El ascenso de Harrison ha sido tan meteórico como su aparatosa caída. Nacido en Bellshill en agosto de 1977, se dio a conocer en la élite del cuadrilátero con tan solo 19 años de edad, cuando en 1996 se hizo con la medalla de bronce del Campeonato de Europa de Boxeo Amateur. Con su padre y entrenador Peter siempre en la esquina del ring, se convirtió en campeón del mundo del peso pluma por la Organización Mundial de Boxeo en 2002, cinturón que perdió al año siguiente y recuperó poco después.

Lució el título hasta 2006, año en el que se trasladó a la Costa del Sol para preparar la defensa del título en un combate previsto para ese año. La debacle personal y profesional la traía en el equipaje y terminó por estallarle definitivamente en las manos en nuestra provincia. Se declaró en ruina, pasó por clínicas de desintoxicación y lo trataron por depresión. Perdió la licencia y prometió empezar de nuevo. Su entorno profesional y los incisivos medios británicos siempre desconfiaron de sus promesas después de tantos errores consecutivos.

Pero lo cierto es que en la cárcel no había bares. Se preparó a conciencia. Primero en Alhaurín de la Torre y después en Botafuegos, prisión de la que salió hecho un toro y pidiendo revancha. La prensa y los promotores volvieron a recelar hasta que lo vieron sin camiseta en una playa de las Bahamas junto a su mujer y su hijo poco después de salir de prisión.

Al promotor Frank Warren le hacían los ojos chiribitas cuando hablaba de Harrison.

«Scott ha pagado y se merece una segunda oportunidad. Creo que se encuentra en excelentes condiciones, incluso está más fuerte que cuando perdió su título. Por supuesto que me interesa trabajar con él», dijo entonces. Harrison padre sentenciaba: «No se equivoquen, Scott volverá a ser campeón del mundo».