Leído en twitter: «Lo bien que viene a veces desconectar del mundo, para conectar con quienes forman tu vida». Qué simple y qué complejo a la vez. Pasan los días y la propia rutina nos consume y ni siquiera nos damos cuenta de lo que pasa en nuestro más próximo alrededor. Somos como esos pobres caballos que tiran de coches llenos de turistas admirados con la Alcazaba o la Catedral, y que recorren el mismo camino, una y otra vez, por inercia. Sólo miran al frente por mor de las orejeras que llevan en la testuz. Sin tiempo a entretenerse. Y si bajan el ritmo, basta con un chasquido de látigo del cochero para continuar la marcha. El mismo itinerario.

Tenemos twitter o facebook y nos conformamos con esto para comunicarnos con el exterior. Piénsenlo. Es triste. No tener tiempo para más. Aunque también es cierto que las redes sociales son un arma de doble filo. Estamos tan inmersos en el mundo virtual, que hay veces que descuidamos el real. Con las terribles consecuencias que puede tener eso dando al traste con muchas relaciones. Es algo más que nos automatiza.

Aplicando la teoría darwiniana, no considero descabellado, por pura evolución, y así se lo leí hace tiempo a @isabeldltorre, que el ser humano desarrolle un tercer ojo en la frente, cual Cíclope, para poder caminar mientras habla por whatsapp sin tropezarse o para esquivar excrementos caninos, que no sé cómo serán en el futuro (ni los cánidos ni las cacas), pero que seguro que existirán en las calles mientras haya dueños insensibles e incívicos que no recojan el producto de la digestión de sus mascotas. Lo mismo, la evolución no es tal, sino una involución, y son los perros los que nos pasearán a nosotros. No querría vivir en esa época, la verdad. Aunque estoy convencido de que los animales serían más limpios que ahora. Los perros, digo.

Vamos por la vida con la cabeza agachada aunque estemos orgullosos de conocernos. Y nos perdemos lo que ocurre a nuestro lado. Si falla la conexión 3G, advertimos cosas maravillosas y sorprendentes, edificios rehabilitados, obras que llevan semanas terminadas, en las que no habíamos reparado, o que el cielo sigue siendo azul.

Sentimos la necesidad de compartir nuestra vida en twitter con perfectos desconocidos, escribimos un diario al minuto en 140 caracteres de lo que hacemos y colgamos fotos de donde estamos, dando pistas fantásticas a quienes quieran entrar en casa a robar.

Pero hay veces que, como decía al principio, «viene bien desconectar del mundo para conectar con quienes forman parte de tu vida». La cita, por cierto, es de @jotaelepc. Yo el domingo tuve la oportunidad de ponerlo en práctica y además de disfrutar de un estupendo día en casa con @luggasa, descubrí que la batería del iPhone puede llegar a durar más de catorce horas sin tener que recargarla. ¡Increíble!

Ya huele... El jueves me asaltó el azahar en la plaza de la Constitución. No se llevó nada de valor. Más bien, me dejó la sensación de que la Semana Santa está a la vuelta de la esquina, por encima del tópico ya manido. Ahora ya se puede hablar de tronos, nazarenos y bandas sin temor a que nos miren raro... porque ya lo hace todo el mundo. Bienvenidos cuaresmeros.