Detrás de cada grifo hay un largo camino que en la mayoría de los casos tiene su origen en un embalse. Detrás de cada embalse hay todo un equipo humano, personas invisibles para las ciudades, que velan para que los grifos nunca se sequen. Desde ayer, el pantano Conde del Guadalhorce rinde merecido homenaje a uno de sus trabajadores, Luis Morales, que a sus 67 años lleva tras de sí casi toda una vida de entrega laboral y personal. Morales ha dado nombre a un mirador del embalse, el que cuenta con una de las vistas más bellas, las mismas de las que se confiesa enamorado desde la primera vez que vio este entorno natural.

Con sólo 23 años salió de Madrid para formar parte del equipo de construcción de la presa del Guadalhorce-Guadalteba. Lo que era una oportunidad profesional espléndida se convirtió en un romance duradero con una zona paradisíaca. Aquel abril de 1968 nunca pudo pensar que 44 años más tarde seguiría estando estrechamente vinculado a una masa de agua que entonces era sólo un proyecto.

Cuenta Luis que cuando concluyó la obra le propusieron ser el jefe de explotación de las presas del Guadalhorce, allá por el año 1973. Aceptar ese empleo «fue y ha sido la decisión más complicada y más satisfactoria de toda mi vida», asegura.

Un cuento de hadas. Durante cinco años, vivió junto con su mujer y sus tres hijos en una casita a la entrada de la presa. Ese hecho propició que sus «chavales», como él los llama, recuerden hoy su infancia como «un cuento de hadas, entre pinos y agua». Más aún, una de sus hijas asegura que los tres aprendieron a nadar antes que a caminar, y que todos siguieron a su padre en su amor por ese lugar, algo que Luis agradece profundamente.

Después se trasladaron a Álora, cuando los niños empezaron a tener edad escolar. «Yo subo todos los días desde Álora a aquí, y no me pesa en absoluto», afirma con la determinación de quien sabe que está muy próxima su jubilación, pero con la alegría que da la certeza de que la gente joven «cogerá mi testigo», como es el caso de uno de sus hijos, que también trabaja en las instalaciones.

Momentos de angustia. Confiesa que la actividad en los embalses es «bastante plana en cuando a momentos buenos y malos», pero reconoce que ha vivido en ocasiones la angustia de alguna «gran riada que ha habido que gestionar procurando siempre producir el menor daño posible aguas abajo, como ocurrió en 1989, cuando se dieron varios episodios de ese tipo que solventamos bien».

Y es que su trabajo, como él mismo lo define, es un conjunto de actividades «que permite que la presa funcione para lo que se ha creado, incluyendo la conservación, la seguridad y la explotación en sí, porque el agua aquí no vale para nada, donde vale es en los grifos de Málaga o en los limones de Pizarra», concluye.

El cariño, el respeto y la admiración se materializaron ayer en el número de amigos y familiares que acompañaron a Luis en el acto de inauguración de su mirador, una sorpresa que todos tenían a buen recaudo hasta que casi en el último momento descubrió lo que sus propios compañeros tramaban. Más de medio centenar de personas se dieron cita en el evento, que contó también con la presencia del secretario general de Aguas, Juan Paniagua, y del delegado provincial de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, Francisco Fernández España, quienes elogiaron la labor del trabajador que cuenta con mayor antigüedad en la presa.