Ni la Guerra Civil pudo acabar con los servicios del hospital psiquiátrico San Francisco de Asís, de ahí que no sea extraño que se dijera que «cuando España se volvía loca, en el hospital psiquiátrico San Francisco de Asís se volvían cuerdos». La actitud del centro durante la guerra es el reflejo del espíritu de servicio de la familia De Linares, una de las sagas de psiquiatras más prestigiosas y antiguas de España, con auténticos pioneros que alumbraron los comienzos de esta disciplina en el país y abrieron nuevos caminos en la Medicina.

Prueba de esto último es el médico Antonio de Linares Enríquez (1848-1928), que además de fundar y luego presidir el Colegio de Médicos de Málaga y otras instituciones como la Sociedad Malagueña de Ciencias y la Academia de Bellas Artes de San Telmo, demostró que la triquinosis se transmitía por la ingestión de carne de cerdo. Tras las resistencias de algunos colegas nacionales, que no veían necesario el análisis de la carne de cerdo antes de su consumo, el doctor De Linares pidió un análisis imparcial a cargo de un académico parisino, el doctor Chatin, que confirmó su diagnóstico.

El Museo de Málaga cuenta con su retrato, pintado por su buen amigo el artista sevillano José Nogales en 1899 y que fue cedido por la familia del médico a la institución.

En logros médicos no se quedó atrás su hermano Francisco de Linares Enríquez, fundador de la Cofradía del Sepulcro, que fue el primer médico en tratar las enfermedades nerviosas y mentales en Málaga, en unos tiempos, último tercio del XIX, en el que todavía no existía la moderna Psiquiatría.

La vocación la continuaría su hijo Francisco de Linares y Vivar, inscrito en el Libro de Oro de la Psiquiatría con el número 1. Puede decirse que con él nacía la Psiquiatría española en esos comienzos del siglo XX.

Consciente de que había enfermos mentales que no podían estar en la calle y que necesitaban centros especializados y no los clásicos manicomios, propuso a los hermanos de San Juan de Dios su instalación en Málaga, algo que se produjo en los años 20 con el psiquiátrico de San José.

También ayudó a fundar el sanatorio de señoras del Sagrado Corazón, en la capital de la Costa del Sol, regentado por las hermanas hospitalarias en el entonces llamado Camino de Casabermeja, hoy de San Juan Bosco, un cambio en el callejero que por cierto, se debería a Antonio de Linares Pezzi, hijo del psiquiatra, de quien luego hablaremos.

Francisco de Linares y Vivar hizo realidad su propio proyecto de sanatorio psiquiátrico el día de San Francisco de 1935, cuando adquirió la exuberante finca de La Cerda, junto al arroyo Jaboneros de Málaga, llamada así en recuerdo de Manuel de la Zerda, propietario de los terrenos a finales del XVIII. Un conocido personaje de la ciudad, el cónsul de Prusia Adolfo Pries, también fue propietario de estas tierras, que en el momento de adquirirlas el doctor De Linares eran una finca de recreo de los jesuitas.

En un entorno de gran belleza y tranquilidad, con árboles centenarios y una mansión de aires regionalistas construida en los inicios del siglo XX, comenzó su andadura el hospital psiquiátrico San Francisco de Asís, que casi 80 años más tarde sigue conservando los mismos atractivos y mantiene el jardín histórico.

Dos de los hijos del fundador del sanatorio, Miguel y Antonio de Linares Pezzi, siguieron la vocación familiar. El primero de ellos fue uno de los fundadores de la Psiquiatría Infantil en España. En 1946 abrió en la finca del Mayorazgo el Instituto Psicopedagógico Dulce Nombre de María, y diez años más tarde se trasladó al Valle de los Galanes, al antiguo consulado de Estados Unidos en Málaga. Sus descendientes siguen a cargo de la institución.

En cuanto a Antonio de Linares, psiquiatra y médico internista, mantuvo durante 40 años una consulta gratuita en la capital para los más desfavorecidos y dirigió como su padre el sanatorio, además del psiquiátrico femenino.

En el reglamento de 1935 del recién abierto hospital de San Francisco puede leerse que: «Estos centros deben ser muy especiales ya que las razones de elevado orden científico y de amor a los pacientes, nos mueve a consagrarle a todos ellos todos nuestros amores en toda nuestra vida». Esta palabras siguen nutriendo, en 2012, la filosofía del hospital.