Hace justo una semana, este periódico informaba de que El Palo volvería a tener una fuente de la Olla en la remodelada plaza de las Cuatro Esquinas.

No está mal recuperar uno de los símbolos del barrio en una de las zonas de Málaga más transformadas-deformadas por la construcción salvaje y que ni siquiera pudo contar con una zona verde próxima, pues fue desterrada a la entonces parte más despoblada del barrio (el parque hoy dedicado a Pipi, el jugador del Málaga) en un cuestionable tejemaneje urbanístico de los años 70.

No está mal para El Palo, un barrio que pese a tantas transformaciones –no siempre a mejor– ha seguido conservando con mucho esfuerzo su aire de barrio histórico.

El destino del mobiliario urbano malagueño suele ser, como el del ser humano, muy dispar, de ahí que la hoy fuente paleña se haya pasado siete años en el limbo de la administración, que desde el punto de vista burocrático es como congelar a Walt Disney pensando en revivirlo algún día. Eso fue lo que pasó. Olvidada en un almacén municipal, la fuente de la Olla fue rescatada por la concejala del distrito Este para colocarla en El Palo vivita y coleando.

La fuente en cuestión era la que a partir del último tercio del XIX dio agua a los modestos vecinos de la Malagueta, que por entonces ni soñaban con el agua corriente y ni siquiera tenían pesadillas futuristas sobre los bloques que hoy atosigan este antiguo barrio de pescadores.

Trasladada en 1961 a la plaza del Siglo, la fuente fue retirada en 2005 con la remodelación de la zona (ya saben, esos cantos rodados que tanto se encharcan y que abren campos inexplorados en el universo de las lesiones peatonales).

Sacados de su contexto, los mobiliarios urbanos pueden encontrar su contexto, como es el caso. Ocurre lo mismo con la barriada de García Grana y el sonajero, la farola que presidió la plaza de la Constitución durante la primera mitad del siglo XX.

El traslado de la céntrica farola a la barriada, construida con urgencia por el Ayuntamiento para acoger a los chabolistas que lo habían perdido todo en un desbordamiento del Arroyo del Cuarto, quiso simbolizar que estos modestos vecinos tendrían el mejor mobiliario urbano de la Málaga de entonces para comenzar una nueva vida.

La última remodelación de este barrio sigue convirtiendo al sonajero en un elemento indiscutible de la zona, como ya lo es la fuente de la Olla del Palo. Ya lo ven, el contexto no se pierde cuando cambiamos el contexto. Complicados que somos.

El número 4 de la calle Vital Aza es un futuro solar lleno de plantas de crecimiento rápido, basura e insectos. No hace falta ser Rappel ni echarse una cortina por encima para adivinar el futuro de esta modesta pero bonita vivienda de dos plantas, con sus puertas y ventanas tapiadas a cal y canto y que como único elemento de una vida mejor, todavía sostiene como puede un cierro de madera que, cualquier día, desistirá de sus funciones y querrá conocer cómo es la calle.