María Victoria Trianes es catedrática de Psicología Evolutiva de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga y atesora una dilata trayectoria profesional ligada al estudio y al conocimiento de la violencia de los menores. Precisamente el Defensor del Pueblo Andaluz y del Menor, José Chamizo, en su informe de 2011 publicado hace unos días alertaba de la aparición de un nuevo tipo de niño maltratador que «no acepta límites materiales» por parte de sus padres a pesar de la crisis.

¿La violencia por parte de los jóvenes ha aumentado?

No creo que se esté incrementando. Hay datos del Defensor del Pueblo en Madrid en su informe de 2007 que hablaban de que la violencia de los menores había disminuido respecto al informe anterior. Unos colegas que hicieron un estudio comparativo con países del este encontraron en España menos violencia. Es decir, hay datos, aunque no de la provincia, que indican que en general la violencia no incrementa, pero ahora bien sí cambia su cara y aparecen formas de violencia nueva que tienen que ver con las tecnologías, entre otras.

¿Qué tipo de violencia es esa que tiene que ver con las tecnologías?

El acoso a través del móvil tiene una presencia mayor que hace unos años lógicamente por el mayor uso del móvil y tiene unas características que lo hacen más temido que un acoso físico. El impacto es mayor porque llega a más gente o lo cuelgan en redes sociales. Así se incrementan la población que ve a esa chica en una situación ridícula, desfavorecida e incrementa el daño. Es terrible el impacto de las tecnologías en el acoso o la agresión.

¿Qué otras nuevas formas de violencia juvenil se dan?

Me centraría en dos: nuevas formas de vida, con los medios digitales que ya he mencionado; y las nuevas formas de violencia familiar, lo que se llaman hijos tiranos, que son hijos que agreden a sus padres. Los centros de menores tienen porcentajes relativamente altos de menores agresores contra los padres.

¿Cuáles son las características de ese hijo tirano?

Hay poco publicado aún, pero lo que se sabe es que tiene mucho que ver la educación recibida. Estos episodios de violencia se dan generalmente en chicos. Siendo chicos inquietos, impulsivos, caprichosos, si no encuentran una educación que le ponga normas, que les enseñe a controlarse, a ajustarse a las reglas, puede ocurrir esto. Hay padres que no son capaces de darles estas pautas a los hijos porque tienen alguna enfermedad, han de atender otros problemas familiares o son gente de poco espíritu que no son capaces de imponerse al hijo. El niño va creciendo y al no tener controles a su impulsividad y agresividad ante cualquier contrariedad salta y puede pegar a los padres. Hablamos de chichos de 13, 14 ó 15 años.

¿Qué piensa acerca de ese nuevo tipo de joven violento que establece el Defensor del Menor relacionado con la crisis?

Más que un nuevo tipo yo lo enmarco dentro de los hijos tiranos, pero no creo que un niño caprichoso se vuelva agresor si no hay una educación que le consiente mucho, porque no tiene controles. En el trasfondo hay una educación que no es adecuada.

Si no hay un aumento de la violencia, ¿por qué sí existe esa percepción? ¿es quizás que esos nuevos modelos destacan especialmente al no ser habituales y salirse de los cánones?

Claro, las agresiones a través de las redes sociales, de los móviles, es algo para lo que no estábamos preparados, ni siquiera se sabe bien cómo atajar esto porque es muy nuevo y esta tecnología va creciendo enormemente y los menores son hábiles en ella. Esto es difícil de calibrar. A lo mejor disminuye la violencia física en las aulas pero se está incrementando más esta violencia de exclusión, de reírse de alguien, ridiculizarlo o expulsarlo del grupo.

¿Por qué el menor agresor es un varón mayoritariamente?

Los chicos tienen más predisposición, quizás por la tendencia impulsiva a explorar, al dominio de las cosas, a querer alcanzar lo que quieren. Todo esto es un impulso más fuerte en el niño que en la niña. Hablamos de edades inferiores. La niña es socializada para obedecer más, ser más tranquila, dedicarse más a las cosas que le dicen, atender las consignas. Las niñas tienen también formas de agresión, pero la agresión física de dar patadas o tortas lo hacen los varones. Las niñas lo que hacen es expandir rumores, hablar mal de alguien, excluir del grupo, ya no eres nuestra amiga, son formas de agresión más psicológica. Hablamos de edades de 10 a 16 años. Preadolescencia y adolescencia temprana . Después, cuando pasan de los 16 ó 17 están estudiando o trabajan y se interesan más en su esfuerzo y estos episodios disminuyen.

¿Qué puede hacer la escuela?

Más que tratar a un niño violento puede prevenir que no surja violencia. Hay procedimientos para la solución de problemas interpersonales, reducir la impulsividad, enseñar a negociar, aprendizaje cooperativo, voluntariado inducido, mediación entre iguales... muchas herramientas que los profesores pueden emplear para evitar que en las aulas haya actos violentos y que el niño violento reduzca su agresividad y se ajuste a la norma.

¿Y los padres?

Actuar en las edades tempranas es lo mejor. Es importante no consentir en casa actos violentos o agresivos. Una estrategia es si al niño le da un berrinche llevarlo a un rincón, definirlo como el rincón de la calma, con algo que le guste como juguetes o pinturas y hasta que no se calme no puede salir de ahí. Esa táctica sencilla ayuda al menor a controlarse. No darle besos ni acercarse cuando esté con la rabieta y cuando se calme darle besos, son otras de las pautas a seguir. Así se enseña a que se calme por sí mismo y se le va a mostrar el cariño cuando se calme. Los primeros tres o cuatro años del niño son indispensables para el desarrollo futuro. Ahí se puede cambiar a un niño que venga temperamental, educándolo, mostrándole normas. Tener un hijo significa dedicación.

¿Qué se hace mal ahora?

Los padres ahora están más tensionados. Sobre todo la clase media. Más que relajación hay una excesiva atención. Los padres no escuchan al niño, aunque tenga dos años, sus necesidades, sus problemas, darle afecto, cariño.

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¿La familia y los profesores tienen entonces culpa en ese joven agresor?

Cuando hay un niño violento el niño no tiene toda la culpa. La familia tiene parte al no haber conseguido con sus medios controlar esa violencia que el niño manifiesta. La familia en los cuatro primeros años de vida del niño tiene todas las herramientas para hacer que esté controlado y educado o dejarlo con sus impulsos y falta de control. La escuela también tiene medios para moderar y reducir los riesgos de la conducta violenta. En la escuela se puede ayudar a reducir la violencia y los riesgos de ser violentos más adelantes.