Yeray Gobeil García destaca más que otros niños, pero a él por contra de lo que le sucede a otras personas de altas capacidades intelectuales, no le ha supuesto ningún problema de adaptación con sus compañeros de colegio, pese incluso al traslado en varias ocasiones de sus padres por motivos de trabajo.

Tiene doce años y está estudiando el curso que le corresponde por su edad, primero de la ESO. «Yo no quiero estar con niños más grandes», explica. Quiere sentarse con sus iguales de edad. De hecho se siente exactamente como ellos. «Yo no me siento diferente», indica. ¿Y dónde quiere emplear el joven Yeray su talento en el futuro? Aún no lo tiene claro, dice tímidamente. «Algo que tenga que ver con la informática», señala.

Yeray tiene un coeficiente intelectual de 139 y tiene altas capacidades intelectuales. Reside en Málaga con sus padres, Susana García y Given Gobeil y su hermana pequeña Susi. Son de Granada pero llevan ya tres años residiendo en Málaga y, anteriormente, por motivos de trabajo vivían en Madrid.

Todo comenzó desde pequeñito. Yeray pronto despuntó. Una de las cosas que más llamó la atención de su madre fue cuando se atrevió con un puzle de letras y números con dos años y medio, recuerda Susana. «Empezaba a preguntar en casa, se fijaba en las marcas de los coches, las preguntaba y las distinguía. Yo siempre les he dado rienda suelta con los folios y los lápices y él iba escribiendo muy pronto y copiaba las letras. Ya a los tres años empezó el colegio y ahí no jugaba con ningún niño, se dedicaba con un palo a escribir en el suelo y me dijo la maestra: tú hijo ya sabe leer y escribir», relata.

Fue entonces cuando le realizaron un primer test y, posteriormente, otro en Madrid a los cinco años. «Nos dijeron que era talentoso, no superdotado. Por lo visto para ser superdotado tienes que estar por encima de la media en cuatro materias», dice.

Yeray se aburría en clase. Con cuatro años ya leía libros del cuerpo humano, luego tocaron los planetas, posteriormente los dinosaurios, recuerda su padre Given. Ambos progenitores destacan que en el caso de Yeray, éste no ha tenido problema de adaptación, en absoluto. «Se estudió la posibilidad de adelantarlo en el curso, pero se determinó que el avance en conocimientos le podría suponer un retraso en otros aspectos», comenta su madre y determinó que no.

«No obstante, desde el punto de vista educativo debería haber más ayuda», considera su padre. «Quieras o no estos niños destacan», apunta por su parte Susana.