La versión oficial dice que Carlos Fernández está en Argentina. El exportavoz del PA en el Consistorio marbellí hacía el Camino de Santiago el 27 de junio de 2006, cuando el juez Miguel Ángel Torres decidió detenerlo. Días después, entró, según un informe policial, en el país sudamericano por el aeropuerto de Ezeiza. Desde entonces, los rumores sobre su paradero han corrido como la pólvora pero pocos saben algo más al respecto. Y quienes saben callan. O han callado hasta ahora. J. C. es el nombre de un inspector de policía en segunda actividad adscrito a la unidad de inteligencia de la Comisaría de Marbella. Aunque no se le encomendó oficialmente, desde poco después de que el exconcejal que auspició la moción de censura contra Julián Muñoz hiciera mutis por el foro se propuso ponerle cerco y encontrarlo. Su investigación no salió de su libreta ni del dossier detallado que se fabricó. Las razones son variadas, pero prefiere no entrar en ellas. «Yo siempre he sabido dónde está Carlos Fernández. Lo espero esta Navidad», apunta. Cada cual que saque sus conclusiones sobre la versión B de una huida hacia delante.

Ésta es únicamente la historia de un policía que decidió investigar al prófugo más celebre de los últimos años, unas pesquisas que no recibieron la bendición oficial.

Marisol Yagüe, exalcaldesa de Marbella, situó al exconcejal en Sudamérica. «Que lo busquen en Argentina», dijo. Pero J. C. asegura que, días después de ser puesto en busca y captura, el exconcejal ya estaba en Marruecos. Abandonó el país magrebí en avión, según su versión. El inspector afirma que iba acompañado por un padrino, un poderoso protector. Ésta es su principal hipótesis de trabajo nunca comprobada por los responsables del proceso.

La versión A, la que acaba con el informe de la Udyco dando cuenta al segundo instructor de Malaya de que es imposible cazar al exconcejal, coincide, en determinados puntos, con la oficiosa, basada en una detallada investigación de este policía. «Siempre se ha dicho que el exconcejal era protegido de la policía, pero eso no se puede demostrar», asegura.

Casablanca, volver a empezar. El exconcejal abandonó el Magreb en un vuelo que salió desde Casablanca. Volvía a empezar, como en la película. Su destino: América. «No es un fugado normal. Carlos Fernández tiene un protector», aclara. Y eso significa dinero. Allí, en Argentina, el exconcejal estará en torno a un año. Sólo abandonará la inmensidad de La Pampa, explica, para ir a París. «Usa un pasaporte irlandés», indica.

A través de distintas vías de información, el inspector, en activo entonces, fue trazando el itinerario de quien fuera niño bonito de Jesús Gil, primero, y su bestia negra, después. En concreto desde que se enteró de sus tejemanejes económicos en la Delegación de Deportes. A mediados de la pasada década fue condenado por el Tribunal Supremo por apropiarse de más de 80.000 euros. En París, estuvo unos meses, con visitas ocasionales a Marbella, aclara. «Lo más probable es que viniera en coche». Volvía la Perla del Mediterráneo para asistir a lujosas fiestas cada verano.

Fernández, con barba. «A estos eventos asistían autoridades de primer orden. Había muchos guardaespaldas. El sitio estaba supervigilado», indica. En el verano de 2008, precisa, se pudo ver al exconcejal paseando, junto a un familiar, por Puerto Banús. Se había dejando barba.

«¿Cómo va a tener problemas Carlos Fernández, si vuela en aviones privados y atraviesa las zonas VIP de los aeropuertos por los que pasa? No se somete a controles de identidad», asegura J. C.

La etapa parisina le llevará a Marruecos, donde pasa unos meses. Muchos lo ven por Marrakech o Saidia. El inspector solicitó financiación para cerrar el círculo sobre el fugitivo, pero no le llegaron los apoyos. No apoyaron su investigación.

Incluso, señaló, lo ideal hubiera sido intervenir los teléfonos de la familia de Fernández, cuyos miembros hablan a menudo con él, o eso se dice, pero no lo logró. El inspector llegó a plantearse la necesidad de colarse en una de esas fiestas multitudinarias, pero «el resultado fue negativo».

Fernández lleva casi seis años huido de la justicia, desde el 27 de junio de 2006. Su delito más grave, que según Torres es la malversación, prescribe a los diez años, con lo que tras el verano de 2016 el ex teniente de alcalde Puerto Banús no tendrá nada que temer. «Él, al igual que otros, está esperando que prescriban los delitos para entregarse», afirma.

Visitas a Marbella. Esas fiestas de papel couché forman parte de la leyenda rosa que se ha generado en torno al ilustre ausente. En el largo tiempo durante el que Marruecos fue su casa, continuaba recalando en Marbella puntualmente. Su familia tiene una casa en Cabo Pino: «En Marruecos ha pasado mucho tiempo, y visita Marbella cada Navidad para ver a su familia. Yo lo espero para estas fiestas».

J. C. asevera que, cuando venía a Málaga, ocupaba una casa que le prestaban en un lujoso núcleo poblacional de la ciudad costasoleña. «Es como buscar una aguja en un pajar», aclara.

«Muchos lo han visto». Fuentes judiciales recalcaron que es difícil seguir el rastro de un fugitivo y lo que se suele hacer es dejar que cometa un fallo. «Cuando Yagüe dijo en el juicio que estaba en Argentina, a mí me lo habían confirmado una semana antes», precisa. Marruecos será el prólogo a su etapa en el país sudamericano. Ahora tiene un pasaporte argentino, dice el inspector, y se mueve a sus anchas por ese estado. «Hay mucha gente que lo ha visto y lo canta», asegura. De cuándo y cómo volvió a su ya segunda casa nada se sabe, aunque las especulaciones vuelan sin límite en la versión B del caso Malaya, la oficiosa, la que se intuye pero no se puede palpar. La que nadie se atreve a contar en voz alta.

No en vano, un jurista conocedor de los vericuetos del sumario de Malaya asegura que ahora tiene otra identidad y que suele cenar en buenos restaurantes. Pero no se ha sometido a ningún tipo de cirugía estética. «Está allí, en Buenos Aires, porque alguien a quien yo conozco lo vio cenando en un restaurante; incluso se saludaron. Es un país grande en el que perderse, asimilable a cualquier nación europea en calidad de vida».

No es testigo de cargo. Esta fuente niega que tenga un padrino, lo que choca frontalmente con la versión del policía que ha dedicado sus mejores años a perseguir al ilustre prófugo. El exconcejal tenía «medios suficientes para mantenerse huido» cuanto quisiera, dice el mismo jurista. Otro conocedor del proceso asegura que a la Fiscalía no le hace falta ninguna garganta profunda, rechazando la hipótesis de que el exedil andalucista antes gilista convencido sea el testigo de cargo de Malaya. «Sólo hay que irse al sumario para comprobar que Malaya es una magnífica investigación policial que avanzó poco a poco. Es un buen trabajo facilitado por los archivos de Maras Asesores». Nada, por tanto, se le debería al fugado, quien sin embargo en cierta época sí denunció innumerables irregularidades de Jesús Gil.

El policía sonríe ante el hecho de que se haya reactivado el caso porque Yagüe lo dijo. Ahora hay tiempo de cogerlo, porque, si finalmente se le pueden colocar las esposas al exedil, deberá responder de sus delitos ante la justicia. La policía tiene cuatro años para ello, pese a la dificultad de estrechar el cerco sobre un superviviente nato acostumbrado a renacer cuantas veces lo necesite. La baraka le sonríe. Por ahora.