución de desfibriladores semiautomáticos, Tecnomed 2000, expone en internet varios modelos, que oscilan entre los 890 y los 1.400 euros. El gerente de esta marca, Jesús Serrano, explica que el modelo que más se instala y vende hoy día no necesita aprendizaje, sólo un curso previo para usarlo, ya que además de la descarga, hay que hacer maniobras de reanimación €masaje cardiaco o masaje insuflado de pulmones€ y saber a quien ponerlo y a quien no. «El equipo indica en qué tipo de paciente ha de usarse», dice.

Estos aparatos tienen una vida de unos 10 años, aunque la batería puede durar unos cinco. Serrano explica que se empezaron a usar en 1998 en EEUU, y que comenzaron a llegar aquí a principios del nuevo siglo. Cuenta que en sitios de gran afluencia de otros países europeos cada vez se instalan más debido a la conciencia de las instituciones.

Explica que cada año se venden entre 2.000 y 3.000 y que los lugares que lo compran tienen el emblema de «Centro cardioprotegido». «No cuesta tanto y da mucha seguridad y la satisfacción de poder ayudar a alguien, sería interesante que se extendiese su implantación», dice.

Así, asegura que un 60% de los pacientes que mueren por estos problemas se podrían salvar si hubiera desfibriladores en los lugares en los que les ocurren los episodios cardiacos.