El problema no es nuevo; en los últimos años funciona como una coletilla de pasillo, una queja sanitaria habitual. Las urgencias del Hospital Carlos Haya, señaladas recientemente por el informe del Defensor del Paciente, se han convertido en un espacio obsoleto, anquilosado, pendiente de una severa reinterpretación. Y no sólo por las tensiones tradicionales, la alta demanda o el abusivo uso ciudadano. Los sindicatos señalan directamente a las instalaciones y a lo que denominan la excusa del macrohospital.

Las críticas desembocan en el mismo punto. En los despachos, en los consultorios, se habla de que, de momento, lo único que ha traído el futuro complejo son carencias hipotecadas, sin resolver.

Es el caso del pabellón central de las urgencias del Carlos Haya, en el que se suponía que las deficiencias, especialmente espaciales, se iban a superar con el nuevo centro. La lentitud del proyecto, que aún anda enfrascado en sus requisitos previos, ha aumentado la preocupación del sector, que se encuentra ahora con una unidad sin posibilidad de mejora inmediata y con una promesa, la del macrohospital, todavía sin cuerpo, remota. «Es como si con la excusa de que te vas a mudar de casa te despreocupas y no arreglas la que tienes. Al final, la dejas en las ruinas», indica Eugenio Pérez, secretario provincial de Satse.

En la última década, la Junta de Andalucía ha llevado a cabo diversas reformas en las instalaciones. En la de 2006, se planteó, incluso, una extensión de 500 metros cuadrados. Los sindicatos, sin embargo, las consideran menores, insuficientes. Rafael González, responsable sanitario de CCOO, habla, incluso, de «movimiento de tabiques», lo que, insiste, está muy lejos de representar una solución. Las urgencias, subraya Pérez, se han quedado pequeñas. Los pacientes oyen la patología de otros, no existe la privacidad. «Se debería haber apostado por mejorar lo que se tiene en lugar de poner la vista en el macrohospital. Ahora, con la crisis, es más difícil», detalla.

José Antonio Castro, coordinador provincial de IU, se muestra escéptico con el proyecto de la Junta. En su opinión, la sanidad pública de la provincia destaca en tecnología y en investigación, pero descuida la asistencia elemental. Para Castro, el deterioro de las urgencias del Carlos Haya responde a un problema más vasto y global, la falta de hospitales, la saturación. «Se ha intentado descargar con la cirugía ambulatoria y los centros de especialistas, pero es un proceso muy lento, pendiente también de inversiones», puntualiza. El representante de IU asegura que deficiencias como las que presenta el Carlos Haya resultan doblemente peligrosas; de un lado, fallan en la atención, y del otro deterioran el sistema público, lo que abre la puerta al trasvase de competencias hacia los hospitales privados. «Se habla de copago, pero debería ser repago, porque la sanidad ya la pagan todos los ciudadanos», indica.

Las estrecheces del hospital central son sobradamente conocidas por Juan Miguel Contosio, de UGT, que propuso, hace dos años, una propuesta de ampliación basada en el aprovechamiento de la zona ajardinada y del área ocupada actualmente, en la segunda planta, por el servicio de informática. Una solución «barata», que se declinó en favor del macrohospital. En este sentido, también se muestra tajante: «Habría sido mucho mejor invertir en mejorar las instalaciones», precisa.

Contioso coincide con sus colegas en relacionar el colapso del servicio de urgencias con la ligereza de la población, que sigue acudiendo por afecciones que podrían recibir respuesta en los centros de salud. Dolores de muelas, heridas superficiales, sinusitis. «Está claro que desviarlos a otros segmentos sería impopular», aclara.

Ana María Corredera, parlamentaria del PP, también apunta al mal uso del servicio, aunque añade una nueva variable. Muchos pacientes, sostiene, recurren a las urgencias para acelerar los plazos y ser examinados por un especialista con anterioridad. La responsable sanitaria de los populares entiende que no sólo es el déficit en infraestructuras, sino también en profesionales. Y no avista mejoras, al menos, en el horizonte más cercano. El presupuesto de la Consejería de Salud bajó un 46,7 por ciento el pasado año, y en éste sufrirá una nueva rebaja de algo más de doce puntos. Se ha pasado de 360 a 196 millones. Ninguno de ellos, enfatiza, para el futuro macrohospital. «La consejera (María Jesús Montero) me dijo en una respuesta parlamentaria que no se comprometería ni un euro para proyectos que no estuvieran ya iniciados», puntualiza.

Corredera no comparte la obstinación autonómica por el proyecto. Si no se puede, razona, habría que pensar en un tercer hospital o en la ampliación de los ya existentes, lo que comportaría el crecimiento de las unidades del Carlos Haya. ¿Será la solución que aporte el PP si se impone en las próximas elecciones? La parlamentaria se muestra cautelosa, aunque promete ampliar infraestructuras. «Estudiamos un programa con más centros de especialistas que desbloqueen las urgencias», dice.

Para Rafael González, el problema de las instalaciones se suma a la carencias de camas, que calcula ya en más de un millar en Málaga. El sindicalista apuesta por consolidar «lo que tenemos», en lo que coincide con Fermín Parrondo, del Sindicato de Médicos, que critica la falta de mantenimiento, de inversión. «Vamos camino de una sanidad a la cubana, con prestigio, pero tercermundista. Parece como si estuviéramos acostumbrándonos al deterioro», sentencia.