«Es un éxito de todos. Desde el trabajo policial diario, pasando por las víctimas que denuncian, hasta la colaboración del vendedor de almendras o el cochero que nos avisa». Palabra de agente. La guerra policial contra las claveleras va por buen camino. Aunque es pronto para hablar de victoria, lo cierto es que de un tiempo a esta parte cuesta encontrar en las calles del Centro esa imagen que tanto daño hace a la capital. La de aquellas mujeres, no todas, que bajo el disfraz de vendedoras de flores o romero se dedican a acosar y a asaltar a los turistas que visitan la ciudad con el objetivo de desplumarles.

Desde la Policía Local de Málaga lo dicen concierta prudencia, pero lo dicen. «La presión ejercida sobre esta delincuencia organizada parece estar dando sus frutos, al menos temporalmente. No sabemos si esa presión ha provocado el cese transitorio de su actividad o si realmente han optado por desplazarse a otros puntos de la provincia o del país», explica un portavoz de la Policía Local, al tiempo que recuerda que esta actividad es propia de los enclaves turísticos.

Y Málaga lo es. Durante años, un nutrido grupo de mujeres han sido el azote de los visitantes, con lo que eso supone para la imagen de la ciudad. Sobre todo en los alrededores del puerto, donde los cruceristas que visitaban la ciudad y volvían con ciertas prisas al embarque se llevaban la peor parte. «Ellas saben que la víctima prefiere coger el barco a perderlo para denunciar», apunta el agente. Tanto es así, que los cacos controlaban a rajatabla los horarios de atraques y partidas de los buques.

El verano pasado, sólo la Policía Local contaba en sus archivos con más de medio centenar de claveleras con antecedentes por hurtos y robos. Si durante un tiempo esta actividad pasaba prácticamente desapercibida para la justicia y provocaba impotencia entre los agentes, éstos comenzaron a ver la luz el año pasado gracias a algunas decisiones judiciales basadas en la reincidencia. «En muchas ocasiones es difícil demostrar que una mujer ha robado porque trabajan en grupo y el botín pasa de unas manos a otras con gran rapidez.

Si no es por un lado es por otro, porque muchas de ellas caen por desobediencia. Las actuaciones de la Policía Local se enmarcan en la Ordenanza Municipal para la Garantía de la Convivencia y la Protección del Espacio Urbano que impide esta práctica y la sanciona con multa de 167 euros. Así, los agentes advierten a las mujeres que han sorprendido ejerciendo esta actividad de que la reincidencia podría suponer su denuncia ante la autoridad judicial por la presunta comisión de una falta de desobediencia prevista en el artículo 634 del Código Penal.

Esto supuso que muchas de estas mujeres fueran condenadas como autoras de faltas contra el orden público con penas de multa que van desde los 180 euros a los 900, así como al pago de las costas procesales.