La crisis, las víctimas de la crisis. El volumen de personas que precisan ayuda urgente en la provincia empieza a adquirir proporciones verdaderamente monstruosas. Cuatro años después de la caída de las subprimes, los números de Cáritas ofrecen ya una visión certera del roto, inmenso roto, provocado por las penurias de la economía; en 2011, la organización, ligada a la Iglesia, atendió a más de 25.300 familias en Málaga, un récord absoluto, que, además, duplica severamente los registros que se manejaban en 2007.

Según el obispo de Málaga, Jesús Catalá, del total de atendidos, un 18, 42 por ciento, casi 5.000 personas, acudieron a Cáritas por primera vez, lo que da cuenta de una inercia perversa, todavía alejada del horizonte de recuperación que se pronosticaba para esta fecha hace un trienio. Además, el 81 por ciento se corresponde con demandantes de ayuda que contactaron con la institución hace más de un año y de ellos, únicamente el 33,41% alude a solicitantes de más de dos.

Francisco José Sánchez, director de Cáritas en Málaga, alude a un nuevo perfil que ya no se corresponde con los cuadros habituales de enfermedad y marginación. En la lista de beneficiarios de la organización hay indigentes, pero también parejas jóvenes y madres con hijos. «Antes ayudábamos a los pobres, ahora a nuestros vecinos», resume.

Otro tanto ocurre con el tipo de solicitud. El 82 por ciento de las demandas tienen que ver con la alimentación, el 38 por ciento con el empleo, el 27 con suministros, y el 21,91 con el pago de la vivienda. Una radiografía de los estragos de la crisis que se detiene especialmente en este último punto, que en la capital afecta al 38 por cien de las familias atendidas.

En la memoria de Cáritas, presentada ayer, se recogen los pormenores de un año en el que la pobreza, en palabras del obispo, se ha hecho más extensiva, intensa y crónica. Del total de acciones de apoyo desarrolladas por el colectivo –79.600–, el 95 por ciento responde a tareas de escucha y asesoramiento y el 82,82 al empleo.

La relación de estrategias puestas en marcha por Cáritas para asistir a la población incluyen desde la ayuda al pago del alquiler a la aportación de comida o la mera compañía. La organización cuenta, además, en Málaga con centros de acogida e intervención específica que socorrieron el pasado ejercicio de 339 personas.

A la hora de analizar el perfil de las familias con necesidades, Sánchez se refirió también al descenso proporcional de la población emigrante, que antes copaba más de la mitad de las prestaciones. En el cómputo de la ayuda brindada por las parroquias, su presencia se ha disminuido hasta el 47 por ciento y en el de los servicios generales de Cáritas ha caído al 38. «Hemos notado que muchos retornan, con el componente de frustración que eso supone», aclara.

Lo que sí se mantiene son las necesidades de las mujeres, que centran, en algunos casos, el 70 por por ciento de las atenciones dispensadas por Cáritas en las parroquias. Trabajadores en paro de más de 50 años, jóvenes sin titulación y con escasas competencias profesionales. El 73,47 por ciento de los demandantes de ayuda de 2011 se acercaron a la organización asediados por la ausencia de recursos económicos, el 64,38 por el asedio del paro y 19,61 por problemas de desustructuración familiar.

A la luz de estos datos, el obispo de Málaga apostó por un nuevo modelo económico «que gire en torno al ser humano»; además, se refirió a la crisis económica como una crisis ética y arremetió contra un sistema que, en su opinión, únicamente favorece a los más acomodados.

Catalá agradeció, no obstante, el papel de los voluntarios y donantes, que lograron aumentar los ingresos de la institución en algo más de 240.000 euros. Cáritas cuenta con una red de voluntarios compuesta por 1.153 personas– el 89 por ciento de sus trabajadores–, a las que se suman 3.767 socios.

La labor de todos ellos, junto a las subvenciones públicas, están detrás del grueso de la financiación de la institución, que el pasado ejercicio apenas dedicó un 7 por ciento de su presupuesto al mantenimiento administrativo. En 2011 Cáritas recibió 6.770.860 euros, de los cuales, más del 90 por ciento–6.688.699– revertió directamente en programas sociales; el capítulo de acogida y atención, que incluye un fondo de ayuda directa a las familias, reclamó 2,6 millones, mientras que los distintos programas y proyectos utilizaron algo más de 643. 000 euros. La administración y secretaría, por su parte, fue sufragada con 298.799.

A estos gastos se añade también una partida de 3.047.065 euros, casi la mitad del presupuesto, consagrada, en exclusiva, al funcionamiento de los centros sociosanitarios de la institución: los apartamentos de Tomás de Cózar para personas en riesgo de exclusión; las casas de acogida Colichet y Nuestra Señora de la Merced, que atienden, respectivamente, a enfermos de sida y presos liberados sin recursos; el centro gerontológico El Buen Samaritano; el hogar para indigentes Pozo Dulce y los pisos destinados a asistir las necesidades de los inmigrantes más desfavorecidos. Son estos equipamientos los que concentran, además, casi la totalidad de los contratados de Cáritas, que suman 112 personas.

El director de la institución no quiso olvidar asimismo las campañas especiales de emergencias llevadas a cabo en Málaga durante 2011, que consiguieron movilizar un total de 274.621 euros para contribuir a aliviar las consecuencias de catástrofes y hambrunas como la del Cuerno de África. Muchos de los ingresos que recibió Cáritas fueron a través de llamamientos especiales y de proyectos como «A más necesidad, más fraternidad», que recordaba la situación de los más necesitados en este periodo de crisis económica.

Durante 2011, más de 24. 000 familias fueron asistidas en las dependencias parroquiales de Cáritas, mientras que 13.666 participaron en diferentes proyectos. A nivel nacional, la institución, salpicada por la polémica del pago del IBI y, sobre todo, por la respuesta de la Conferencia Episcopal, dirigida por Rouco Varela, atendió el pasado año por primera vez a más de un millón de personas. De ellas, más de un tercio acudió por primera vez en su vida en busca de ayuda. «Muchos contaban con una red de apoyo familiar de la que ya carecen porque los mismos que le asistían ahora también necesitan atenciones», precisa Sánchez.

El obispo, que estuvo acompañado por Gabriel Leal, vicario de acción caritativa de la diócesis de Málaga, se refirió también a la importancia de mantener la colaboración económica a través de la declaración de la Renta, en la que, puntualizó, se pueden marcar ambas casillas–fines sociales e Iglesia– sin perjuicio de ninguna de las dos.