En poco más tres meses, Alberto Garzón se ha ganado el respeto del Parlamento. Su discurso, libre de las tentaciones retóricas de la profesión, le ha convertido en el diputado más influyente de las redes sociales. Especialista en Economía, lidera las comisiones de IU relacionadas con Hacienda, lo que le ha permitido seguir de cerca los planes de respuesta a la crisis. Ayer regresó a Málaga para presentar en La Casa Invisible su nuevo libro, Esto tiene arreglo, publicado por Destino.

En Europa la izquierda se queja de la pérdida progresiva de derechos individuales. ¿Es el coste inevitable de la crisis?

El problema es que el sistema capitalista funciona como una bicicleta; si no pedaleas, te caes, y ante esto se plantea la disyuntiva entre seguir creciendo hacia dentro o hacia afuera. Hasta ahora, la apuesta de la Unión Europa, y, por tanto, la de España, es la de las exportaciones, lo que ocurre es que España, al contrario que Alemania, no vende tecnología, por lo que para competir con lo países que producen lo mismo necesita rebajar los costes, las condiciones laborales. En el fondo, es un falso dilema, porque hay alternativas, también se puede crecer hacia adentro, elevando el poder adquisitivo de la población, pero eso exige hablar de redistribución de la riqueza y ajuste de las rentas, que es algo que no gusta a la Unión Europea.

¿Qué ha pasado con la refundación del capitalismo? ¿Se ha apostado definitivamente por otro tipo de reformas?

Al principio, como señala, el propio Sarkozy hablaba de la necesidad de intervenir en el mercado. Ha pesado, sin embargo, el miedo a que se hundiera el sistema. En 1929 se dejó quebrar a los bancos y ahora se ha buscado atajar las deudas, aunque por diferentes vías. Estados Unidos, con sus inyecciones de inversión pública, está apostando por políticas más de izquierdas que la Unión Europea, que se ha volcado con la liberalización, si bien, últimamente, con contradicciones en su propio discurso.

¿Existe una receta para salir de la crisis? Algunos analistas hablan de improvisación...

El PSOE y el PP, por ejemplo, han cambiado su discurso en función de su proximidad con el poder. Ahora vemos a Rajoy que hace más reformas si le suena el teléfono desde Bruselas y se le pide que tranquilice a los mercados. Lo mismo ocurre con la compra de deuda; a veces olvidamos que la Unión Europea no es una entidad abstracta, sino una suma de intereses, en algunos casos, con carné de partido y en otros, como el Banco Central Europeo, con dirigentes profesionalmente vinculados a agencias especuladoras de dudosa reputación.

En su libro, sin embargo, se muestra optimista.¿De verdad que esto tiene arreglo?

Por supuesto que lo tiene. A nivel técnico existen soluciones que ya se han puesto en marcha en otras ocasiones; la banca europea pública, la regulación financiera. Lo que ocurre es que eso tiene una serie de implicaciones políticas y un coste para los bancos y las rentas más altas que Europa no está dispuesta a asumir. Se necesita voluntad política justo en el momento en el que ésta es cada vez más débil. Mientras tanto, la estrategia es el miedo.

¿Está la sociedad paralizada por la crisis?

Digamos que está teniendo influencia lo que Naomi Klein denomina como estado de shock; que es lo que hace que se acepten medidas que en circunstancias diferentes jamás se tolerarían. Hemos asistido a un principio reactivo, pero todavía primario, pegado a los acontecimientos. Se precisa pensar en el modelo de sociedad que queremos y eso tiene que ver con la ideología, con el tránsito de la reacción a la contradicción. Se ha pasado de que nos dijeran que este es el mejor del mundo al desplome de la economía, se han roto los prejuicios y de ahí, de ese modelo,de esa construcción, debe salir el sujeto histórico dispuesto a transformar la economía.