El Teléfono de la Esperanza es una organización que lucha contra la soledad del ser humano. El consumismo y el egocentrismo han modelado una sociedad vacía en la que todo el mundo busca respuestas. Juan Sánchez preside una asociación con cuarenta años de historia que trata de responder a esos porqués y cuyo público objetivo son tanto las personas en crisis como aquellas, a priori, emocionalmente estables. Si necesitan ayuda pueden llamar al 952 26 15 00 o al 902 500 002. Y si quieren ayudar: al 952 652 651. Siempre hay alguien al otro lado de la línea.

¿Qué significado tiene hoy en día una organización que se dedica a ayudar a los demás?

En situaciones de crisis económicas también tenemos crisis humanas en cuanto al paro. También estamos en un periodo de crisis de valores. La asociación intenta fomentar en las personas sus cualidades. Y, en situaciones de crisis personales, tratar de propiciar cambios. Y que el individuo valore sus cualidades, las reconozca y sepa que puede mejorar.

La crisis, por tanto, hace más necesarias que nunca a asociaciones como ésta...

Es curioso. En crisis la asociación tiene menos subvenciones. Hemos sufrido un recorte económico importante, pero tenemos más demanda social. Hay más gente que llama. La crisis provoca ansiedad, depresión, inestabilidad. A los cursos y talleres viene más gente, porque buscan mejorar su autoestima, fortalecer su situación emocional y raíces para fortalecerse. Económicamente estamos más recortados y tenemos curiosamente más voluntarios. Los parados están viniendo a la asociación preguntando qué pueden hacer.

¿Cuál es el gran problema de nuestro tiempo?

La soledad. Y la carencia de valores.

¿De qué valores carecemos?

Es una sociedad muy egocéntrica. El yo está muy potenciado. Después de la crisis vamos a abrir ese yo y a convertirlo en nosotros. La gente está empatizando mucho en cuanto a que existen otros que ya están carentes de muchas cosas. Hemos comprendido que no podíamos seguir como estábamos. Se ha potenciado mucho el consumismo, el decir yo estoy por encima de los demás... Sin embargo ahí tenemos al 15 M y otros movimientos sociales que se preguntan qué hacemos con lo ocurre. Yo en las redes sociales veo cantidad de mensajes positivos: puedes hacerlo, eres capaz...

¿Quién llama al teléfono?

Es una persona que está sola.

¿Cuáles son los problemas más habituales?

Problemas psicológicos, conflictos de pareja o con los hijos. Son los más acuciantes. El 50,94% de las llamadas son problemas psicológicos, el 24,5% son relacionales y familiares. Y otros asistenciales, jurídicos y religiosos. Pero la depresión y la ansiedad ganan por goleada.

La depresión se acrecienta con el paro...

Claro. Si hay un desajuste emocional o familiar, el desempleo lo acusa. Si hay cohesión en la familia, fortaleza, un problema de paro es un problema, pero se comparte de otra manera.

¿Solemos compartir nuestros dramas personales?

Se abren a los demás. A través de la llamada, es anónima. La confidencialidad está garantizada. Cuando alguien llega al teléfono y quiere colaborar tiene que pasar por cursos en los que la gente trata de conocerse a uno mismo antes de ayudar a los demás. Cómo soy, qué mandatos parentales me condicionan, por qué me comporto como me comporto. La gente se abre. Hay respeto y confidencialidad. La gente se da cuenta de los porqués.

La llamada no es el único instrumento para ayudar...

Cuando viene una persona en crisis, si el orientador, que se ha formado durante más de un año, ve que no resuelve el problema en una llamada, se deriva a un profesional: a un psicólogo o a un abogado de forma gratuita.

El suicidio ha crecido mucho con la crisis. ¿Cómo va la preparación del módulo de prevención de suicidios?

El Teléfono de la Esperanza tiene 40 años y en ese tiempo ha habido cuatro millones de llamadas. De ellas, 300.000 son personas con ideas suicidas. Uno de nuestros objetivos es hacer un programa de prevención de suicidios. No hay nada al respecto en el país. Y ahí estamos negociando con las administraciones. El número de suicidios es mayor que la cifra de muertes por accidentes de tráfico, y la crisis ha aumentado el número de personas que ponen fin a su propia vida. El Teléfono se justifica porque hemos atendido a mucha gente que llama con ideas suicidas y se ha evitado que lo hagan.

También se ayuda a los emocionalmente estables...

Potenciamos las cualidades desconocidas de las personas. Mejorar la salud emocional es muy importante: prevenir antes que curar. Cuando surgen conflictos una persona que se conoce a sí misma responde mejor. Conocer los miedos, cómo somos, es bueno. A veces los miedos nos maniatan. Es bueno el ejercicio de no estar siempre echando la culpa a los demás, hay que responsabilizarse de uno mismo, de los actos propios, y si me responsabilizo puedo dominarlos. Hay que tomar conciencia de ello. La capacidad de perdón. Es un ejercicio de inteligencia perdonarse a uno mismo. Todo ello se aprende aquí. Tenemos cursos de crecimiento personal, de conocimiento de uno mismo, de desarrollo personal, de pensamiento positivo, de inteligencia emocional, autoestima, etcétera...

O sea que se puede salir de situaciones límite...

Hay situaciones irreversibles. La muerte es irreversible, pero se puede trabajar cómo afrontarla. Si me he trabajado para entender lo que es un duelo y cómo pasar por sus etapas lo afrontaré de modo distinto.

¿Qué caso le ha marcado más?

Cuando se pregunta eso uno piensa en situaciones límite: tuve casos de situaciones de suicidio. Personas con ideas suicidas y, tras trabajar con ellas, no ha habido suerte. O sí la ha habido. Una persona tuvo una idea de suicidio muy marcada, con una patología, y a los dos años me llamaron para decirme que se había suicidado. Y hay quien llama diciendo gracias, porque estoy vivo gracias a la ayuda puntual del Teléfono.

¿Quién pone fin a su vida?

Hay de todas las edades, incluso adolescentes. Suele ser una persona madura, de más de 55 o 60 años, tienen conflictos porque la vida le ha cerrado muchas puertas y su vida se convierte en un túnel. No hay salida. Y también debemos hablar de los supervivientes del suicidio.