El Centro Histórico de Málaga se ha convertido en un oasis de la restauración. Los ciudadanos parecen beduinos sedientos, que cuando buscan un lugar para descansar y ganar energías, ven cómo se multiplican bares, restaurantes y heladerías, sobre todo estas últimas, que proliferan como setas. Sólo en las dos últimas semanas han abierto diez negocios para comer o beber en el Centro, y al menos tres se preparan para hacerlo en los próximos días.

La sensación, que es generalizada, se critica desde todos los sectores con agentes implicados en el centro de la ciudad. Los hosteleros consideran que la cifra de locales de restauración es excesiva, los comerciantes demandan que las instituciones se impliquen para que no haya un bar en cada esquina y los vecinos solicitan comercios donde comprar: el Centro es su barrio. Por contra, una grave crisis económica que plantea siempre el mismo interrogante: ¿de dónde saca la gente el dinero, si las cifras del paro y recortes no dejan de crecer?

El concejal de Cultura, Turismo y Deporte, Damián Caneda, reconoce que el Centro de la ciudad está sufriendo un boom de la hostelería. «Quizás sea un poco excesivo, en los últimos tres años la oferta ha aumentado un 50%, ese ritmo de crecimiento no es sostenible, lo lógico es que se expanda y no se concentre en los mismos sitios», apunta el edil, que considera que hay que recuperar otras zonas como La Malagueta, el Soho –en la Alameda de Colón– y la calle Carretería. Cree que es necesario consolidar otras zonas, pues sólo en el Centro Histórico hay cerca de 500 locales de hostelería, de los que unos 150 son de reciente creación.

Aún así, aplaude que los empresarios hayan sabido ver las necesidades de la zona, y reconoce que la inversión pública ha hecho de efecto llamada a la privada, que se ha acompañado del aumento de visitantes, que ha pasado de ser de 1,5 millones a tres.

La delegada de Comercio del Consistorio, Esther Molina, asegura que el cierre de comercios de toda la vida se ha debido a que los ciudadanos se desplazan a grandes superficies a hacer la compra, aunque reconoce que el control de ahorro ha llevado a los clientes a comprar fruta, carne o verdura de manera diaria o semanal más que mensual, como se hacía antes.

Sólo en 2011 un total de 188 negocios obtuvieron licencia de apertura en el Centro de Málaga. Del total de declaraciones responsables realizadas, 73, la mitad fueron para la inauguración de negocios de hostelería. Desde el cambio en la normativa municipal, el 29 de septiembre, hasta el 20 de marzo de 2012, la cifra de negocios dedicados al sector hostelero ha sido de 75.

El presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de Málaga (Aehma), Rafael Prado, alerta de que el aumento le parece una «barbaridad». «La hostelería no es el único negocio, no pueden ir todos los garbanzos en el mismo saco, hay que incentivar al comercio». Lamenta que la oferta se haya «desequilibrado» y compara a la hostelería con el exceso de camas que ha habido en la Costa del Sol, lo que ha motivado el cierre de hoteles.

«Quiero hacer un llamamiento, hay que buscar otras fórmulas de inversión porque ésta ya está sobredimensionada, y cada vez hay menos beneficios», asegura. Además, critica que cada vez haya menos comercios tradicionales y lamenta que tiendas de toda la vida que llevaban abiertas 40 ó 50 años hayan tenido que echar el cierre. «Ya es difícil recuperarlos, vamos a cuidar lo que queda». Y es que según el presidente de Aehma, el Centro ya sólo tiene una tienda de electricidad y una ferretería.

Lo mismo piensa la responsable de la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico de Málaga, Trinidad Fernández-Baca. Opina que debería potenciarse un equilibrio y pide al Ayuntamiento y a la Junta de Andalucía un plan integral urbanístico comercial. De este modo, solicita a las instituciones que se impliquen y que se pongan bares y restaurantes de manera ordenada –como farmacias y estancos– para que también haya lugar para los comercios, que, según ella, sufren el acorralamiento de las terrazas, que ocultan los escaparates y las entradas a las tiendas. Además, critica que los dueños de los locales –casi todos de alquiler– les exigen que cuando vayan a abandonarlo lo dejen como lo encontraron, razón que Fernández-Baca cree que logra que muchos prosigan con la hostelería y no innoven. Así, recuerda que adecuar una cafetería para abrir al público, con una pequeña cocina y que cumpla las normas de accesibilidad cuesta unos 80.000 euros a los empresarios, en los que no se incluyen ni los contratos de los trabajadores, ni el alquiler o el canon que muchos arrendadores exigen que se les abone.

Por su parte, la presidenta de la Asociación de Vecinos del Centro Histórico de Málaga, María José Savia, pide a las instituciones que entiendan que esta zona es un barrio más de la ciudad, por lo que sus vecinos tienen las mismas necesidades que el resto. «Nos estamos convirtiendo en un parque temático de ocio, en dos meses han abierto seis heladerías», apunta la responsable de la organización, que asegura que sólo quieren un Centro habitable, ya que para comprar tienen que desplazarse al barrio de la Victoria o al mercado de Atarazanas.

Además, hay que tener en cuenta que estos vecinos, cuyos edificios no suelen contar con aparcamientos, tienen un horario específico para que les lleven la compra, de 9 a 11 horas de lunes a viernes. Lo demás, deben cargarlo.