Nunca se les olvidó a ese grupo de jóvenes scouts una acampada en septiembre a comienzos de los 90 en La Aljaima. «Cayó una lluvia importante y acabó toda la tropa de barro hasta la cabeza», destaca Juanma López Ballesteros.

Tan embarrados quedaron que decidieron, durante los siguientes años, repetir la experiencia cada mes de septiembre en La Aljaima «y el rito era embarrarse cada mes de septiembre». Un ritual de amistad y celebración que puede verse en esta impactante y divertida foto.

Numerosas aventuras acompañan la historia del Grupo 400 y quienes asistieron a los campamentos de verano en Montejaque no se olvidarán de la convivencia forzosa con cerdos. «Muchas tiendas de campaña llegaron con una puerta y acabaron con dos porque los cochinos entraban y como no encontraban la salida, salían por detrás», bromea Juanma, que explica que, por fortuna, los scouts tuvieron la precaución de izar la comida y la basura por la noche gracias a un sistema de palés con polea.

Y un clásico de los campamentos es la figura del zorro, nombrado por el jefe del campamento. Una suerte de misterioso personaje que se encarga de hacer, a escondidas, pequeñas trastadas como robar las botas de las tiendas y cuyo principal misión consiste, además, en no ser descubierto. Y gajes del oficio, ese encuentro entre un joven scout y su madre, y en lugar de saludarle con un «mamá te quiero», él suelta: «Mamá he perdido las gafas». Eran nuevas, claro.