San Google, en realidad, puede esconder un demonio que lo sabe todo de nosotros. Hacemos uso de unos servicios que creemos que son gratuitos, pero que en realidad los pagamos con nuestra información personal. Nuestros datos. Nuestra intimidad. El empresario Alejando Suárez Sánchez-Ocaña desvela cada uno de los secretos que Google no quiere que sepamos en su libro Desnudando a Google: cómo y con qué herramientas domina el mercado publicitario mundial, la letra pequeña que esconde detrás de sus prestaciones o cómo opera de forma opaca desde paraísos fiscales, desviando fondos y sin tributar por los millones que en realidad factura en España, mientras la crisis azota a todos sus usuarios diarios, obligados a pagar más impuestos y a ver reducidos sus ingresos.

Llama la atención que pese a escribir un libro que trata de desvelar los secretos de Google y la «inquietante realidad» que esconde, según sus propias palabras, al teclear su nombre en el buscador aparecen aproximadamente 727.000 referencias. ¿Por qué la compañía no le censura?

Tiene toda la lógica del mundo porque Google es un monopolio inteligente. Si hubiera llamado a Microsoft y les hubiera dicho que iba a escribir un libro así sobre ellos, me hubieran colgado y no me habrían atendido nunca. Google te atiende, te recibe, colabora y quiere dejar su opinión de forma activa en el libro. No es un monopolio radical, pero por eso es también mucho más peligroso, ya que no se les ve venir. Google es un monopolio que atrae a la gente con productos que son magníficos y por eso no nos damos cuenta. La historia de Google es la del palo y la zanahoria. Va en contra del ADN del propio Google censurar la información, porque perdería credibilidad.

¿Cómo funciona Google? Es una herramienta que usamos a diario cada vez que tenemos una duda.

No es sólo un buscador de internet. Google es más de cien productos y servicios distintos y uno de ellos, muy bueno, es el buscador. Google es una multinacional que factura al año tanto como puede facturar un país como Egipto, que ha crecido de 200 a 30.000 empleados en tan sólo doce años, la única vez que ha pasado en la historia. Y Google es tremendamente atractivo, tremendamente adictivo y tremendamente resolutivo. Es por ello por lo que funciona tan bien y tiene más mil millones de usuarios en el mundo. Pero hay que separar la imagen que tiene la propia compañía y las prácticas empresariales y cómo opera, que es algo totalmente distinto.

¿Qué puede saber Google de nosotros más allá de lo que busco?

Google sabe mucho más de lo que podemos imaginar. Sabe lo que buscas, desde la dirección en la que lo buscas, en qué ciudad y en qué calle vives, qué productos y servicios te interesan, qué relación personal tienes con otras personas, qué planes de futuro tienes, qué tipo de contenidos te interesan, tus citas, en qué lugar, con quién, por qué, cuáles son tus amigos... cuántos más productos o servicios usamos de Google, la información que tiene de nosotros es mucho más precisa. La base de datos es la más grande del mundo. Y si la información es poder, Google es la empresa más poderosa del mundo, con diferencia. Hasta el punto de que el Gobierno de EEUU utiliza Google como si fuera la vieja CIA de los años 80, en virtud de la Patriots American Law.

¿La ley de protección de datos?

Se escuchan las risas desde Silicon Valley, probablemente. Google está al servico del Gobierno americano y nada más. Pero se ciñen a la legislación estadounidense o a las leyes europeas en función de sus intereses. Es una compañía intrusiva con la privacidad que alimentamos, además, los propios usuarios, que aceptamos los términos sin leer la letra pequeña. Y autorizamos a Google a que utilice nuestros datos para saber más de nosotros y que así nos pueda ofrecer más publicidad, segmentada y específica. Los productos no son gratis: son un intercambio de nuestra privacidad e información personal a cambio del uso de un servicio que además no tiene competencia. Google nos conoce mejor que nuestra madre o nuestra pareja.

¿Dónde se encuentra el peligro principal?

Ahora utilizan esa enorme base de datos que van perfilando día a día por publicidad, pero mañana podría usarlo para otras cosas. Por ejemplo, filtraciones con empleados desleales. O que Google sufra el ataque de un hacker que robe toda nuestra información, sensible, y que eso circulara por internet. Por eso las administraciones deberían tutelar cómo se guarda y se maneja esa información. España es el país del mundo donde Google tiene más cuota de mercado. Tiene capacidad de sobreescribir la historia, porque tutela y prioriza la información que nos tiene que llegar. Además, como la tecnología va muy por delante de la ley, la línea roja de qué se puede o no se puede hacer, históricamente la ha marcado Google, y de forma unilateral, además.

¿Por qué no dejamos de usar Google inmediatamente?

Porque nos hace depender de sus propios productos. Pasa incluso cuando decide cambiar los términos y condiciones de sus servicios: los seguimos usando, pese a todo. ¿Quién nos garantiza que pueden llegar más allá? Si no nos gusta podríamos darnos de baja, pero saben que no lo haremos.

En el libro denuncia también que defrauda a Hacienda.

Así es. Es una empresa muy opaca que pudo facturar en España entre 400 y 500 millones de euros el año pasado, sin embargo declaró pérdidas y no pagó nada. Calculo que tenía que haber tributado unos 150 millones de euros.

¿Cómo consiguen eludir el fisco? Con maniobras que tal vez no sean del todo ilegales, pero sin duda son inmorales. Google desvía casi todos sus ingresos a Irlanda. En España, Google tendría que pagar entre el 20% y el 30% de sus ingresos como impuesto de sociedades...Y, en cambio, en Irlanda el tipo de ese impuesto era sólo del 12,5%. De Irlanda mandan el dinero a Bélgica y de allí a las Bermudas, un auténtico paraíso fiscal.