En el complejo hospitalario de Carlos Haya conviven enfermos, médicos e investigadores. Un grupo reducido de éstos trabaja día a día en el laboratorio de Medicina Regenerativa, un centro que nació con el objetivo de potenciar la investigación hepática. Surgió en 2006 y, cinco años después, se ha erigido como lugar de referencia por las líneas de investigación que allí se llevan a cabo y que en un futuro podrán situar a Málaga en el mapa científico internacional.

Hace un tiempo que en Miami saben bien que el hospital de la capital malagueña es imprescindible en el estudio de la enfermedad de la célula beta pancreática. El grupo coordinado por el doctor Antonio Luis Cuesta investiga las alteraciones del metabolismo en la glucosa por mutaciones genéticas, tanto en la diabetes monogénica como en la hipoglucemia monogénica por glucoquinasa, y también lleva a cabo ingeniería genética para el desarrollo de islotes pancreáticos humanos de alta eficacia metabólica.

Esta mutación da lugar a islotes pancreáticos humanos de una gran eficacia y con capacidad de proliferar; hallazgo que permite abrir nuevas posibles vías de futuros tratamientos para la diabetes mediante técnicas de terapia celular. Tras publicar los avances del grupo del doctor Cuesta en el New England Journal of Medicine, un centro de Miami especializado en terapias para diabetes quiso colaborar en el proyecto.

«A través de los pacientes con hipoglucemia monogenética, con grandes islotes €cifra que suele rondar los 20.000€ se puede llegar a terapias celulares para combatir la diabetes tipo 1», asegura.

Del mismo modo, al estudiar los mecanismos moleculares de la diabetes monogénica se puede frenar el metabolismo de los islotes para tratar este tipo de hipoglucemia.«El reto es poder replicar los mecanismos por los que se tienen islotes grandes y que estos reviertan», explica.

Otra de las líneas de investigación del laboratorio de medicina regenerativa es la de la terapéutica de la obesidad. El doctor Fernando Rodríguez de Fonseca trabaja para estudiar posibles tratamientos contra la obesidad y la diabetes asociada.

«Nuestro objetivo es incrementar el gasto con el ejercicio», dice el investigador. «Si la persona obesa no gasta, el tejido no se usa y surge el colesterol, la diabetes, la arterioesclerosis y la degeneración articular. La cuestión es encontrar mecanismos para entenderlo, pararlo y revertirlo. No hay que criminalizar al obeso», afirma. En el laboratorio utilizan modelos de animales para la obesidad epigenética a través del manipulado de embriones, la obesidad inducida por dieta y los modelos de obesidad genética.

Este grupo de investigación ha patentado siete líneas farmacológicas, y una de ellas podría empezar sus ensayos clínicos en 2013.

Otra de las líneas más significativas de Rodríguez de Fonseca es la neurobiología de la adicción. «Otra epidemia silenciosa del siglo XXI», indica. El científico asegura que en los últimos 20 años se ha expandido de manera muy considerable. Allí, estudian el impacto de las drogas legales y las ilegales, primero con el análisis de los mecanismos de dependencia a alcohol y cocaína y también valorando el impacto sobre la salud con biomarcadores que determinen si las personas son susceptibles o propensas a ser adictas a sustancias estupefacientes.

«La adicción a las drogas es una causa grande del gasto sanitario y muy superior al 10%, hoy en todas las plantas de hospitales hay enfermos derivados de este consumo. Para nosotros buscar un tratamiento es una prioridad», dice.

«El consumo de drogas cambia el cerebro, hay que buscar los cambios y comprobar cómo se pierde el control». Y es que, bajo el punto de vista del doctor, no es lo mismo un enfermo adicto que un consumidor que toma drogas de forma abusiva y ocasional. «Hay personas que necesitan las drogas para vivir, tienen un estigma y aquí no hay servicios de hospitales que les atiendan, les ayudan desde los ayuntamientos, las diputaciones o asuntos sociales, pero no desde la Consejería de Salud», lamenta.

Para Fernando Rodríguez de Fonseca, el verdadero problema son la cocaína, el alcohol y los jóvenes. «Algunas de estas drogas dañan al cerebro, hay que ver cómo prevenir y regenerarlo tras ello». Así, explica que hay que conocer los mecanismos por los que el consumo de drogas conduce a otras enfermedades. «Hay que dilucidar si los trastornos psiquiátricos derivados son independientes del consumo, si eran previos o si surgen por ello», añade.

El tercer grupo de investigación del laboratorio malagueño es el dirigido por la científica Elena Baixeras. Este se encarga de profundizar en los mecanismos moleculares que ejerce una proteína, la interleucina 6, en el metabolismo de las grasas, y que parece ser la responsable de la inflamación «en enfermedades infecciosas, auntoinmunes y en la artritis reumatoide. En algunos pacientes se ha visto que los niveles de citoquina elevada con inflamación se vio que tenía los niveles de colesterol y triglicéridos bajos», apunta.

Por ello, quieren profundizar en los mecanismos a través de los que la interleucina 6 es capaz de controlar el metabolismo de las grasas, tras observar la activación e inhibición de ciertos factores de transcripción entre los que se encuentran los genes para proteínas que controlan el metabolismo graso.