Aunque suene a tópico, es inevitable admitir que el turismo está en una encrucijada. Y lo está por la crisis económica, pero también porque los tiempos se mueven con rapidez hacia un futuro con nuevos caminos que sólo se andarán si se construye un destino fuerte, consolidado y que mire más allá del sol y playa. Coinciden en ello todos los agentes turísticos, los del lado público, los del sector privado, los trabajadores. La Costa del Sol, y Andalucía entera, no se puede dormir en los laureles y vivir de glorias pasadas, esas que tan bien sabe retratar Lucas Martín semanalmente en este periódico. Ahora toca la acción, plantar cara a los desafíos, que son muchos y complejos, construir una imagen de marca renovada y favorecer una colaboración que no sólo debe ser entre instituciones.

El foro que reunió al sector en esta casa sirvió para evidenciar que todos buscan lo mismo: que la industria turística sea una fuente de empleo, de ingresos, un puntal de esa economía que ahora busca nuevos modelos para avanzar hacia una vida mejor. Calidad, innovación, diferenciación. Palabras que todos repiten, que se admiten como claves para el presente, conceptos por desarrollar y que por ahora sólo se nombran en abstracto, porque para ser una realidad requieren de una apuesta sin titubeos y sin enfrentamientos inútiles. Sabemos las fortalezas, conocemos las amenazas. Sólo nos queda comenzar a actuar con imaginación, con perspectivas de futuro que vayan más allá de unos años. De lo contrario Málaga y Andalucía tienen experiencia.

Se vivió deprisa en los años del boom y los resultados están a la vista. Hay hoteles cerrados, destinos con potencial que reclaman a gritos una recualificación, empleados en el paro y carencias en materia de formación o idiomas. Pero también hay oferta y segmentos por explotar y ejemplo de ello es Málaga ciudad y su explosión turística al calor del turismo cultural y de fin de semana. La receta está ya escrita, los ingredientes están al alcance de la mano, sólo resta saber mezclarlos con inteligencia y mucha imaginación, porque la Costa del Sol no puede permitirse perder el gran salto, ese que le ha puesto al alcance de la mano estos tiempos adversos, que en ocasiones son los mejores para remontar el vuelo.