Aunque todavía no se ha parado definitivamente la sangría, los daños provocados por la crisis a la estructura económica de la provincia empiezan a ofrecer cifras escalofriantes. Según el registro de la Seguridad Social, citado ayer en el barómetro trimestral que publica el Colegio de Economistas, un total de 40.153 empresas han desaparecido en Málaga desde que se empezaron a entorpecer los números, o lo que es lo mismo, desde 2007, fecha considerada como la frontera entre el último periodo de bonanza y el comienzo de la depresión global.

La eliminación de empresas ha llevado aparejada una subida no menos pronunciada del desempleo, que alcanza un máximo histórico, con el 32 por ciento de la población activa, 251.700 personas en paro. El informe, relativo al cuarto trimestre de 2011, recoge, además, otros saldos preocupantes de la economía como la falta de liquidez de las empresas, que no se están viendo beneficiadas por la inyección suministrada a las entidades financieras por el Banco Central Europeo. «Si no fluye el crédito no habrá inversión ni consumo», señaló Juan Carlos Robles, decano del Colegio de Economistas de Málaga.

Los datos no invitan, según Robles, a fantasear con la posibilidad de un milagro. De acuerdo con la institución, la situación es «mala» y no existen argumentos que permitan sugerir una recuperación «inminente». La institución, en este sentido, asegura que durante los próximos meses continuará la inercia destructiva. «Hasta 2013 en ningún caso podemos estar hablando de cifras positivas», resaltó.

Junto al peso de todas estas cifras, el informe detecta algunos síntomas que, si bien no sirven para hablar de mejoría, permiten conjeturar con un futuro más optimista. Es el caso del PIB que, a finales de 2011, reflejaba un 0,5 por ciento más de riqueza que el del resto de provincias andaluzas. Según Fernando de Alcázar, responsable de Estudios Económicos del órgano colegial, el índice se debe al incremento de las exportaciones, que subieron un 32 por ciento respecto al último trimestre de 2010 gracias, en buena medida, a la industria agropecuaria y a la tecnología, pero, sobre todo, al turismo.

En el periodo referido en el informe, la provincia obtuvo mejores números que el resto de la comunidad tanto en llegada de turistas como de viajeros alojados en hoteles, con subidas del 1,44 y el 5,4 por ciento. Los economistas confían en que el peso del sector servicios y el aliento de esta industria sitúe a Málaga en el primer vagón de salida de la crisis, aunque esta última todavía se presume lejana.

El estudio del Colegio de Economistas también se detiene en la evolución de uno de los bastiones tradicionales del tejido productivo de la provincia, la construcción, que acusa una de las comparativas más abusivas respecto al inicio de la crisis. Según Antonio Pedraza, vicedecano, en el cuarto trimestre del pasado año se iniciaron 75 viviendas en Málaga, lo que representa apenas un dos por ciento de los proyectos emprendidos en el mismo periodo de 2006. El sector continúa detenido y suma a la escasez de la demanda privada las dificultades de la administración, que ha rebajado sus iniciativas a la mitad en el último ejercicio.

El movimiento prioritario en la construcción apunta, por tanto, la venta del parque construido. Fernando de Alcázar aplaude, no obstante, la caída del precio medio experimentado por las viviendas de renta libre, que han pasado, en Málaga, de fijar el metro cuadrado a alrededor de 2.340 euros a poco más de 1.700. Un descenso superior al 38 por ciento en apenas cinco años. «Esto es tremendamente positivo porque indica que las viviendas se están poniendo a tono para incentivar a los inversores», reseñó Pedraza. El Colegio de Economistas considera, sin embargo, esencial la puesta en marcha de una reforma financiera.