No podía ser de otra manera. Juan Carlos López Caballero (Sevilla,1956) se enteró ayer de que iba a ser el nuevo jefe de la Fiscalía malagueña durante el tajo. El hasta ahora fiscal delegado de Anticorrupción recibió la buena nueva en el andamio, cuando asistía como un clavo a la celebración de una nueva sesión del juicio de Malaya, una de sus grandes criaturas junto a Ballena Blanca (blanqueo) o Nilo (la gran estafa de la lotería nigeriana). Incluso el exalcalde de Marbella, Julián Muñoz, señalado por el propio fiscal, le felicitó personalmente por su nuevo cargo tras negar sobornos de Juan Antonio Roca, el principal imputado. El azote viene de siempre. Antes de llegar a Anticorrupción, el nuevo fiscal jefe fue responsable del área de Medio Ambiente durante seis años, realizando numerosas acusaciones contra los concejales del GIL.

Su nombramiento se gestó minutos antes en la reunión del Consejo Fiscal, en la que obtuvo la gran mayoría de los votos en su segundo intento por conseguir el cargo. Diez de once papeletas favorables. En 2008, fue el segundo más votado por detrás de Antonio Morales, quien dejó el puesto vacante al jubilarse el pasado mes de noviembre. Otros cinco fiscales que aspiraban a la plaza se quedaron ayer en el camino. El de Medio Ambiente, Juan Calvo; el de Seguridad Vial, Javier de Torres; el de Protección a las Víctimas, Francisco Luque; y otros dos fiscales de la jurisdicción civil. De todos los candidatos, incluido el ganador, se desprende que se buscaba un perfil conservador muy moderado y muy profesional. Es el caso de López Caballero, un currante infatigable y muy capaz para los que trabajan cerca de él.

Juan Carlos López Caballero fue hasta ayer –su nombramiento será propuesto en los próximos días por el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce– el fiscal Anticorrupción más veterano de Málaga. Su nombre quedará siempre ligado a los dos macrojuicios mencionados que han supuesto un antes y un después en la justicia española. Procesos monstruosos que sólamente pueden ser resultado de esa meticulosidad que destacan los que le conocen. No son las únicas obras en las que ha participado. Su impulso ha servido para acabar con la impunidad frente a la corrupción en casos menos mediáticos como Arcos o para encender la mecha en golpes a mafias organizadas y especializadas en blanqueo de grandes capitales, como la operación Hidalgo.

Sus apuestas. El nuevo fiscal jefe de Málaga siempre ha defendido la necesidad de darle más armas a los fiscales en la lucha contra las mafias, como permitirles premiar penalmente al que colabore o la creación del agente doble. También ha apostado por contar con una policía judicial y expertos contables que dependan de la Fiscalía para ganar en operatividad y eficacia. Y el Estado de Derecho siempre aparece en su discurso. La ley, según sus propias palabras, tiene que ser suficientemente garantista del individuo frente al poder del Estado: «Es un estado de Derecho y ésta es una afirmación constitucional y afortunadamente contamos con ella en nuestro ordenamiento jurídico. Es importante reivindicar esto. Venimos de donde venimos. De un régimen donde no había respeto a esas garantías individuales. Es un logro del que hay que sentirse satisfechos».