Diez puntos, veinte puntos, treinta puntos... 31 puntos. Uno, dos tres... seis triples. «¡Abrines, Abrines!», grita al unísono el Martín Carpena, que asiste al alumbramiento de una nueva estrella surgida en plena crisis del Unicaja. Con el equipo en declive, amenazando ruina, su cara de niño, su muñeca formidable, sus brazos interminables y unos muelles que hacen de piernas tratan de sacar del abismo a un club de casi 16 millones de presupuesto. Habla con voz sosegada y, a pesar de su edad, demuestra una madurez impropia, algo que no casa con su frente con acné y su barbita frondosa que, entre las patillas y el mentón, está despoblada. Es lógico. Álex Abrines cumple hoy 18 años, 7 meses y 17 días. Y cuando salga a la pista del Buesa Arena de Vitoria habrá dejado atrás su semana más loca, en la que entró en ebullición para convertirse en el protagonista absoluto del baloncesto español.

Al bisoño jugador del Unicaja le han salido amigos hasta debajo de las piedras. Multiplicó por cuatro sus seguidores en la red social Twitter y el club recibió 15 solicitudes de entrevistas de medios nacionales, mallorquines y locales, además de otras tantas para páginas webs y blogs de internet. La entidad se ha visto obligada a darle unas pautas de «sentido común», para que tenga los pies en el suelo y no se deje llevar por el frenesí actual.

Sus últimas actuaciones en el Unicaja le han llevado a establecer nuevos récords de precocidad en la ACB, superando marcas que establecieron a su edad grandes estrellas del presente como Juan Carlos Navarro, Rudy Fernández o Ricky Rubio. Y es que Abrines supera hasta a los veteranos de la Liga. Ningún jugador español ha anotado esta temporada 31 puntos, la marca que firmó el pasado domingo ante el Asefa Estudiantes. Y sólo tres jugadores, Marquez Haynes (Gran Canaria, 35 puntos), Gustavo Ayón (Fuenlabrada, ahora en la NBA, con 34) y Dustin Doellman (Manresa, 32 puntos) han hecho más que él. Desde el 3 de enero de 2010 ningún jugador del Unicaja llegaba a su puntuación. Fue Omar Cook.

El filón Abrines incluso ha reclamado la atención de su colegio de toda la vida, donde anotó sus primeras canastas. La Asociación Deportiva de Baloncesto La Salle Palma reclama al Unicaja los derechos de formación del jugador, a pesar de que la Federación dio la razón al equipo malagueño en su día.

En La Salle sigue entrenando Gabi Abrines, su padre, exjugador de Gijón, Huesca, Mallorca y Cáceres, y el principal «culpable» de que el chico sea hoy lo que es. Porque cuando el Unicaja le reclutó hace ahora dos veranos, Álex ni siquiera había sido internacional con las categorías inferiores de la selección española de baloncesto.

De inmediato, cuando el agente Ígor Crespo y el exentrenador Pepe Laso, le trajeron para probar a Los Guindos, al club le hicieron los ojos chiribitas. Jugó el pasado año en el Clínicas Rincón de LEB Oro. Y despuntó. De repente la Federación se acordó de él. En el Eurobásket sub´18, Abrines condujo a España al oro y fue declarado MVP del torneo.

Se le amplió el contrato, justo una semana antes del evento, por dos campañas, ésta y otra más. Comenzó el curso a caballo entre el Unicaja y el filial, y hace un mes, en pleno desbarajuste cajista, Chus Mateo le reclutó definitivamente. Ha sido su mejor decisión. Ahora brilla con luz propia. Abrines resplandece en plena oscuridad. Es la luz que aparece al final del túnel, al final de la crisis.