Bajo un sol de justicia, atemperado por el diciembre que se estila en el Puerto de la Torre, sonreía ayer Salvador Padilla, violín de la panda de Almogía. A sus 74 años, cuenta que está en la fiesta desde los 14, así que conoce los tiempos pioneros de los 60 en la Venta del Túnel, de los que ayer se cumplió medio siglo. «El Túnel ha sido muy bueno porque estaba en el centro de los verdiales, pero luego los sitios siguientes también han estado muy bien», sentencia. Salvador aprendió a tocar el violín al escuchar a otros, aunque señala con modestia que lo suyo «no tiene mérito». Algunos pondrán eso en duda.

Por segundo año la fiesta fue en el corazón del Puerto de la Torre, en el recinto ferial y junto al Parque de los Verdiales, pero la asistencia fue menor que en 2010, el año de estreno, cuando dejó definitivamente la Venta de San Cayetano.

«Este sitio es muy bueno, a Málaga le falta, igual que tiene el fútbol o los toros, un sitio fijo para los verdiales», cuenta José Martín, presidente de la asociación de vecinos Alto Jaboneros, en los Montes de Málaga. José recuerda que los verdiales nacen «entre el Jaboneros y Comares» y resalta que no se pierde un año.

No es el caso de la bávara Christine Küfner, que cuenta que ya estuvo antes «hace unos 40 años, pero entonces era todo muy pequeño». A Christine y a sus amigos alemanes, algunos de los cuales asisten por cuarta vez, lo que les gusta es la autenticidad de la fiesta y el que «las raíces, se vean aquí», aunque si tiene que poner una pega, se la pone «a los micrófonos, que suenan mucho».

Y el sonido de los micrófonos salía de la gran carpa donde ayer actuaron, por este orden, las cinco pandas del estilo de Comares, las 12 del estilo Montes y las 13 del estilo Almogía.

Una de las más antiguas del estilo Montes (y de todos los estilos) es la panda de Jotrón y Lomillas, fundada en 1965, que ayer ensayaba detrás del escenario, en un soleado patio. Antonio Fuentes, uno de los cuatro guitarristas de la panda, confiesa que este recinto ferial no le provoca demasiado entusiasmo. «Los verdialeros estamos mejor en el campo y esto está más metido en la ciudad».

A su lado está Javi El Loco, que toca los platillos, como los tocaba su abuelo, Andrés Rivera Cincorrales, que cuenta con una placa cerámica que lo recuerda en Mangas Verdes.

El nieto de este famoso platillero dice estar tranquilo antes de salir a escena. «Nosotros no ensayamos, tenemos todo el año muchas fiestas», cuenta.

Menos tranquilos, por eso de que se estrenaban, estaban ayer los miembros de la panda del Arroyo Gálica, también del estilo Montes. Esta panda paleña ha nacido de la Escuela de Verdiales que tiene su sede en la asociación de vecinos del Palo. Mientras uno de ellos va afinando las cuatro guitarras para que suenen como una sola, uno de los guitarristas, Manuel López, explica que para que estos instrumentos alcancen ese característico tono agudo y lleno de energía, la cejilla tiene que colocarse en el cinco y las cuerdas «muy apretadas». «Por eso muchas veces las cuerdas se rompen», detalla.

Manuel está muy satisfecho de la marcha de la escuela, de la que es uno de los alumnos. «Llevamos dos años de aprendizaje y de aquí han salido muy buenos alumnos», admite.

Desde que se ha constituido, esta nueva panda de verdiales acude a tocar muchos fines de semana. Una de las últimas veces, en los ventorros que hay en el Camino de Olías, al final de la línea 11 de la EMT, un lugar muy verdialero. Allí han hecho muchas rifas, una práctica cada vez más en desuso, en la que un rifaor reta a miembros de la panda a pruebas como puede ser el tocar sin camisa o bailar la bandera en un espacio muy reducido «y la panda que no se mueva». Si el retado no se ve capaz de afrontar la prueba, debe aumentar el dinero que ofrece el rifaor. Manuel López señala que una de las rifas consistió en tocar dentro de un autobús. La prueba llegó a buen puerto.

Este guitarrista también se ha convertido en violinista de verdiales. A su juicio, sólo hace falta constancia y voluntad. «En un año y con el método cifrado y yendo a clase al menos una vez a la semana aprendes a tocar el violín», asegura.

No faltaron en la fiesta ni el alcalde de Málaga, que como todos los años hizo de alcalde de algunas pandas de verdiales, ni el presidente de la Diputación, Elías Bendodo. También acudió el consejero de Cultura de la Junta, Paulino Plata, que hizo entrega a la Federación de Pandas de Verdiales del documento que acredita la fiesta de verdiales como Bien de Interés Cultural. Un BIC que llega, oficialmente, 50 años después de la I Fiesta Mayor de Verdiales. Al contrario de lo que en 1971 temía ese gran verdialero que fue Antonio Fernández Povea, la fiesta continúa cada vez con más fuerza e ilusión.