¿Le preocupa el ascenso del chamanismo y de la literatura de autoayuda?

Es algo que suele ocurrir en este tipo de periodos. La gente está desesperada, ávida de respuestas, e intenta aferrarse a cualquier promesa de solidez, aunque venga de un chamán. Hay mucha gente oportunista dispuesta a lanzar productos para cubrir sus necesidades. En el ámbito de la inteligencia emocional estamos intentando que todo se haga con el máximo rigor científico, de manera comprobada, como ocurre con otros campos de investigación como la salud o la biología. Por contra, existen personas que se están aprovechando de la desolación y ofrecen desde la quiromancia a la interpretación interesada de las emociones. La gente necesita agarrarse a lo que sea, es el lado oscuro de las emociones.

Redes sociales, búsqueda de la popularidad, Gran Hermano, contacto 24 horas. ¿Se ha perdido el norte en las relaciones con los demás?

Se pueden dar casos de personas sociodependientes y tecnodependientes, gente que busca el contacto con los demás porque no soporta estar sola. El peligro que pueden tener las redes sociales es que nos quedemos en lo superficial. Una persona no es social por tener mil amigos en Facebook, eso es propio de famosos, del marketing. La pregunta es si estamos dispuestos a convertir nuestras relaciones sociales en eso, en publicidad. Es lógico que Tom Cruise o Messi tengan 2.500 amigos virtuales, pero no que lo hagamos nosotros. Se establecen relaciones frívolas, sin los elementos básicos de la amistad, que son más profundos, más íntimos. Hay que tener amigos dispuestos a decirte lo que no quieres escuchar.

¿Somos una sociedad gobernada por el miedo?

Las emociones son respuestas básicas, automáticas, irreflexivas. De lo que se trata es de saber qué se puede hacer con ellas, cómo se pueden manejar, lo que implica un pensamiento posterior. El miedo, al igual que la tristeza, puede servir como mecanismo de defensa, por lo tanto, no siempre es negativo. En estos tiempos, se da muchas veces un miedo más potencial que real, es más lo que crees que va a ocurrir que lo que realmente ocurre. Cuando se trabaja con niños se les explica cómo las emociones interaccionan con el pensamiento, ciertas emociones son contradictorias para ciertas habilidades; el miedo inhibe la creatividad. Hay que enseñar a detectar cada emoción y a afrontarla, lo que no se puede hacer es evitarlas; se deben enseñar a que el miedo, al igual que el dolor, acaba por desaparecer. No tener miedo realmente a sentirlo y observar cómo evoluciona de manera natural y disminuye.