Esta una historia que comienza hace 161 años, cuando unos trabajadores de la zona del Ejido, en Málaga, desentierran dos grandes tablas de bronces que resultan ser las primeras leyes municipales romanas que se conocen en el mundo, las de los municipios de Malaca y Salpensa.

Jorge Loring las compra (y las salva de que terminaran fundidas y convertidas en soporte para velas). Su futuro cuñado, el jurista y filólogo Manuel Rodríguez de Berlanga (1825-1909), será el encargado de traducir y dar a conocer al mundo científico este importantísimo hallazgo. De este modo, el sabio malagueño contacta con el futuro Nobel de Literatura, el prusiano Theodor Mommsen, una autoridad mundial en Historia de Roma e inscripciones latinas.

Mommsen le informó en 1860 de que su discípulo, Emil Hübner, visitaría España para recoger inscripciones latinas y que se pasaría por Málaga. Berlanga y Hübner se conocieron en el verano de ese año y a partir de ahí comenzó una amistad, reflejada en 40 años de intercambio epistolar que sólo acabaría en 1901 con la muerte de Emil Hübner.

El académico de San Telmo Manuel Olmedo, investigador de la figura del sabio malagueño (nacido en Ceuta pero de padres malagueños y trasladado a Málaga a los 5 años), ha logrado estudiar y dar a conocer esas 380 cartas, formadas por unos mil documentos, que se conservaban en la Staatsbibliothek de Berlín. El resultado es el libro Manuel Rodríguez de Berlanga, Cartas a Emil Hübner, editado por la Real Academia de San Telmo con la colaboración del Ministerio de Educación y Cajamar. Se trata de un estudio de la correspondencia, así como de la vida y obra de Berlanga y las personas de su entorno.

Como explica Manuel Olmedo, las cartas fueron entregadas a la biblioteca estatal berlinesa por el hijo de Hübner en plena II Guerra Mundial, «y por suerte se libraron de la devastadora guerra, de ahí la inmensa fortuna de haberlas localizado gracias a Javier Miranda, un extraordinario amigo, con el apoyo de la Real Academia que ha costeado la adquisición».

Las cartas, por cierto, podrán consultarse en breve mediante una clave en la web de la Real Academia de San Telmo, previo pago de una pequeña cantidad.

«Berlanga es uno de los grandes de la Arqueología, con el handicap de ser malagueño y no estar dentro de los círculos de Madrid, y encontró muchas dificultades para poder expresar lo que conocía», explica Manuel Olmedo. Y es que las cartas, además del importante aluvión de datos arqueológicos que aporta, pues iba compartiendo sus descubrimientos con Emil Hübner, le sirvieron al sabio malagueño para desahogarse del ambiente de envidias y rencillas del mundillo cultural español, pues hasta en la Real Academia de la Historia encontró oponentes, mientras su méritos se reconocían admitiéndole como miembro en las más prestigiosas instituciones culturales europeas.

«El descubrir la primera ley municipal romana del mundo es un acontecimiento tan grande que es difícil que a una persona se le perdone el ser quien analice los bronces», comenta Manuel Olmedo, que resalta que Berlanga era además «un ejemplo de rigor y con una preparación extraordinaria».

Para el académico, esta valiosa correspondencia muestra que se trata de «dos amigos que se admiraban y se contaban sus cuitas». De la talla de esa amistad da cuenta el archivo Hübner de Berlín, con 6.000 cartas y, de ellas, el mayor número corresponden al malagueño. «Eso demuestra que es el mayor corresponsal que tiene Hübner en España», destaca. Además, como en las cartas hay opiniones sobre la vida, la política y las amistades, para el académico de San Telmo supone «un elemento fundamental para conocer la España de la segunda mitad del siglo XIX y también lo que fue Alemania».

También es una oportunidad para conocer a la elite malagueña, de la que formó parte Manuel Rodríguez de Berlanga al casarse con Elisa Carolina Loring Oyarzábal, hermana de Jorge Loring, el propietario de finca de La Concepción y gran protector junto a su mujer, Amalia Heredia, del patrimonio arqueológico. Así, gracias a este matrimonio se pudo preservar un fastuoso mosaico romano sobre los Trabajos de Hércules que descansó en el Museo Loringiano hasta que los siguientes propietarios de la finca, los Echevarría-Echeverrieta, lo trasladaron a su panteón en el cementerio bilbaíno de Guecho, panteón que pudo ser visitado por el autor del libro.

Precisamente, a su amigo Emil Hübner recurrió Rodríguez de Berlanga para consultarle la idoneidad del edificio destinado a Museo Loringiano. Una amistad que Manuel Olmedo y la Real Academia de San Telmo han recuperado para la Historia de Málaga, de España y también de Europa.