Son las ocho de la mañana. Parar la actividad económica de una ciudad es muy complicada. Parar la del Centro Histórico, el escaparate comercial de Málaga, es más factible. Un numeroso piquete inicia su recorrido con el objetivo de que la actividad en el Centro permanezca, si no detenida, sí al menos aletargada, dando la impresión al cliente de encontrarse ante un día de domingo, pero incluso con las panaderías cerradas.

El piquete, dirigido por el secretario de Hostelería, Comercio y Turismo de CCOO, Gonzalo Fuentes, parte de la calle Larios y recorre las calles «invitando» a los bares y comercios que encuentran abiertos a sumarse a la huelga. Entre los integrantes del grupo, el parlamentario andaluz de IU, José Antonio Castro.

Aunque la actitud inicial del piquete es informativa, nadie puede impedir que, en varios momentos, elementos descontrolados tiren bolas de pintura a los escaparates de los negocios insumisos, revienten papeleras a base de petardos o suelten algún improperio verbal a las personas trajeadas con la que se cruzan y que van camino de su puesto de trabajo. En cualquier caso, la presencia de los sindicalistas es ya de por sí muy disuasoria, y pocos son los comercios que siguen abiertos cuando el grupo pasa por una calle. Y el que lo está, no tarda en echar la persiana, ya que el estruendo formado por los pitos y petardos ahuyenta de inmediato a los clientes, como ocurre en la plaza de las Flores. Incluso un par de vendedores de la ONCE recibe en sus propios quioscos las consignas de huelga.

«Los comercios saben más o menos la hora a la que pasan. Algunos optan por decirles a sus empleados que no vengan en un día así porque tampoco hay muchos clientes. Otros están dentro, pero no abren hasta que el piquete ha pasado», dice resignado un comerciante de la calle Nueva.

Uno de los momentos álgidos se produce en Atarazanas sobre las nueve, cuando los piquetes acceden al mercado para pedir a los pocos puestos abiertos que respalden la huelga. Un petardo y alguna palabra subida de tono provocan la rápida aparición de motos de la Policía Local y agentes de la Nacional, que con su sola presencia disuaden de altercados. Los agentes ya no se separan del piquete en toda la mañana, lo que motiva los lamentos de los sindicalistas, que se quejan de que nunca en una huelga han visto «tanto policía en la calle y con tanta presencia».

Las oficinas bancarias salpicadas por el Centro son el otro objetivo del piquete. Sucursales de La Caixa, Cajasur, Bankinter, Cajasol, Unicaja o Banesto reciben la visita del grupo, cuyos representantes entran para explicar a los trabajadores la huelga. El supermercado Supersol junto Atarazanas, La Canasta y las cafeterías de la Alameda también son apremiadas a cerrar por un piquete cada vez más numeroso que llega a tener hasta 500 personas.

A media mañana y para dejar el trabajo hecho queda por hacer una visita ya tradicional: el Eroski y el resto de tiendas del centro comercial Larios. Los piquetes entran como una exhalación -el vigilante de seguridad sostiene que llegan a forzar una puerta- y recorren las dos plantas entre pitos y bocinazos. El Eroski tiene sus redes de seguridad echadas delante de las cajas, y en los pasillos casi no hay clientes. Las tiendas del Larios están cerradas, con sus dependientas ocultas en los reservados de personal o en los lavabos de señoras. Misión cumplida. Hora de irse a la manifestación, que empieza a las 12.00. El Centro está cerrado o, por lo menos, en estado de hibernación.