Antonio Antelo, un jubilado conocido en el barrio como El pastor, es el propietario de una de las barcas que desde siempre descansan en la playa de El Bulto, donde ayer dos máquinas excavadoras arramblaron con todo lo que parecía inútil, ilegal y sin propietario. A sus 67 años, 57 como lobo de mar, y al contrario que a los más jóvenes, no le tembló un músculo de la cara mientras observaba desde el poyete del paseo marítimo cómo los operarios de Limasa retiraban hasta 53 toneladas de enseres de pesca y basura, según los datos aportados por la Policía Local de Málaga.

La tranquilidad de El pastor es la tranquilidad de su conciencia. «La policía cree que algunos pescadores guardan en los cajones redes ilegales, incluso droga, y tenemos que pagar justos por pescadores», dijo. A Antonio, que apoya la limpieza de la zona, no le preocupa su barca, que está en regla como todas las demás excepto dos», cuyos propietarios las trasladaron la noche anterior a otros puntos del litoral para que no se las intervinieran. «¡De algo tendrán que comer sus hijos!», exclama otro pescador de toda la vida. Lo que realmente le inquieta al marinero son los rumores. «Dicen que el Ayuntamiento quiere que traslademos las barcas al varadero de la playa de La Térmica, en la otra punta de Huelin», dice antes de ceder a la melancolía: «Mi familia lleva 200 años varando en esta playa».

Como Antonio, el joven José Aguilar cree que el verdadero conflicto de esa zona la generan los indigentes que desde hace años aprovechan esa esquina de la playa para acampar entre bote y bote. «Si quieren hablar de drogas, alcohol, peleas y suciedad que hablen con ellos», asegura mientras señala a un grupo de sin techo que contempla la escena de limpieza a la sombra de unas palmeras.

La visión oficial. La visión de la Junta de Andalucía y del Ayuntamiento de Málaga es completamente diferente, ya que fuentes de ambas instituciones definieron ese punto de la playa como «un nido de pulgas, ratas, restos biológicos y basura repleto de objetos cortantes» que se encontraba a apenas a unos metros de un parque infantil.

Para la delegada provincial de Agricultura y Pesca, Mónica Bermúdez, la mañana de ayer fue «histórica» para los Servicios de Inspección Pesquera y su encarnizada lucha contra la pesca de inmaduros. Dio un dato demoledor: «Del millar de embarcaciones que se han intervenido en la última década por pesca de inmaduros, prácticamente la mitad estaban varadas en El Bulto». «Pero ya no se trata sólo de un tema de pesca», prosiguió, «sino de la eliminación de un punto en el que la droga y la salud pública se habían convertido desde hace mucho tiempo en un problema».

En todo caso, la delegada explicó que el de ayer fue un gran paso, pero que sólo era el primero y que había que darle continuidad. «Que el Ayuntamiento se haya sensibilizado con este asunto es una gran noticia, pero ahora todas las partes, Policía Local, Guardia Civil e Inspección Pesquera, tenemos que seguir vigilando para que el problema no se reproduzca», abundó. Sobre las sospechas de los propietarios deque su zona de varada podría ser La Térmica, la delegada aseguró que es la opción que ha escuchado, pero que es una decisión que depende exclusivamente del Ayuntamiento de Málaga, cuyas fuentes sólo confirmaron que se hará, pero no cuándo. Por su parte, el balance del operativo de ayer lo hizo la Policía Local de Málaga, cuyas fuentes aseguraron que los veinte trabajadores de Limasa retiraron algo más de 53 toneladas de enseres y basura tras las dos semanas de plazo para que los propietarios de los arcones y demás elementos no autorizados fuesen retirados.

De la playa salió de todo. Redes ilegales en mal estado, sillas, mesas, sombrillas, barras de hierro, cristales y hasta algún torno con el que los marineros se ayudan a varar los botes en la playa. En la treintena de arcones que no fueron retirados por sus propietarios pese a los carteles que lucían con el correspondiente aviso, los agentes encontraron formol, producto que, según los técnicos de la Junta de Andalucía, los pescadores de inmaduros suelen utilizar junto a la orina para conservar sus capturas.

Según la Policía Local, algunos de los arcones estaban provistos de cerraduras blindadas, candados de seguridad y cadenas de acero, e incluso se encontraban anclados en la arena, disponiendo de un fondo superior y teniendo una mayor capacidad de almacenaje.

Por parte de la Policía Local asistieron una treintena de agentes pertenecientes a distintos grupos y unidades del cuerpo, como el Grupo de Protección de la Naturaleza (Gruprona), el Grupo Operativo de Apoyo (GOA), las unidades Canina y de Caballería y personal de distintas jefaturas de la Policía de Barrio. La Guardia Civil aportó una decena de efectivos, incluidos una patrullera del Servicio Marítimo y miembros del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona).

La policía descubre dos zulos bajo la arena. Según la Policía Local, los perros de la Unidad Canina marcaron el olor de estupefacientes, aunque finalmente no encontraron ninguna cantidad. Poco después, el ir y venir de las máquinas provocó que el terreno se hundiera en dos zonas que resultaron ser zulos imposibles de distinguir a simple vista. Según fuentes de la Junta de Andalucía, ambas oquedades tenían capacidad suficiente para guardar droga, motores de embarcaciones robados, formol o los boliches que normalmente se utilizan para la pesca de inmaduros.